21. Leggings

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Despertar con sus brazos a mi alrededor me recuerda todo lo ocurrido en el parking subterráneo, pero también hace que piense en lo demás. No sé qué lugar puede haber peor que el infierno, pero tengo claro que Bárbara y todos esos demonios que quieren matarme suplicarían clemencia para no ir. Eso me hace suponer que no volverán a intentar acercarse a mí. No al menos mientras Astaroth esté conmigo.

Me gusta saber que no me ha borrado la memoria como dijo que lo haría, porque ahora sé quién me ataca, sé que debo estar alerta, sé que me regaló el talismán porque veía venir algo como esto. Sé que soy importante para ellos. Si no, ¿por qué se atreverían a enfrentarse al mismísimo Astaroth para matarme? Aunque también quieren acabar con él y la verdad es que no lo entiendo. ¿Por qué aquí y ahora, conmigo? ¿Por qué no cuando vivía en el infierno y no subía al mundo humano prácticamente nunca?

¿De verdad se está debilitando? Esta es una pregunta a la que no puedo responder con claridad. Después de todo, los poderes que usa cuando está conmigo parecen bastante simples. A veces ni siquiera le dejo usarlos.

Tengo tantas preguntas y estoy tan cansado que finjo seguir durmiendo para no tener que levantarme. Continúo un rato con los ojos cerrados, las piernas estiradas a cada lado de su cuerpo, los brazos doblados y su pecho siendo mi almohada. Me remuevo un poco con un suspiro y trato de mantener la respiración acompasada. En algún momento, noto que empieza a trazar líneas en mi espalda con los dedos, de arriba abajo, desde mis cervicales hasta el borde de mi pantalón, muy despacio, extremadamente relajante.

De alguna forma vuelvo a quedarme dormido y cuando despierto con el sol cegándome desde la ventana, solo puedo girar la cara y enterrarla perezosamente en su cuello.

—Baja la persiana —le pido en voz baja.

Oigo el ruido de ésta bajando hasta golpear el alféizar exterior y entorno un poco los ojos para mirar hacia ese lado. Satisfecho con estar a oscuras otra vez, levanto la cabeza y lo miro con un mohín involuntario.

Sube sus manos hasta mi rostro. Me limpia las lágrimas secas de las mejillas, pasa los pulgares por mis ojos y me acaricia suavemente las sienes antes de apartarme el flequillo de la frente.

—¿Has dormido bien?

Lo pienso antes de asentir. Gracias a lo que me dijo que soñara y a tener su cálido cuerpo conmigo, he dormido como un bebé. Tan a gusto que todavía no quiero levantarme ni separarme de él, pero tampoco puedo quedarme tumbado encima de su cuerpo todo el día.

Al final decido estirar mi espalda hasta oír como me crujen los huesos. Con un fuerte bostezo, apoyo las manos en su pecho y me acomodo a horcajadas en su cadera. Hyukjae se coloca las manos bajo la nuca.

—Me debes algo, ¿no crees?

Sus ojos me recorren de arriba abajo, desde mis hebras despeinadas hasta mis piernas abiertas. Tuerce una sonrisa que me pone los vellos de punta y se relame, y aunque no oigo ningún chasquido de dedos, noto el repentino cambio de temperatura en mi cuerpo. Porque paso de llevar vaqueros y sudadera a estar únicamente en boxers. El frío invernal me hace temblar entero.

—¿Q-qué estás haciendo?

Me tapo la entrepierna, avergonzado. Como si no me hubiera visto desnudo un montón de veces, como si no me hubiera tocado en partes que ni siquiera yo había tocado antes de su llegada. Me encojo en mí mismo, ruborizado, e intento parecer amenazante cuando lo miró a los ojos. Pero él no me está mirando a la cara, sino a un lugar más abajo. A un lugar que reacciona ante el frío muchísimo más que el resto de mi cuerpo.

—Creo que desayunaré primero.

Se remueve hasta quedar sentado, cosa que me da libertad para apartar las manos de mi miembro y cruzar los brazos sobre el pecho mientras sus dedos se cierran con ganas en mi trasero.

Hugs with the Devil [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora