Capitulo 13

96 7 0
                                    

~ Julietha ~
No es el enemigo de la familia

Tras desayunar con Olivia, me despedí de ella y caminé un rato más por las calles de Seattle, entrando a tiendas departamentales y sin poder evitarlo caí en los descuentos comprando tonterías.

La hora se pasó volando y terminé llegando, agradecida con el de arriba, antes de la hora de salida de Santiago, me senté a esperarlo en una mesa de una tiendita que estaba a una cuadra de distancia, desde donde podía verlo fácilmente cuando saliera. Mamá ya sabía que vendría por él así que no lo estaría esperando si nos demorábamos.

Pedí una paleta de hielo para esperarlo y me coloqué las gafas de sol. Vi mi celular mientras hacía tiempo, hasta que el rugir de un motor captó mi atención, se oía tan gratificante que ya sabía cuál sería mi última actividad antes de viajad a Los Ángeles, y sonreí ante la idea de visitar a un viejísimo amigo, tan solo esperando encontrármelo en El Ruedo, un terreno baldío donde debuté en las carreras clandestinas en contra de lo que opinaba mi señora madre sobre ello.

Cuando me fijé en el auto, lo observé bien, mi mente era demasiado mala para recordar números y fórmulas por ello que ver con precisión la placa no me sirvió de mucho pero lo reconocí a pesar de ello, por eso mismo quise estar dentro del vehículo para amenazarlo hasta que siguiese acelerando.

Él no tenía nada que hacer aquí. No creía que Maricielo estudiara en un colegio público, ya que ese era tanto para educación temprana como primaria, menos que Natalie accediera a que su hija estuviera por esta zona muy por debajo de sus lujos. Así que decidí esperar, de eso parecía tratarse la vida.

Los pequeños salieron diez minutos antes y no lo vi bajar del auto, ni siquiera las ventanillas estaban abiertas como para asegurarme que era él pero podía confirmarlo, me cortaba una mano de no ser así, no me equivocaría con el dueño del Ferrari rojo intenso...a menos que lo haya vendido y me haga quedar como payasa hasta en mis pensamientos. Negué lamiendo mi paleta, recobrando mi seguridad en mí misma a pesar de no tener público presente.

Entorné mi mirada bajo las gafas. El segundo timbre resonó por lo alto y los diablillos mayores de seis años salieron, algunos se arrojaron a los brazos de los creadores de aquellas mini-criaturas que causaban dolores de cabeza a los pobres profesores que salían suspirando al terminar de laborar.

Y para mí sorpresa, el conductor abrió la puerta bajándose del auto.

Lo sabía. Estaba segura. Maldita sea.

Me levanté caminando lentamente hasta donde estaba. Santiago también se sorprendió de verlo allí, no se percataron de que estaba a pocos metros de distancia con los brazos cruzados y una paleta de hielo en los labios. Se saludaron amistosos, le revoloteó el cabello logrando que Santi replicara riendo, y le extendió una bolsa de regalo que dudó si abrir o no pero que al final terminó accediendo a extraer lo que había dentro.

Al hacerlo, caí en cuenta del origen de todos aquellos videojuegos en los cuales mamá nunca o Logan rara vez invertiría, y para conseguirlos Santiago demoraría mucho en comprarlos si comenzaba a ahorrar sus propinas. Dio brincos y envolvió sus brazos alrededor de él, Aarón pareció sentirse...en familia, y Santiago tenía la sonrisa que solo conseguíamos Logan y yo.

Me detuve porque comprendí que quizás en nuestra ausencia se había convertido en una especie de hermano mayor para mi hermano pequeño, un sabor amargo surcó mi paladar a pesar de estar lamiendo una paleta de fresa.

Contigo hasta el infinito (INFINITO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora