CAPÍTULO 2: EL COMIENZO

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Después de varias horas de gritos, golpes, disparos y gruñidos, todo ruido existente cesó.

La hora de mis medicamentos llegó pero Eli no vino, ni ningún otro enfermero o enfermera.

– ¡Eli! – grité mirando por la ventanita de la puerta y comencé a golpearla. – ¡Eli! ¡Eli! ¡Alguien! ¡Alguien responda! – de pronto una persona se acercó y me asusté tanto que grité y me eché para atrás, me volví a acercarme con miedo y la miré bien.

Parecía tener la piel podrida y con partes desgarrada, colgando y aún sangrando, con dientes manchados de sangre y con trozos de carne, ojos grisáceo y mirada fija en mí, sólo gruñía y se escuchaba que golpeaba la puerta, como si tratara de alcanzarme.

¿Un posible caníbal? Seguramente pero con las heridas que parecía tener en la cara, era imposible que no sintiera dolor o que estuviera vivo.

– di hola o di una palabra. – sólo gruñía. – okay... tranquilizate Rory, estás segura aquí. – me susurré a mí misma, caminando de un lado a otro.

– hola Wilson. – dijo alguien afuera, me volví a asomar, era otro paciente igual a mí, lo sé porque alcanzaba a ver su bata. – ¿qué haces aquí? Deberías estar jugando damas chinas conmigo y con Dave. – comenzó a reír y el no vivo comenzó a acercarse a él.

– ¡no! ¡No! ¡No te acerques a él! – comencé a golpear la puerta y a gritar para llamar la atención del no vivo pero al parecer le llamaba más la atención el otro.

– parece que no puedes caminar bien, ven, deja te ayudo.

– ¡no! – grité con todas mis fuerzas, el hombre tomó al no vivo y este lo mordió en el cuello, luego se abalanzó sobre él y comenzó a comerselo en el suelo mientras el hombre gritaba y probablemente lloraba, lo más tétrico es que empezó a reír en cuanto llegaron más como el otro a comérselo.

Yo sólo vi todo llorando, vi un acto de canibalismo frente a mis ojos, en cuanto dejó de reír sólo me di la vuelta, me recargué en la puerta, me fui deslizando hasta sentarme en el suelo y abracé mis piernas.

¿Qué demonios está pasando afuera?

– tal vez aún sigo sedada. – me dije y tragué difícilmente saliva, tenía un nudo en la garganta. – y son alucinaciones de la enfermedad, no puede estar pasando esto en verdad, estoy dormida, estoy dormida, estoy dormida. – comencé repetir una y otra vez en voz baja.

Los gruñidos y los golpes a la puerta volvieron.

– estoy dormida, estoy dormida, estoy dormida....– mis ojos volvieron a humedecerse y a llenarse de lágrimas. –...estoy dormida, estoy dormida, estoy dormida, estoy dormida, estoy dormida. – miré por la ventana, ya era de noche, me levanté y me acosté en mi cama.

¿Qué va a pasar si no me tomo mi medicamento?

"Recuerda, estás dormida."

Miré mi mesa de noche, estaba mi cuaderno y mi crayón, tomé el crayón, me volví a levantar de la cama y tracé una pequeña raya en la pared, si cuando despierte sigue ahí, significa que lo del pasillo fue real y que hoy fue el día 1 de lo que sea que haya comenzado.

[...]

Aunque no pude conciliar fácilmente el sueño, lo logré, tristemente para la mañana siguiente la raya seguía ahí.

Así seguí hasta ahora, en total no he salido de mi habitación en 17 días, es lo que llevo sin medicamento y sin comida, por suerte agua sí tengo.

– si adelgazo un poco más, tal vez quepa por los barrotes, sólo necesito con qué romper la ventana y es todo, el suelo está a dos metros. – le dije a mi almohada. – por Dios, no puede ser que haya llegado al punto de hablarle a una almohada.

– yo sí lo creo. – escuché y volteé. – la puerta. – era Eli.

