Capítulo 58

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~ Julietha ~
Secretos dolorosos

Había olvidado como se respiraba. Había olvidado como era sentir que tú corazón se paralizaba. Había olvidado como era que tus pulmones estuvieran oxigenados. Había olvidado lo que era sentirse vulnerable y rota.

Eso fue lo que provocó quedarme con las palabras atoradas en la garganta y forzarme a fingir que lucía perfecta e impoluta en las narices de Vivianna, la chica de la alta sociedad más que lista para unirse en santo matrimonio.

Verla era una proyección constante de la imagen a la que yo jamás podría aspirar a parecerme. Verlos a ambos era el recordatorio de que no podrías mezclar jamás el agua y el aceite, que nunca se atrevieron a clasificar a dos especies distintas en una misma categoría. Eso éramos Aarón y yo, dos piezas que jamás podrían encajar en un mismo rompecabezas, dos bichos raros en el hábitat del otro, dos engranajes de distintos mecanismos. Nunca nuestros mundos serían uno solo, nunca conseguiríamos el equilibrio ni el ambiente indicado para existir los dos sin sentirnos fuera de lugar.

Me apoyé contra la cabecera de aquella cama, no sabía en donde me metía en cuanto abrí la primera puerta que encontré, pero lo descubrí tras cerrarla con fuerza y desplomarme sobre el colchón, apretando con fuerza mi dentadura hasta que mi mandíbula comenzó a dolerme y le atizaba golpes al suave colchón cubierto de sábanas blancas y lisas. Me maldije por ser una cobarde y no terminar la frase. Quise echarme a llorar allí mismo pero no quería salir con el maquillaje todo corrido, aún quedaba parte de esa fiesta y aunque me iría a penas supiese donde estaba mi hermano, no permitiría que nadie me viera destruida. Nunca más.

«Está velada es para celebrar el compromiso de Vivianna y Aarón, la unión de dos grandes familias: Lessmes y Ruiz...» se escuchó por los altavoces mientras yo miraba el techo, de allí colgaba un candelabro antiguo, sopese que era muy probable que me cayera encima en cualquier segundo, sin embargo, desde otra perspectiva se veía muy afianzado a su sostén así que el riesgo disminuyó con rapidez.

La voz de Cristobal Ruiz sonaba eufórica y llena de orgullo. Me pregunté si algún día se hubiera escuchado igual siendo yo la que estuviera al lado de su hijo. Y la respuesta era que no, porque yo no poseía una herencia generosa, no tenía un apellido reconocible a penas lo oyeses ni era poseedora de una belleza que dejase a todos con la boca abierta. Tan solo era una chica más, una joven cualquiera, simple por fuera y llena de problemas por dentro, que fingía para no preocupar al resto y se lastimaba internamente, que siempre procuró el bienestar de todos antes que el suyo propio...pero que descubrió que sus sentimientos eran muy intensos y que podía amar como no imaginaba.

Cuando escuché que el padre de Aarón le daba la enhorabuena, le deseaba felicidad y le pedía muchos nietos no pude contenerme. Una lágrima traicionera se deslizó por mi mejilla y atrapada por la rabia, terminé desbaratando aquel conjunto de cubrecama, arrojando las almohadas al suelo y arrasando con la sábana, terminando de rodillas con el rostro enterrado en el colchón y un brazo rodeando mi vientre, bajé la mirada, acariciando aquella parte que ya iba acoplándose a mi, que amaba cada día un poco más que el anterior, que le rogaba que no se desprendiese en ningún momento y pudiera llegar el instante de tenerlo o tenerla entre mis brazos. Sería lo único que valiera la pena, lo único por lo que lucharía y sería mi razón para seguir, ese motor que creía que le faltaba a mi vida.

Me acomodé de manera que pude encoger mis piernas contra mi pecho y mi cabeza la pude apoyar en la cama. La alfombra era tersa en contacto con mi piel desnuda del revés de mis muslos y traté de animarme a respirar para atraer la tranquilidad, y así enfrentarme una vez más a esa aglutinación de personas, nadar entre ese mar de gente en busca de un castaño de ojos miel y pedirle que me llevase a casa lo más pronto posible porque no conseguí mi objetivo, porque Aarón no lo sabía ni tampoco lo haría, él no me quería allí y yo no le rogaría más para que notase que yo seguía estando ahí, para seguir luchando hasta hacerlo espabilar, ahora necesitaba concentrarme en algo que debía de importarme más.

Contigo hasta el infinito (INFINITO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora