100. Humareda

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Si me pasa algo, quiero que te la quedes —le había dicho sobre su alma.

Y ahora Astaroth era una nube gris. No le extrañaba en lo más mínimo. En realidad, lo hacía feliz. Cuando le das tu alma a alguien firmas un contrato en el que solo morirás si matan a la contraparte. Podían haber acabado con su forma corpórea y haberle arrebatado sus poderes, pero eso no importaba. Seguía vivo. Todo lo vivo que podía estar en esas condiciones.

Sus dudas yacían en otra parte. ¿Qué había ocurrido con Belcebú? ¿Cuánto tiempo llevaba desaparecido? ¿Cómo estaba su muñequito? Que estuviera vivo no significaba que estuviera bien y eso lo preocupaba sobremanera. Tenía que encontrarlo.

Empezó yendo a su casa. Atravesó los conductos de ventilación y llegó a la habitación en la que tantas veces habían hecho el amor. Se sorprendió al verlo. Se sorprendió de que hubiera sido tan fácil. Su ángel de pelo dorado estaba tumbado boca arriba en la cama. Kyuhyun dormía en una silla, el golem vigilaba la puerta y una botella vacía apestaba toda la habitación desde la mesita de noche.

Se lanzó sobre él.

"Muñequito, despierta. He vuelto" intentó decirle, pero no tenía voz ni forma de comunicarse.

Para su disgusto, su única opción tenía nombre y apellido: posesión demoníaca. Se dirigió hacia Kyuhyun, dispuesto. Y entonces una respiración profunda lo obligó a volver a los conductos de ventilación. Donghae se había despertado. No podía dejar que lo viera así.

Cuando el rubio salió de la habitación, volvió a intentar poseer a Kyuhyun. Esta vez lo detuvo una luz cegadora que se lo tragó por completo.

De repente estaba atrapado en un tarro de cristal, encima de un escritorio de color blanco. Frente a él había cuatro personas, o más bien cuatro ángeles. Natanael en el cuerpo de Siwon, Zacarías en el de Youngwoon, Haniel en el de Jungsoo y Arael (que no tenía absolutamente nada que ver con Azrael) en el de Yunho. No podía oírlos, pero sabía cuáles eran sus planes. Matar a su muñequito, a la última reencarnación de Astoreth, al conde del cielo y el infierno.

Con Astaroth, Astoreth y Belcebú fuera de combate ya no había posibilidad de guerra. Puede que antes la desearan con todas sus fuerzas, pero era obvio que temían lo que fuese a ocurrir ahora que el segundo era tan poderoso. Debían aprovechar el mes de septiembre para acabar con él.

Los ángeles llevaban siglos creyendo que el alma de Astoreth sería suya.

Claro, que Belcebú también había creído eso.

Y nadie había llegado a imaginar que las dos partes de un mismo todo acabarían enamorándose.

Solo Astaroth, o Hyukjae, como prefería llamarse a sí mismo en aquel momento, sabía lo especial que era su muñequito y lo sencillo que iba a ser regresar a la normalidad. Bueno, su plan no tenía nada de sencillo, pero si salía bien podía hacer creer lo contrario.

Para empezar, empezó a agitarse. Empujó el tarro hasta la esquina como pudo mientras los otros cuatro hablaban y se tiró. En cuestión de segundos había cristales rotos en el suelo y la luz cegadora intentaba tragárselo de nuevo. Hizo lo único que se le ocurrió y se metió dentro de un cuerpo.

El de Yunho, descubrió cuando una mano se posó en su hombro. Sí, el de esa sanguijuela. Podía oír a Arael gritando auxilio dentro de su cabeza. De tener sus poderes, lo habría reducido a polvo de ángel para que cerrara el pico.

Rió por sus propias ocurrencias antes de dar media vuelta. El único allí con él era Natanael.

Maravilloso.

—¿Todo bien, hermano?

Sonrió.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

Hugs with the Devil [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora