89. Dibujando

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Son las cinco de la mañana cuando aterrizo en Seúl. Me guardo las alas y me quedó mirando el anillo en mi dedo como si no me quedaran menos de dos días para evitar el apocalipsis.

Alejandro no ha querido venir conmigo por mucho que he insistido. Sé que no tiene poderes para llevarme al infierno, pero es inteligente y seguro que hubiera podido darme alguna idea. Ha preferido quedarse allí, en Florencia, con la tumba de su padre. No me ha dado muchas explicaciones más antes de chillarme que me diera prisa en encontrar a alguien que fuera capaz de ayudarme.

Así que eso es lo que he hecho. Durante el camino me he debatido entre venir aquí o ir a otro sitio, pero al final he decidido que unas brujas podrán ayudarme mucho más que tres chicos que se hacían llamar "especialistas". Ellos ya me dieron un consejo en su día: debo matar a Belcebú con acero demoníaco. Así que voy a dejar que disfruten de su vida antes de que todo vuelva a la normalidad.

Me subo las gafas de sol y llamo al timbre varias veces mientras me controlo para no abrir la puerta yo mismo de una patada. Solo tengo que esperar unos segundos antes de que alguien la abra. Tal y como esperaba, es la pelirroja.

—Hola, Sucy.

Ella arquea las cejas un instante, para luego sonreír de lado y recorrerme de arriba abajo con la mirada como ya lo ha hecho otras cuantas veces.

—No sé de qué me conoces, pero hola, guapo, ¿te puedo ayudar en algo?

Asiento mientras ella me escudriña en profundidad, tal vez preguntándose por qué me sé su nombre, tal vez intentando recordar si nos hemos enrollado. Ya le gustaría a ella.

¿Habrá alguna Sucy que no intente ligar conmigo?

—En realidad, sí. Tú y tu aquelarre podéis ayudarme con algo muy serio.

—Vaya. Nunca habíamos tenido visitas sin invitación —se relame, interesada—. Dime qué es ese algo y veré lo que mi aquelarre y yo podemos hacer por ti.

Mi primer pensamiento es negarme y no decir nada si no están las cuatro juntas. Sin embargo, creo que dará igual el orden en el que se lo cuente. Tienen que mandarme al infierno. ¿Qué bruja no querría estar envuelta en algo como eso?

Me yergo, dejando que una sonrisa se abra paso en mis labios. Sucy se muerde el labio, ansiosa.

—Quiero ir al infierno.

Me mira. Dejo que lo asimile durante largos segundos, que vuelva a mirarme de pies a cabeza y viceversa, que piense seriamente en lo que acabo de decir. Estoy seguro de que se sentirían muy orgullosas si pudieran hacerlo. Estoy seguro de que pueden hacerlo. No conozco a nadie más con sus conocimientos. Son las únicas que tienen ese libro que hizo que Asmodeo viniera y que luego lo volvió a mandar a casa. Sé que soy un ángel, pero he bebido sangre de Astaroth. Eso será suficiente, ¿no?

Bueno, da igual. Haré lo que sea necesario para ir al infierno. No puedo dejar que las cosas sigan así.

—Ir al infierno —repite por fin.

—Exacto.

Suspira.

—¿Por qué los más guapos sois siempre los más imbéciles? Vete si no quieres que te convierta en sapo, rubito.

Chasquea la lengua y cierra la puerta de un empujón. ¿Como no había caído en eso? Claro que no iba a creerme. ¿Qué humano en su sano juicio quiere ir al infierno? Es obvio que parece que les quiero gastar una broma.

Tomo aire profundamente. No vuelvo a llamar porque no tengo tiempo para discutir. Me crujo el cuello y las manos y alzo dos dedos, que luego chasqueo a la altura de mi cabeza. El clic del cerrojo me sigue, haciéndome sentir tremendamente orgulloso. Ojalá me viera mi bomboncito.

Hugs with the Devil [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora