Extra

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LUCIFER

Hay cosas que simplemente suceden. De repente. Sin explicación. Un día estás mirando las cicatrices de tu espalda en el reflejo del agua y al siguiente te encuentras dándole las gracias a tu padre. Y no es que haya dejado de odiarlo, pero admito que hizo un gran trabajo cuando decidió crearlo a él.

Ugh. Por todos los infiernos.

Sueno más cursi que mi hermano.

Me dejo caer boca arriba en la boca del volcán, con los pies desnudos colgando sobre la lava. El vapor ardiente me acaricia los dedos y la respiración calmada de Cerbero roza mi oreja derecha. Le había prometido que hoy íbamos jugar un rato, pero al final lo único que hemos hecho es yacer uno al lado del otro. Estiro una mano para acariciarle la cabeza, sintiéndome un poco culpable por mentirle de esa forma.

—Puedes ir a jugar tú solo —le digo, y la cabeza del medio se levanta para mirarne con las orejas en punta—. No te preocupes por mí y vete.

Las otras abren los ojos también. Las tres dudan, así que les hago un movimiento con la mano para que se vaya de una vez. Me lame la cara y obedece, dejándome solo y lleno de babas. Nunca me acostumbraré a la facilidad que tiene este cuerpo para ensuciarse. Ahora son las babas, otros días es la comida, la lluvia, el barro o el lubricante. Odio el lubricante. Es pegajoso, está frío y huele a caramelo.

—¡Aquí estás!

Doy un brinco, más por la sorpresa que por el susto. Una cabeza de pelo rubio se inclina para mirarme desde arriba con sus ojos bicolor. Intenta sonreírme, pero apenas veo sus colmillos un instante antes de que vuelva a pegar los labios y decida que no es buena idea.

—¿Qué quieres, Astoreth?

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—La vas a hacer aunque diga que no —resoplo.

El se ríe porque sabe que es verdad. Me rodea y se sienta en el volcán conmigo. Miro su espalda de reojo, buscando sus alas, pero lo único que veo a través de su fina camisa blanca son las marcas de los mordiscos que mi hermano deja en él cada vez que tienen sexo.

—Verás... Estaba comiendo con un compañero de laboratorio, le he enseñado algunas de nuestras fotos y... se ha mostrado interesado por cierto abogado de pelo negro.

—¿Y qué? ¿Quieres que te ayude a convertir su pene en una serpiente? Pensaba que ya no tenías problemas para hacer ese tipo de cosas, angelito.

—No me llames así —me mira arrugando la nariz—. Y no me refiero a mi abogado, sino a ti. Le gustas a mi compañero.

—Sigo sin ver cuál es el problema.

—Ninguno. Solo me preguntaba por qué hace unos años te habrías acostado con él sin dudar, pero ahora ni siquiera te interesa. Por qué cerrar una relación abierta si vais a vivir eternamente.

—¿Por qué no la abrís vosotros?

Tan pronto como lo pregunto, sé cuál va a ser su respuesta. Se echa a reír con ganas y sus carcajadas hacen eco dentro del volcán. Noto cómo las comisuras de mis labios intentan levantarse, pero las obligo a mantenerse en su sitio. Ambos somos conscientes de cómo reaccionaría Astaroth ante la simple sugerencia de dejar que otro se tirara a su "muñequito". Adoptaría su forma demoníaca, rompería cualquier cosa que tuviera delante de él y después tendría que pasarme horas y horas escuchando sus gritos de placer desde la otra punta de la casa.

Al menos eso fue lo que pasó la última vez.

Y no me quejo de escuchar gritos, pues es mi trabajo y estoy acostumbrado a ellos. El problema es que unos son mi obligación y los otros me molestan cuando intento descansar, cuando quiero adelantar trabajo del bufete de abogados e incluso cuando estoy en pleno acto con mi marido. A él le hace gracia que haya dos parejas follando al mismo tiempo. A mí no. Una noche tuve la esperanza de que a ellos tampoco y comencé a chillar con desesperación para que pararan. Pero solo conseguí que Donghae hiciera aún más ruido y que Kyuhyun se pasara años infernales presumiendo de lo bien que se le daba joder al Rey del infierno.

Hugs with the Devil [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora