Capítulo 12

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- Julietha -
La vida no se detiene.

—¿Quién da más?—preguntó el maestro de ceremonia y yo no pude hacer otra cosa que concertarme en la copa de vino que había frente a mí.

Reprimí las ganas de tomar la paleta con el número cinco que reposaba encima de la mesa para comprar mi propio cuadro. No era capaz de ver a los ojos a Olivia, no después de lo que yo sentí como una traición.

Perdí la noción de lo que realmente sucedía a mí alrededor y luego sólo volví a oír que repetía la misma pregunta, el silencio fue asfixiante, mis manos sudaban frías mientras seguían jugando con la base de la copa hasta que la temida palabra «Vendido» abandonó la boca del presentador. No hice más que levantar mi mirada de nuevo con una sonrisa falsa para ver al nuevo dueño de mi cuadro, de mi más preciado recuerdo.

Vaya sorpresa que me llevé cuando vi a Aarón a un lado del podio cerrando el trato. El color en mi rostro desapareció y aún más cuando me pidieron que para poder finalizar la subasta en el rubro del arte, me tomase una foto con los compradores de mis pinturas. Así que sí, tuve que posar a su lado como artista orgullosa para que su padre se siga llenando la boca diciendo que era un empresario de buen corazón y quedar bien con los demás.

Forcé mi mejor sonrisa mientras mi traidora vocecita interior me repetía la conversación que tuvimos frente al invernadero, donde le dejaba clara mi intención, donde sin querer vendí a mi mejor amiga de la peor forma.

La velada continuó, yo me iba aburriendo así que decidí irme, pero no sin antes despedirme y no quedar como una maleducada, o eso me pidió Olivia y Ulises que aún se quedarían. Recordé que era mi jefa y que podía despedirme si la contradecía, así que lo hice. La
amistad que teníamos pendía de un hilo, y luego de esto no sabía si tejeríamos una unión mucho más fuerte o simplemente dejaríamos que se soltase por completo.

A la primera que me acerque fue a Gertrudis y Taylor que discutían sobre algo, luego de Gretel que estaba riendo con otras risueña esposas de hombres con renombre en el mundo empresarial, aproveché en decirle que me despidiese de su marido porque no sería capaz de verlo una vez más y seguir manteniendo mi fachada de que me caía bien.

Y para finalizar con broche de oro, del idiota con ojos cafés, que ya tenía una acompañante la cual me recordó en cierto grado a Natalie que le pedía que se comportarse a Maricielo con un tono que no parecía nada sutil a los lejos, y la niña bajaba la mirada verde pantano quizás un poco asustada por los gritos.

La pelinegra frente a mí, más alta que yo, casi de la altura de Dominik, con las facciones delicadas y delgadas, de suaves matices que resaltaban sus ojos y pómulos, el cuerpo menos voluptuoso que el de Natalie, con un vestido de diseñador color rosa y con unos tacos plateados que le combinaban perfecto, además del cabello suelto alborotado con precisión y esmero que hacía verse en un equilibrio de seguridad. De su escote se notaba la tinta negra de un tatuaje que no logré descifrar, además de que la chica tenía un bolso de Louis Vuitton y con accesorios que de seguro también costaban lo mismo.

Me saludó con dos besos en la mejilla como solían hacerlo las personas en Francia y me habló en el mismo idioma.

—Mucho gusto.—murmuró para luego darme una breve introducción de quienes eran sus padres y a que se dedicaban.

Aarón se notaba tenso a su lado, no emitió palabra, no la presentó, no dejó de mirarme, de analizarme, de aparentar que aún podía leerme como si fuese un libro abierto.

Contigo hasta el infinito (INFINITO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora