Capítulo 42

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~ Julietha ~
Yo siempre volvía

Quise maldecirlo por todo lo alto. Quise ser más grande para poder enfrentarme a él o más pequeña para ser mucho más escurridiza.

Lo había hecho.

Me atormentaba haber tomado aquella decisión pero allí me encontraba.

Tan terca, tan impulsiva como siempre. Frente a un ring a horas de la mañana, observando como Aarón esquivaba golpes y atizaba otros en el cuerpo de su contrincante.

Sus músculos entraban en tensión y se notaba con cada postura que adoptaba para mantener una defensa impenetrable. En ese cuadrilátero parecía un salvaje sin control, desquitando tanta rabia que asustaba saber que almacenaba.

Me interné entre la gente, esquivando varias veces la mirada hacia algún otro punto. No soportaba ver esa golpiza consensuada en mis narices. Me atemorizaba más de lo que pensaba que lo haría, había muchas personas que apostaban, alardeaban, gritaban y se empujaban entre sí para estar lo más cerca que podían del ring desgastado. Aquel entorno comenzó a ser agobiante, caótico ya que desencadena que mis constantes aumentaran y con ello el temor provocado por recuerdos de mi niñez.

Con las manos en los bolsillos de mi casaca me escondí tras la espalda de un tipo enorme en mí delante. Procuré tapar mi melena pelirroja ya que seria lo más llamativo en un lugar como aquel, lleno de personas con un determinado atuendo, muy parecido entre sí mismos. Aarón acababa de ganar la pelea y el premio que se sorteaba por ser así.

No sabía si acercarme a él y reporcharle por ser un idiota mentiroso o alejarme y hacer como si eso nunca hubiera pasado. Mi indecisión me obligó a no ser yo quien eligiera por alguna de esas dos opciones. Alguien más bajito tropezó conmigo, era un adolescente muy menudo, de unos 16 años quizás, castaño con una camiseta que no tenía mangas porque se las habían arrancado. Se disculpó y continuó su camino.

El desequilibrio que me provocó conllevó que golpeara a alguien más y para mí mal fue contra una tipa de melena rubia oxigenada, llena de furia por haberle pisado su calzado nuevo, aquella mujer que llevaba el cabello algo desaliñado, prendas ajustadas y un maquillaje que se vería mejor en una fiesta nocturna, me tomó del brazo evitando que siguiera mi camino y ni tuviera tiempo a disculparme.

—¿Acaso no piensas darme cara?—se puso brava y yo pensé que tan frágil podían ser las personas allí. Por una tontería quería buscarme la sinrazón.

—Perdona. No fue...—murmuré pero no me dejó terminar ya que comenzó a imitarme ridículamente agitando sus manos y haciendo muecas estúpidas, lo que me enervó.—¿Cuál es tu maldito problema?

—Que aborrezco a la gente estúpida.—habló retadora cerca de mi rostro, me bajó la capucha dejándome expuesta y ya no pensaba con claridad, que me tocara terminó por hacerme presa de una ira que no sabía que albergaba, la empujé de los hombros con más fuerza de la que pretendía.—A mi no me toques, tarada.

—Pues déjalo pasar. Fue un jodido tropiezo. Lo lamento.—me intenté defender mientras ella me devolvía el empujón. Quise alejarme, negué confundida por mis propios arrebatos y cometí el error de darle la espalda.

Sentí un fuerte tirón de mi cabello que me obligó a retroceder para no ocasionarme más daño. Me maldije por haberle seguido su maldito juego. No quería ello. Nunca había protagonizado una pelea, no me gustaba estar metida en ese tipo de meollo pero tampoco era que me iba a dejar. Clavé mis uñas en el dorso de su mano y aún así la rubia no me soltó.

Contigo hasta el infinito (INFINITO #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora