Lucifer se detiene frente a lo que parece una densa capa de humo negro. En realidad son moscas, tantas que resultaría imposible distinguirlas si no zumbaran al volumen de un motor. Las observo desde mi sitio, encogido tras el enorme cuerpo de Lucifer, y pienso en el plan que hemos forjado los dos durante el camino. Hasta hace unos segundos me parecía infalible.
Ahora dudo siquiera que podamos llevar a cabo la primera fase: distraer a los guardianes de la cárcel, que no son golems ni demonios, si no millones de bichos putrefactos.
Aprieto mi frente contra la espalda de Lucifer y contengo las ganas de vomitar. Sé que ahora no pueden verme, pero ¿qué pasará cuando salga de mi escondite? ¿De verdad seguirán al rey del infierno e ignoraran mi presencia? ¿De verdad podré colarme en esa cárcel y encontrar a Astaroth? El miedo comienza a apoderarse de mí. Tal vez deberíamos replantearnos nuestro plan.
—¡Soy Lucifer, rey del infierno, gobernante de todo cuanto ocurre en estas tierras, y nadie, NADIE va a arrebatarme lo que me pertenece!
Las tres cabezas de Cerbero rugen a la vez, un aviso de que ni él ni su dueño van a rendirse sin pelear. La señal de que el plan ha comenzado y ya no hay vuelta atrás. O ganamos o perdemos.
Lucifer se deshace de la ropa negra, dejando que todo aquel que lo mire sepa que es él de verdad, por si sus gritos no lo habían dejado claro. Toma una flecha, la coloca en el arco y la dispara hacia la nube de moscas. Éstas no lo esquivan. Las que reciben el ataque, caen, muertas, y las de su alrededor se dan prisa en rellenar ese hueco. No parece que vayan a atacarnos. Están en posición de defensa.
Justo como suponíamos. Porque, si el plan de Belcebú es atacar el día uno de septiembre, matarme, conseguir mi alma y comenzar una guerra, lo que menos querrá es agotar a sus guerreros antes de tiempo. Lo que menos espera es que yo esté aquí con Lucifer, listo para recuperar lo que es mío.
Extiendo las manos sobre mis muslos y cierro los ojos. Si no consigo controlar mis poderes ahora, después será demasiado tarde. Visualizo lo que quiero que aparezca entre mis dedos. Una espada. La veo, larga, afilada, pesada, cubierta de la sangre de Belcebú. La veo en sus manos, las manos blancas que tantas veces me han acariciado. Lo veo riéndose de mí en Argentina mientras me enseñaba a luchar. Veo que nunca pudimos seguir con los entrenamientos.
Abro los ojos. Estoy llorando, por lo que lo único que tengo en mis manos son gotas saladas iguales a las que se deslizan por mis mejillas. Aprieto los puños. Si no puedo convocar una espada, lucharé con otra cosa. Gané una batalla con un zapato de tacón y podré ganar la guerra con lo que sea.
Vuelvo a intentarlo. Ojos cerrados. Dejo la mente en blanco. Me da igual lo que aparezca. Necesito algo con lo que defenderme y atacar, algo con lo que poder abrirme paso hasta donde se encuentre Hyukjae. Tal vez un puñal o un paraguas o el freno de un coche o un palo de hierro. Tal vez otro zapato o el cristal que ha usado Sucy para dibujar los símbolos. Lo que sea. Lo que...
Salto. Hay algo en mis manos y no me lo puedo creer. Abro los ojos de nuevo, pero esta vez muy despacio porque no sé con qué voy a encontrarme. Ni siquiera me esfuerzo en adivinarlo con el tacto. Espero hasta verlo, hasta ser plenamente consciente de ello para apretar los labios y celebrarlo en silencio. Abrazo mi mochila con fuerza.
La abro tan rápido que la cremallera llama la atención de Lucifer. Noto que me mira por encima de su hombro, pero lo ignoro y compruebo su interior. No están los materiales que robé del laboratorio para hacer una bomba, pero hay granadas. Cinco granadas. No sé cómo han terminado ahí, pero ¿acaso importa?
Vamos a hacerles papilla.
Lucifer no dice nada al respecto. Vuelve a mirar al frente, se inclina sobre la cabeza central de su perro y le dice algo al oído. Noto la cola del animal meneándose detrás de mí. ¿Está contento o nervioso? ¿O ambas? Pienso en preguntarle, pero tengo miedo de hablar y que me descubran, así que me centro en esperar a ver qué pasa ahora. En esperar el momento oportuno para hacer que todo lo que se interponga en mi camino explote.
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Hugs with the Devil [EunHae +18]
FanfictionDonghae solo quería tener un poco de sexo la noche de Halloween, así que no le costó mucho aceptar al chico vestido de rojo que le ofrecía una noche increíble en su casa. Lo que Donghae no esperaba es que Astaroth no fuese el disfraz de Hyukjae, sin...