88. Tres días

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Estiro los brazos por encima de mi cabeza, desperezándome. Me siento agotado, pero no agotado como cuando te pasas días sin dormir, sino como cuándo duermes tanto que se te agarrotan los músculos y te cuesta ser consciente de todo aquello que te rodea por unos instantes.

Mientras parpadeo como si mis pestañas pesaran diez kilos, trato de reconocer el lugar en el que me encuentro. No estoy en mi habitación. Tampoco estoy en la habitación en la que dormía cuando era pequeño. Parece más una habitación de hotel, con televisión de pantalla plana, armario empotrado y un pequeño minibar abierto. A mi derecha, sobre la mesita de noche, descansan varios botellines de cerveza. Me pregunto si he bebido tanto que tengo resaca. A mi izquierda no hay nadie, aunque las sábanas están revueltas y calientes como si hubiera tenido compañía hasta hace escasos minutos.

Me froto los ojos y me levanto despacio. Mis piernas tiemblan un poco cuando dejo todo mi peso sobre ellas. Avanzo sin prisa hasta los grandes ventanales, aparto las cortinas, los abro y salgo al balcón. Una ligera brisa caliente me golpea las mejillas mientras me apoyo en la baranda a observar el paisaje.

Conozco este sitio demasiado bien. Estoy, si no me equivoco, en una de las plantas más altas del hotel. Gracias a esto, puedo ver Florencia como ya la he visto antes: desde arriba.

Aunque esta vez no la estoy sobrevolando.

Bostezo, asegurándome de que se me oye. Me rasco el torso por debajo de la camiseta de tirantes y vuelvo a la habitación con paso tranquilo. Mientras cruzo el umbral, la puerta se abre y mi acompañante entra muy contento.

No, muy contenta.

Se me corta la respiración al ver a Yoona corriendo hacia mí con los brazos estirados. Me rodea el cuello con ellos y me besa la mejilla y no puedo contener las ganas de apretarla contra mi cuerpo. La estrujo tan fuerte que se ríe con voz ahogada.

Era obvio que esta vez no iba a elegir a Yunho. Belcebú no quiere tropezar dos veces con la misma piedra, así que ha elegido a otra persona a la que sí he amado de verdad en todas mis versiones. A ver si ahora el plan le sale bien. A ver si aquí, en Florencia, de viaje con mi maravillosa novia, no me reencuentro con Hyukjae y puede llegar el día uno de septiembre sin interrupciones. Es muy inteligente, no lo niego.

El problema es que yo lo soy más.

Si mis cálculos no fallan, debemos de estar a veintidós o veintitrés de agosto, lo que significa que queda todavía más de una semana para el fastuoso día en el que Astaroth y Astoreth seremos prácticamente inútiles. Aún nos queda una semana de poder. Una semana para averiguar todo lo que soy capaz de hacer y convertir al rey de las moscas en basura.

Para librar a Heechul de su destino. Dos deseos... ¿Cómo se le ha ocurrido pedir dos deseos? ¿Cuántos años le quedan? ¿Puedo hablar siquiera de años o le quedarán meses... semanas... días? ¿Y si Heechul está muerto?

No. Me da igual lo que haya hecho. Me niego a dejarlo morir sin darle la oportunidad de redimirse.

Ningún inocente morirá a causa de esta guerra mientras yo siga aquí.

Al separarnos, ella me da un dulce beso en los labios que no niego, pero tampoco respondo. Estoy demasiado centrado en no echarme a llorar. Levanta la bolsa que le cuelga del brazo y la agita de lado a lado.

—Te he traído pastillas para la resaca y un pastelito relleno de crema como el que nos comimos ayer en Roma. Sí, a mí también me ha sorprendido que lo tuvieran aquí, pero me he comido uno y estaba riquísimo.

—¿Qué? —pregunto, tanto hacia ella como dentro de mi cabeza. Los cálculos empiezan a fallar.

—Lo siento, amor, es que tenía hambre y tú no despertabas.

Hugs with the Devil [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora