68. Ojos

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Cierro la puerta y me deslizo en el asiento hasta que las puntas de mis pies dan con el tope interior del coche. Me quedo en silencio, mirando fijamente el centro del volante, hasta que Yoona da un portazo desde el lado del copiloto.

—No voy a echarte en cara que hayas salido corriendo del ascensor sin esperarme, pero tienes que explicarme qué narices significa eso de que Lucifer suele vestirse de blanco.

—Nada —murmuro. Me yergo, enciendo el motor y me pongo el cinturón— ¿Te llevo a casa?

—¿Nada? Era una frase demasiado específica para no significar nada.

—Era una frase al azar.

Arranco sin más. En cuanto el vehículo empieza a avanzar por la carretera, los latidos de mi corazón se acompasan. Sigo recto, sin rumbo, ya que no sé si quiere que la lleve a su casa, a la universidad o a algún otro sitio. La cuestión es que quiero quitármela ya de encima y volver a casa para seguir con mi plan de no entrometerme en el plan que puede que tenga mi novio. Puede, no lo sé. Prefiero no arriesgarme a cagarla.

He tenido suerte al toparme con unos "especialistas" como esos. A parte del dato sobre el acero demoníaco, no han servido de gran ayuda. Pero tampoco han resultado ser peligrosos o especialmente inteligentes, cosa que agradezco, pues podré devolver las cosas al laboratorio y fingir que nada de eso ha pasado. En cuanto Yoona baje de mi coche, las últimas horas no tendrán más importancia que las que he pasado durmiendo.

¿Y el acero demoníaco? Ya veremos cómo uso esa información. De momento no pienso matar a nadie.

De momento...

Aprieto las manos en el volante. Todavía me escuecen los ojos. Me siento como la vez que me equivoqué con el líquido para las lentillas y me pasé toda la noche de Halloween disfrazado de hombre lobo con conjuntivitis. Pero esta vez no se me ha metido nada en los ojos. Sé perfectamente que se debe a mis lágrimas, a que estoy conteniendo las ganas de llorar. Supongo que eso es algo que Astoreth no debería hacer.

Aprovecho que nos detenemos en un semáforo para cerrar los párpados con fuerza. Primero las alas y ahora esto. ¿Es que acaso voy a acabar convirtiéndome en alguna especie de híbrido? Bueno, creo que ya lo soy.

—Podríamos ir al cruce de caminos —la voz de Yoona me hace abrir los ojos.

El semáforo sigue de color rojo, peatones cruzan con tranquilidad y el sol me molesta por encima de los cristales oscuros. Me subo las gafas por el puente de la nariz y la miro. No parece que esté bromeando.

—Sería una pérdida de tiempo. Ya hemos discutido eso ahí arriba.

—Ya, pero es lo único que habéis discutido, así que no tenemos otras opciones.

—¿Qué tal dejar el tema de una vez?

—¡¿Perdona?! —grita total y completamente indignada. El semáforo vuelve a cambiar a verde, indicándome que arranque, cosa que hago mientras mi exnovia agita los brazos como una loca— ¡No voy a permitir que te maten, Donghae! ¡Tenemos que hacer todo lo que esté en nuestra mano para evitar que Astaroth te domine!

—¿Y quién te dice que no me ha dominado ya? —le gruño de vuelta.

Veo de soslayo cómo arruga cada facción de su rostro. Giro una esquina, tomando la dirección a su casa. No voy a pasarme todo el día metido con ella en ese bucle de discusiones sobre el mismo tema. Estoy cansado.

—Pues que te conozco. Puede que los últimos meses hayamos estado bastante alejados, pero creo que sería capaz de notarlo si hubiera pasado algo con Astaroth.

Hugs with the Devil [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora