Siglo III a. C.
A sus siete años, Marcus Alejandro clavó su primera flecha en el centro de una diana clavada a un árbol. Contaba con un arco hecho por él ese mismo verano, algunas flechas que le había robado a su padre y la compañía más preciada de todas.
La pequeña niña de su misma edad lo miró desde el tronco caído en el que se hallaba sentada. Su larga trenza estaba intacta, la preciosa túnica caía de forma adorable sobre su cuerpo y sus manos eran pequeñas, pero sujetaba la espada como un gran guerrero. Una gran guerrera es lo que era. Marcus Alejandro no podía tenerlo más claro.
—¿Has visto eso? —preguntó entusiasmado mientras arrancaba la flecha de la diana. Corrió hasta la niña y se sentó a su lado— ¿Claudia, lo has visto? Tengo que enseñárselo a tu padre.
—Lo he visto, pero creo que deberías practicar más antes de hablar con él.
Ella le quitó la flecha de la mano y se colocó la espada sobre su regazo para comenzar a examinarla. Marcus Alejandro frunció el ceño.
—¿Cuánto es más?
—No lo sé... ¿otros siete años?
Con una risita, Claudia lanzó la flecha. Usando solo sus manos, tranquila y relajada como una hoja que cae por una cascada, impulsándose solo con un ligero movimiento de brazo. Claudia, la única niña que conocía capaz de pedirle a su padre una espada como regalo de cumpleaños, logró clavar la flecha en el centro de la diana sin haber sujetado un arco en su vida.
Era una niña maravillosa.
El tiempo pasó y la convirtió en una bella adolescente. Seguía llevando la trenza larga, una túnica morada, las sandalias que le hacía su madre y una sonrisa en la cara cada vez que se encontraban. Solo una cosa cambió con el paso de los años. Pasar de niña a mujer la obligó a dejar de perseguir a su padre y jugar a los soldados, para ir tras su madre y hacer las tareas del hogar. No obstante, esto no afectó a su relación con Marcus Alejandro.
Seguían viéndose continuamente. Él entrenaba sin descanso, ella obedecía a su progenitora, y por las noches se escapaban al bosque y luchaban entre ellos hasta caer rendidos sobre los hierbajos. A veces usaban las espadas, a veces los arcos, a veces se llevaban los caballos, a veces solo apretaban los puños y se pegaban sin parar.
A los dieciséis años él fue aceptado en el ejercito del general y ella pasaba todos los días a verle con la excusa de llevarle la comida a su padre.
A los diecisiete, se besaron por primera vez.
Fue mientras ella le enseñaba a esculpir en madera. Bajo la luz de la luna, con los pies a remojo en el lago más escondido del bosque después de una divertida lucha de espadas. Ella se había soltado el pelo, él llevaba tiempo pensándolo. Ella se cortó sin querer y se echó a reír mientras le acercaba su dedo lleno de sangre. Marcus Alejandro la empujó lejos de su cuerpo, comenzando así otra pelea que terminó con la hermosa chica acorralándolo en la orilla.
Él le puso el pelo tras la oreja y la miró a los ojos.
—¿Siempre han sido marrones? —susurró.
—La abuela dice que mis ojos son poderosos.
—¿En qué sentido?
—Dice que podrían atraer al demonio. ¿Crees que es verdad?
—Al demonio no lo sé, pero a mí sí...
Ella río. También miró los suyos, azules, y tomó la iniciativa que él tanto temía tomar. Sus labios se acariciaron escasos segundos la primera vez, largos minutos la segunda.
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Hugs with the Devil [EunHae +18]
FanfictionDonghae solo quería tener un poco de sexo la noche de Halloween, así que no le costó mucho aceptar al chico vestido de rojo que le ofrecía una noche increíble en su casa. Lo que Donghae no esperaba es que Astaroth no fuese el disfraz de Hyukjae, sin...