– ¡Eli! – me hizo una seña de que mantuviera silencio y me tapé la boca, sólo escuché el sonido de la cerradura girando y luego la puerta abriéndose. – dime que no eres una alucinación de la esquizofrenia. – me pellizcó. – okay, no lo eres. – lo abracé, jamás lo había hecho por lo obvio de que es enfermero pero en realidad necesitaba contacto humano.

– vámonos, aquí no estamos seguros.

– ¿a dónde vamos? – sólo me tomó de la mano y lo seguí, bajamos varias escaleras y entramos a la cafetería.

Allí había más personas. Sólo enfermeros, enfermeras y pacientes.

– ¿qué pasó con los guardias y los doctores?

– algunos sobrevivieron y alcanzaron a irse, otros no y están muertos en los pasillos. – respondió una paciente. – Abbey, 44 años, Bipolaridad Tipo II. – se presentó.

– Rory, 23 años, esquizofrenia paranoide y depresión crónica severa. – me presenté.

– ella es Aurora Grimes. – me presentó Eli. – una de mis pacientes.

– Abbey Cooper, ya se presentó ella, yo soy la enfermera Nataly.

– ¿no tienes apellido? – preguntó otra paciente.

– Espinoza, Nataly Espinoza.

– ¿y tú, apellido? – le pregunté. – ¿cuál es tu nombre completo, edad y tu enfermedad mental?

– Allison Freeman, 27 años, Trastorno Límite de la Personalidad.

– lamento eso.

– no tanto como lo tuyo.

– ¿gracias? – bufó y se fue a sentar a una silla.

Todos se presentaron, eran 7 pacientes y 5 enfermeros/as, Eli está seguro de que hay más personal y pacientes vivos pero es un lugar muy grande como para que cuatro enfermeros vayan a buscar más personas vivas, ya que un enfermero al menos debe quedarse con nosotros.

– yo opino que deberíamos largarnos de aquí. – soltó Kenny, un enfermero. – digo, es nuestro deber ver por los pacientes pero estaríamos arriesgando nuestras vidas más que afuera.

– Kenny tiene razón, son espacios reducidos, los muertos nos pueden atrapar fácil y en lo que abrimos las puertas... – opinó Nataly.

– ¿entonces los dejarán morir ahí? ¿A su suerte? – les pregunté.

– cuando llegaron los pacientes infectados, la mayoría de los pacientes estaban en las salas comunes y en las salas de juegos, había pocos en terapia y en sus habitaciones.

– es un psiquiátrico de 1000 habitaciones, ¿para ti cuánto es mayoría y minoría? – le preguntó Abbey a Kenny.

– no tengo un número específico pero las cámaras indicaban que había 240 en sus habitaciones, 100 en terapia, 50 en sesiones recreativas en grupo con terapeutas y los demás en las salas, sólo es un aproximado de números.

– 240, 340, en total son 390 menos 1000... Aún faltan 610. – habló por primera vez un chico de 17 años, Kendall Anderson, depresión crónica severa. – ¿qué? Era bueno en la escuela.

– nadie dijo nada, Kendall, no te preocupes. – le dijo Fay, otra enfermera, acariciandole la rodilla.

– entonces puede que haya más enfermeros que hayan dejado ir a pacientes, como ustedes, pero también puede haber 850 por ahí merodeando, muertos, buscando carne viva qué comer. – comentó Allison. – a la mierda con ellos, esto ya es yo primero. – se levantó de la silla, dispuesta a salir.

– piensa en los que se quedaron atrapados en sus habitaciones. – dije. – piensa que tú eres una de ellos, en algún momento lo fuiste, yo fui una de ellos, estuve encerrada 17 días en mi habitación sin comida ni medicamento.

– no todo en la vida es medicamento, Grimes. – respondió. – piensa en tu padre. – la miré confundida y rió. – cualquiera en este psiquiátrico se sabe la historia de la chica esquizofrenica que quiso desconectar a su padre en coma, piensa en eso antes de decirme que piense en los demás en pacientes y personas cuando el mundo ya es una mierda por un virus caníbal. – sólo me callé y me fui a un rincón.

Tiene razón. Demasiada.

Perfect [Daryl Dixon & Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora