97. Matando

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Lucifer arquea las cejas.

—Estas almas son tuyas —repite, mirándonos a su hermano y a mí como si no supiera en quién fijarse de los dos— ¿Por qué ha tenido que pedir un deseo para que las reclutaras en un ejército cuando podrías haberlo hecho directamente? No, esa no es la verdadera pregunta. ¿Cómo no se me ha ocurrido a mí antes? —se lleva las manos a la cabeza— Restringirá la salida de almas en cuanto se dé cuenta de esto.

Mientras él sigue murmurando para sí mismo, planeando la mejor forma de agregar sus montones de almas al ejército, yo vuelvo a recorrer la escena con la mirada. Toda la gente que algún día pidió un deseo a Astaroth o a la cual éste simplemente mató, está ahí. Son muchos. Muchísimos. Estoy tan nervioso que no me siento los dedos de las manos.

Abro y cierro los puños. La primera a la que le dedico una mirada es a Yoona; le sonrío, pero ella se mira los pies con la expresión triste. No es la misma a la que he dejado en la habitación de un hotel de Florencia, sino aquella que se suicidó, aquella en cuyo funeral me asesinaron. Posiblemente no sepa nada de lo que ha ocurrido desde que falleció. Ni siquiera debe de entender qué está ocurriendo. Es un alma llena de lamentos.

Me acerco a ella sin pensarlo dos veces. Oigo a los dos demonios hablar a mi espalda, pero no escucho lo que dicen. Tomo las manos de mi exnovia entre las mías y espero a que me mire para volver a sonreír. Suspira profundamente.

—Lo siento mucho —dice muy suave—. Lo siento tanto, Donghae. Tanto. Nunca debí pedir ese deseo. Lo siento mucho.

—Yo también lo siento, Yoona.

No se me ocurre nada más que decir. La envuelvo entre mis brazos y la aprieto con todas mis fuerzas aunque ella no me corresponde. Cuando la suelto, vuelve a suspirar y a mirar el suelo.

—Yo también quiero un abrazo, rubito.

Esa voz. Solo soy capaz de sonreír mientras me giro levemente para mirarla a ella y a su pelo rojo. Parece sorprendida de verme contento, pero desde luego que no tan sorprendida como cuando la agarro de las mejillas y le planto un beso en los labios.

Se queda mirándome boquiabierta unos segundos. Luego salta hacia delante e intenta engancharse a mi cuello, pero sus hermanas la detienen, agarrándola por los brazos.

—¡Oye, que ha empezado él!

—Bueno, te debía un beso por ayudarme.

—¿Ayudarte? —las cuatro se miran— ¿A qué exactamente? Porque podemos renegociar el precio si fue muy importante.

Reviso la escena por milésima vez en escasos minutos. No sabe que me ayudó a bajar al infierno, así que no tuvimos la conversación en su sótano ni fumamos juntos ni le prometí ese beso. Me siento más tranquilo después de dárselo, aunque también un poco raro porque la Sucy que tan sumamente bien me cayó no existe.

Me levanto la camiseta hasta arriba para señalarle la marca del pecho. En vez de fijarse en ella, me devora el torso con la mirada.

—Sucy... —la llamo para que alce la vista hacia donde mi dedo señala.

—¿Mhm? —me ignora.

Miro a las otras brujas, que parece que van a decirle algo pero que, por alguna razón, acaban mirando con los ojos muy abiertos por encima de mi hombro. Antes de que pueda girarme a comprobar, una mano enorme me cubre el abdomen y me presiona hacia atrás.

—¡Al próximo que le dedique una mirada lasciva lo torturaré yo mismo! —exclama su voz grave a mi espalda, para ella, para todos, marcando territorio— ¡¿Ha quedado claro?!

Hugs with the Devil [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora