44. Limbo

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Un campamento romano.

Con la punta de la afilada espada instándome a caminar más deprisa, atravieso la puerta de una altísima muralla de madera. La luz que ilumina el lugar, proveniente de antorchas, lámparas de aceite o de lo que sea que utilizaran en esta época, me ciega durante un momento. Parpadeo intentando acostumbrarme a ella sin dejar de avanzar y doy un brinco al oír cómo se cierra el portón. Estoy dentro de un campamento romano. ¿Cómo se supone que voy a salir de esta?

Me miro los pies descalzos. La cabeza fría. Necesito tener la cabeza fría para poder resolver esto de la mejor forma posible... sea cual sea.

Levanto la cabeza otra vez y tomo aire por la nariz. Marcus me empuja entre un montón de tiendas de campaña hasta lo que parece el centro del campamento, un rectángulo de arena lleno troncos, muñecos de paja, carritos desgastados y otras cosas que no sabría definir, pero estoy seguro de que todo eso es lo que usan para entrenar. Me quedo mirando un casco que hay tirado en el suelo cuando se detiene. Hyukjae tiene que estar aquí. No sé cómo se llamaba, pero sí cómo era. Quizás él pueda ayudarme.

No, ¿cómo se supone que va a ayudarme si todavía no se ha convertido en Astaroth? Todavía no me conoce. Probablemente piense como Marcus y quiera matarme por haber poseído el cuerpo de esta chica. Todos los soldados de ese maldito campamento van a querer matarme también, ¿verdad?

Tengo que apañármelas solo para volver al mundo real. Yo puedo. No he estado entrenando precisamente para esto, pero sé que voy a ser capaz utilizar mis nuevas habilidades. O al menos eso espero.

Marcus pasa por mi lado con la espada empuñada, apuntando hacia abajo, y toma aire profundamente. Al soltarlo, solloza, pero no se echa a llorar. Remuevo mis manos intentando soltarme o aflojar los nudos, pero aprietan tanto que duele. Definitivamente no estoy soñando.

Aprieto los dientes y miro a mi alrededor. Delante de nosotros también hay tiendas de campaña. Al final del campamento, pegada a la muralla, hay algo parecido a una casa. El general Claudio, pienso. Debe de estar allí. Marcus ha dicho que era "mi" padre y que estaba cuidando de "mi" bebé. También ha dicho que la guerra estaba a punto de estallar. ¿Qué diablos hacía una mujer con un bebé en un campamento de soldados romanos? Esto empeora por momentos.

—¿A quién quieres llevarte, demonio? Claudia hizo el pacto contigo, así que...

—¿Un pacto? —exclamo sin poder evitarlo.

Tendría que haberlo pensado antes. Han sido ellos. Ellos me han traído aquí. Esos demonios de pacotilla se han quedado sin ideas y me han traído a este mundo o me han hecho viajar en el tiempo para que los soldados romanos se encarguen de matarme. Debo admitir que es un plan muy original, pero no voy a permitirles ganar.

—No te hagas el sorprendido. Sé muy bien que has sido tú —me pega la espada a la barbilla—. Sal de mi prometida y deja que te mate.

—¡No soy un demonio! —insisto.

—¡Deja de decir eso! —me grita de vuelta. Noto en sus ojos la rabia que siente, el dolor que le causa saber que la mujer que ama y su hijo están en peligro.

Yo también lo siento. Sus sentimientos trepan por mi garganta y las ganas de llorar se apoderan de mí. Sacudo la cabeza efusivamente antes de dejar que las lágrimas comiencen a caer.

—Yo tampoco quiero estar aquí. Ni siquiera sé quiénes sois —sollozo—. No voy a hacerle daño ni a Claudia ni a ti ni a tu bebé. Solo quiero volver a mi casa.

—Tu casa en el inframundo —gruñe.

—¡No!

—¡Deja de derramar sus preciosas lágrimas!

Hugs with the Devil [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora