33. Cenando

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En cuanto aparecemos en el comedor de su casa, me aseguro de llevar la luciérnaga y el jersey conmigo. Quimera no está y supongo que la ha mandado a casa. Tengo apretado el frasco contra mi pecho y veo cómo el bicho iluminado revolotea nervioso, sin parar, luchando fervientemente por salir.

—¿Por qué no la devuelves con las demás? —le pido. Él me mira seriamente, así que me explico antes de que saque conclusiones precipitadas— No creo que lo pase bien encerrada aquí dentro.

—Pero la he cazado para ti.

—Lo sé —pongo mi mano libre en su brazo. Mis ojos siguen húmedos y mi sonrisa es tan sincera como mis palabras— Y te repito que ha sido lo más bonito que ha hecho nadie nunca por mí, pero me conoces, y sabes que no sería yo si tuviera a esta pequeña muriéndose en mi estantería. Ya la has cazado, ahora devuélvela con su familia. Podemos volver a ir otra noche, ¿no?

Como veo que duda, dejo el frasco en la mesa y me engancho en su cuello. Me da igual tardar diez minutos más en contactar a Heechul. Valdrá la pena por esa pequeña luciérnaga.

Él me pone las manos en la parte baja de la espalda. Su desilusión provoca un puchero en mis labios. Yo tampoco quiero que él esté triste.

—Vamos, Hyuk —me acerco más a él, hasta que estamos prácticamente pegados, y rozo su mejilla con mi nariz—. ¿Tu amigo no te explicó qué hacer con la luciérnaga después de cazarla?

—No... aunque supongo que tampoco habría querido tenerla encerrada.

—¿Ves? —lo miro a los ojos— ¿A que no te gustaría que hubiera una estrella menos en el cielo?

De pronto, abre los ojos como platos.

—¿Te lo crees? —jadea.

Yo me río.

—Claro, ¿por qué no?

Entonces chasquea los dedos, haciendo desaparecer el frasco, sonríe ampliamente y aprieta sus labios fuertemente contra mi mejilla. No sabía que algo como creerme su teoría de las luciérnagas y las estrellas iba a hacerle tan feliz.

En cuanto se separa de mi piel, atrapa mi boca. Es un beso dulce, aunque largo. De ojos cerrados, dedos inquietos y poco aire. Me gustaría decir que nos separamos porque me acuerdo de mi mejor amigo y su novio, pero la verdad es que solo me alejo unos segundos de él para respirar. Lo de dulce se nos olvida después. Y todo lo demás también.

Mientras yo entierro los dedos en su pelo, el me agarra del trasero con tanta rudeza que me obliga a ponerme de puntillas. Aprovecho esto para aferrarme más firmemente a él y, ya de paso, para tomar un poco el control del beso. Disfruto de meter la lengua en su boca. Pero me lo paso todavía mejor cuando me levanta del suelo y puedo tomar su labio inferior entre mis dientes y tirar de él.

Abro los ojos solo para ver si es tan excitante como en las fotografías que veo por internet. No me sorprende averiguar que es incluso mejor de lo que me había imaginado. Aprieto los talones contra su trasero y lo suelto. Se la puesto el labio tan rojo como su traje.

Me relamo.

—¿Qué te ha parecido? —le pregunto con la voz ronca por la excitación. Solo quiero volver a hacerlo.

—Ha dolido.

—Oh...

—Hazlo otra vez.

Mi cuerpo tiembla levemente por la risita que se me escapa al oírlo. No me lo pienso dos veces y retomo el beso justo como antes, con lenguas, dientes y labios, con suspiros, tirones de pelo y los ojos apretados. Estoy a punto de atraparlo entre mis dientes y "hacerlo otra vez", cuando me suena el teléfono.

Hugs with the Devil [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora