60. El nuevo Astaroth

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Partieron a buscar a Claudia en cuanto Marcus Alejandro se subió a su caballo. Tenía los ojos hinchados y la respiración agitada, digna de un hombre que teme haber perdido para siempre al amor de su vida.

Julio, por su parte, apenas podía sostener la brida. Intentaba apretarla con una mano mientras el bebé lloraba contra su pecho, desesperado porque no quería seguir más tiempo en su brazo. Pero tenía que soportarlo. Los nervios de su padre iban a multiplicar el peligro. Y Julio no se fiaba de nadie que no fuera él mismo en ese momento, así que sus únicas soluciones eran cargarlo o esconderlo entre unos arbustos. Por muy buena que le pareciera la segunda idea, no sabía cuánto campo abarcaban los poderes de Astaroth. Si lograban encontrar a Claudia y salvarla pero perdían a Marcus Alejandro II, la culpa no iba a dejarlo dormir por las noches.

—El... el general Claudio no estaba tampoco —informó el castaño, intentando dejar de respirar por la boca—. ¿Crees que ese demonio se ha llevado al padre de Claudia para hacerla sufrir o que ha sido el enemigo quien los ha secuestrado a ambos? Ya no sé qué pensar. Les he dicho a todos que se preparen, pero el para qué es un misterio.

—Para todo. Tanto ellos como nosotros tenemos que estar preparados para todo.

Marcus Alejandro asintió lentamente, apretó sus dedos en la brida y se irguió sobre el caballo, su ceño fruncido, su mandíbula apretada, sus ojos azules tan oscuros que parecían negros. Los nervios habían sido cubiertos por una fachada de falsa seguridad y Julio lo sabía. Estar preparado para todo era sinónimo de tener la cabeza fría.

Se internaron en el bosque sin mediar palabra, atentos a todo ruido, movimiento, olor o sombra que pudiera sobreponerse al llanto del bebé. Los frondosos árboles, altos, viejos, deformados, le hacían ver cosas donde no las había. Algunas ramas le parecieron manos que se estiraban sobre ellos con la única intención de separarlos del caballo y lanzarlos de cabeza a las garras de Astaroth. Otros tenían madrigueras en sus troncos, con formas curvas que simulaban sonrisas. Como si cada uno de esos árboles se estuviera burlando de ellos, riéndose a carcajadas de su miedo. Casi era capaz de escuchar las risas colándose en sus oídos y quedándose a vivir en su cabeza.

Apretó al niño contra su cuerpo con más fuerza y se giró a mirar a su amigo, que también observaba los árboles que los rodeaban. Intentó mirar el cielo estrellado, pero las frondosas copas le impedían ver más que algunos huecos de color azul oscuro. Se mordió el labio. Tomó aire profundamente con la nariz. Nada de eso tenía que ver con Astaroth. El único demonio al que debía temer tenía consigo a la única mujer que le había importado en toda su vida, a su hermana de otra sangre, a la prometida de su mejor amigo.

Nada iba a acobardarlo.

Absolutamente nada iba a impedirle cumplir el trato que tenía con Lilith.

—Vamos a separarnos —sugirió Marcus Alejandro tiempo después—. Será más rápido.

—No es buena idea. Somos más fuertes juntos.

—Y más lentos —insistió—. Se trata de Claudia, hermano. Es la madre de mi hijo. No puedo dejar que siga sufriendo mucho más tiempo.

Los dos miraron al bebé. Marcus Alejandro estiró las manos, pidiéndole sostenerlo. Se lo tendió con cuidado, el mismo que el castaño usó para acomodarlo contra su cuerpo y mecerlo hasta que dejó de sollozar. El silencio que se hizo a su alrededor fue tenebroso. Se le puso la piel de gallina y eso nunca era una buena señal.

—Recorreremos este tramo separados y luego nos reencontraremos en el lago, ¿de acuerdo?

Marcus Alejandro besó la frente de su hijo y se lo devolvió. Luego asintió.

Hugs with the Devil [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora