31. San Valentín

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La primera vez que Julio se quedó solo con Claudia fue también la primera vez que le sonrió sinceramente a una mujer.

Después de seis días allí, los únicos que sabían de su presencia en el campamento eran él, Marcus Alejandro y el general Claudio, ya que se trataba de su hija embarazada. Éste, de alguna manera, había sido convencido para darles la libertad de salir de la barrera por las noches, y aunque ninguno de los dos estaba muy convencido de ello, tanto Marcus Alejandro como Julio habían terminando aceptando la invitación de la chica a dar un paseo. Y mientras el castaño buscaba algo con lo que alumbrar el pequeño trozo de campo, Julio se sentó en el suelo junto a ella.

Claudia apoyaba las manos a su espalda y mantenía las piernas estiradas con cansancio, pero parecía de todo menos agotada. Tenía una sonrisa dulce en sus finos labios y sus ojos marrones brillaban bajo la luz de la luna. Julio se sentía tan incómodo que pasó los primeros cinco minutos raspando el suelo con los dedos.

—¿Cuál será la primera cosa que hagas cuando esto acabe? —le preguntó ella de repente.

Julio se miró los dedos llenos de barro seco. Nunca lo había pensado, nunca se había visto haciendo otra cosa que no fuera luchar. Pero si lo pensaba bien, había algo que quería hacer. Algo que deseaba con toda su alma.

—Cazar una luciérnaga.

Ella se echó a reír.

—No me lo puedo creer. ¿Te ha contado su teoría de las estrellas falsas?

—Sí.

—¿Y te la crees?

—Claro —Julio asintió efusivamente—. Me creo todo lo que dice Marcus.

Al ver que ella sonreía sin decir nada, las mejillas de Julio se ruborizaron. Volvió a clavar sus dedos en el barro y hurgó hasta encontrar una piedra, que luego usó para dibujar figuras amorfas junto al agujero.

—Me ha contado que no piensas enamorarte hasta tu próxima vida y que vas a copiarnos nuestro primer beso. ¿De verdad crees que recordarás esas cosas? Puede que ni siquiera seas humano cuando renazcas.

—Seré un héroe de guerra al morir —la miró fijamente—. Los dioses me premiarán convirtiéndome en un humano de alto nivel, y entonces tendré la oportunidad de encontrar al amor de mis vidas.

—¿Y le regalarás una luciérnaga? —su simpática risita hizo que Julio se sintiera menos cohibido— No tienes que hacer caso de todo lo que Marcus diga. Solo es un soldado.

Pero él clavó sus ojos claros en la piedra y alzó la voz sin darse cuenta mientras hablaba.

—Es un soldado que va a casarse y a tener un bebé con la mujer que ama. Te hace feliz.

—Tú también podrías hacer muy feliz a alguien siendo tú mismo. No necesitas...

—Estaré bien siendo yo mismo cuando renazca. Ahora... no podría.

Claudia soltó un suspiro. Estiro una de sus delicadas manos hasta las de él y las apretó suavemente.

—Estoy segura de que haces muy feliz a mi prometido y eso me hace feliz a mí. Así que... —le quitó la piedra, se inclinó sobre el barro como pudo e hizo dos líneas paralelas— Listo.

Julio volvió a ruborizarse profundamente, su corazón estrujándose bajo su pecho. Apartó la mirada rápidamente.

—Me refería a la felicidad del amor.

—Qué testarudo... ¿Tan seguro estás de que no vas a enamorarte hasta que mueras?

—Tanto como de mi destreza con la espada.

Hugs with the Devil [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora