~ Julietha ~
La mayor afición de un demonioIntenté ser mediática cuando estaba de cabezas colgando del hombro del poste de luz de ojos cafés. De verdad que lo intenté, hice mi mayor esfuerzo pero fue imposible.
—Bájame. Maldito seas. Bájame, Aarón.—chillé pataleando sobre sus hombros, me traté de escabullir pero su agarre en mi cintura era firme y se afianzó aún más detrás de mis rodillas. Era nada para él, me sostenía como si equivaliera lo mismo a una bolsa con aire.
—En quince minutos lo haré.—me aseguró sin importarle que muchos nos viesen.
Fui capaz hasta de morderle su hombro y manotear, empujar, nada rendía frutos, mis piernas no dejaron de insistir hasta que uno de sus brazos me soltó, el de mi cintura se resbaló hasta que por fin ya no parecía un murciélago colgando de cabeza, y aunque no dejé de removerme, se las ingenió para sentarme en el asiento de copiloto del Ferrari.
—Aarón. No quiero ir contigo.—farfullé colocando mis manos en el respaldar del asiento y la puerta.—Quiero seguir estando aquí. Permiso.
Había conseguido sacar las piernas, parecía que por obra del Señor volvíamos a comunicarnos en un mismo idioma pero no duró mucho porque en contra de mi voluntad terminé dentro de nuevo, con los seguros puestos hasta que él rodeo el auto y los quitó para entrar. Golpeteé la luna de la ventana pidiéndole ayuda al hombre trajeado de nombre Thomas creo, que ni siquiera veía de reojo el espectáculo que estábamos montando. Creí que esa era mi oportunidad pero fue en vano al caer en cuenta que las lunas eran polarizadas.
Vi a Kaleb despidiéndose con la mano y con una expresión que probablemente trataba de decir algo parecido a «espero que puedas ver que me estoy despidiendo».
—Julietha, ya basta.—estuve a nada de abalanzarme para estrangularlo ahí mismo—Te llevaré a casa.
—Quiero bajarme.—manoteé el salpicadero haciendo mi pataleta—Quiero quedarme hasta que amanezca, dormir en un parque, no tengo casa,—negué entrando en desesperación—y no quiero que tú me lleves si es que tengo una. Quiero alejarme de ti.
—Iras a tu hotel.—sentenció—Mañana tengo una junta y no pienso dejarte aquí, sola.
Su tono despectivo sobre un lugar que yo consideraba como parte de mi vida me irritaba más.
—Bájame o soy capaz de saltar por la ventana.—amenacé, me dolería todo el cuerpo luego pero no había más opciones.
—De acuerdo. Quiero ver que lo intentes.
Lo iba a hacer, era capaz. Hasta que intenté bajar la ventana y no pude, el maldito había cerrado el contacto evitando que lo hiciese.
Me quedé quieta por unos minutos. El Ferrari se puso en marcha, y se internó a la carretera levantando una polvareda al avanzar mientras pisaba el acelerador. Pasó entre otros autos, vi entre ellos el de Kaleb, el de Kid y un vitoreo que me recordaba que había sido el maldito ganador en la carrera.
—Todos te alaban.—mencioné cruzándome de brazos de manera protectora y encogida en el asiento—Deberías quedarte más tiempo y darles una segunda dosis de lo que las personas piden.
Ya nadie me tendría fe ni apostarían por mí así que para ahorrarme un mal rato yo aprovecharía para escaparme de su vista, el terreno era muy grande, había demasiadas personas que podría perderme si me lo proponía.
—Y darte la oportunidad de seguir arriesgando tu vida, no lo creo.—farfulló y yo volteé los ojos.
—No soy una niña, ni tengo 18 años y tú, 20, no es la primera vez que vengo, no soy tu responsabilidad. Hace tres años que no nos vemos y con el tiempo las personas cambian, tanto como para que ya no tengas el derecho de decir que me conoces y puedas asegurar que no sé cuidarme sola,—solté firme—Estoy por cumplir veintidós, Aarón. Ya estoy lo bastante grande para saber lo que hago o dejo de hacer.
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Contigo hasta el infinito (INFINITO #2)
RomanceUna parte de ella se rompió hace tres años y él es quien conserva los pequeños trozos que le hacen falta. Reconstruirse no fue un camino fácil y los muros de hielo congelaron su corazón, su vida había dado una vuelta completa, sus sueños se estaban...