3. Viviendo

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Me levanto de la cama tan bruscamente que todo parece dar vueltas a mi alrededor por varios segundos. Cuando se me pasa, pienso que casi hubiera preferido seguir mareado antes que ver lo que tengo delante de mí. Hyukjae, Astaroth o cómo quiera que se llame está sentado en mi silla giratoria. Su traje rojo y su forma de cruzar elegantemente las piernas contrastan demasiado con el desorden azul que es mi habitación.

Miro la puerta cerrada, la ventana con cerrojo y el conducto de ventilación sobre mi estantería. No ha podido entrar por ninguno de ellos, así que solo me queda una opción por procesar: puede teletransportarse. Frunzo el ceño. Tendría que haberlo pensado antes de salir corriendo de su casa. Estaba claro que podría averiguar dónde vivo y venir a buscarme.

—¿Qué haces aquí? —chillo.

—Perseguirte, ¿no es obvio? —responde tranquilamente. Se pone en pie de la misma manera, metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones— ¿Pensabas pasarte todo el día aquí metido?

—Sí, yo... —sacudo la cabeza— N-no tengo que darte explicaciones. Lárgate de mi casa ahora mismo.

Ignora mis palabras como si no fuese más que una mosca contra su oído. Mientras le grito que se vaya intentando no alzar demasiado la voz para no llamar la atención de Heechul, él se pasea por mi habitación. Mira el dibujo que me hizo mi primo de cuatro años en verano, lee los lomos de los libros sobre mi escritorio y toma entre sus manos la maqueta molecular que tanto me costó armar el año pasado. Le da vueltas rápidamente con sus dedos durante poco tiempo, pues me adelanto enseguida para quitársela y devolverla a su lugar.

—Que te vayas —exijo.

—¿Estudias química? —me pregunta sin embargo. Apoya la cadera en el escritorio y coge mi libro de "análisis instrumental" para hojearlo— ¿Qué te parecería ser superdotado? Ya sabes, aprobar sin estudiar y todo eso que tanto os preocupa a los humanos. En diez años podrías haber ganado un Nobel, quizás dos, e irías al infierno con la cabeza bien alta. ¿No es un gran plan?

—¡No lo es! No quiero ningún plan contigo, demonio. Solo déjame en paz.

—Deséalo y lo haré.

Por un momento, solo un pequeño instante, creo que eso es lo que debo hacer y comienzo a separar mis labios dispuesto a pedir un deseo. Todas mis esperanzas se esfuman al recordar que entonces le estaría vendiendo mi alma. Me paso las dos manos por la cara con frustración.

—¿Por qué yo? —mi voz es casi un grito, así que me obligo a bajarla antes de continuar— ¿No tienes más gente a la que molestar? Seguro que hay personas más interesantes que yo en el mundo. No, en Seúl. Conozco a más de uno que se volvería loco por conseguir uno de tus estúpidos deseos y...

—No tienes miedo —me interrumpe.

Se cruza de brazos y me señala con la barbilla. Tardo unos segundos en entender que quiere que hable, pero no lo hago.

Tengo miedo. Estoy hablando con el maldito duque del infierno, con alguien que podría matarme solo chasqueando sus dedos, mas eso no significa que deba acobardarme y encojerme sumisamente. Estoy aterrado, por supuesto. Y precisamente por eso pienso hacer todo lo posible para enfrentarme a él y que desaparezca de mi vida cuanto antes.

Aprieto los puños intentando controlar el temblor de mi cuerpo. Tuerce una sonrisa maliciosa, clavándome su par de ojos negros. Le respondo la mirada con la mayor intensidad posible, cosa que parece hacerle mucha gracia. Sus carcajadas resuenan graves rompiendo el tenso silencio que corrompe mi habitación.

—Oh, ¿así que era eso? Ayer ya me diste esa impresión —dice y, de repente, desaparece.

Jadeo sorprendido.

Hugs with the Devil [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora