Sasuke llevaba ya una semana de estar recorriendo las tierras que separaban Galadh Mallen, de su destino. Hacía tres días que había dejado atrás la frontera de Bosque Verde, y ahora atravesaba los campos cultivados de los campesinos, al Este de la capital Barad Môr. Todavía quedaban millas y millas para llegar a El Valle, y demoraría más aún al viajar solo de noche. No podía dejarse ver, mantenía una capucha sobre su cabeza todo el tiempo.
A pesar de parecer casi humanos, cualquiera que los viese de cerca sabría notar las diferencias que tenían los elfos con respecto a estos. Además sus alargadas orejas, lucían las facciones mucho más finas y delicadas. Su cabello oscuro y lacio y sus pupilas ligeramente ovaladas y más sencibles a la luz, le daban un aspecto más animal que humano. Eso sin contar la agilidad y resistencia que poseían; en todo el trascurso de su viaje, Sasuke solo se había detenido a dormir una sola vez. Su aran le recalcó la premura de su empresa; buscaría a ese tal Naruto, antes de que los soldados de Madara se hiciesen con él, y lo llevaría a Galadh Mallen, para que entrenara con total seguridad.
Al caer la tarde, abandonó su escondite debajo de un enorme árbol y comenzó a caminar con rubo Este. Horas pasaron y el paisaje a su alrededor cambió completamente. No habían árboles a kilómetros de distancia y la tierra estaba árida y seca. El sonido de los cascos de caballos le avisó que llegaba una caravana en el sendero por el que transitaba. Se hizo a un lado, pero no tenía donde esconderse en aquel lugar. Bajó la cabeza y cubrió más su rostro con la capucha, para siguir caminando mientras los escuchaba acercarse.
Divisó las armaduras de los jinetes y su estandarte, eran soldados de Madara. No podía arriesgarse a ser descubierto por ellos y si lo hacían, tendría que luchar. Tan cerca de la capital, la noticia de una batalla llegaría en tan solo un par de horas y recorrer lo que le faltaba en la condición de fugitivo, no era nada factible.
Debido a eso, se alejó unos metros del camino y buscando la magia en su interior, recitó un hechizo de invisibilidad antes de que los soldados lo vieran.
—Galad gail (Luz apagada)— pronunció y la poca luz que lo alumbraba se disipó. Si se quedaba totalmente quieto, los soldados pasarían y al mirar al lugar donde se encontraba, no verían nada.
La compañía estaba formada por seis hombres a caballo en la parte delantera de una carreta, y seis detrás. Él observó sus pesadas armaduras y sus espadas bien forjadas, no eran cualquier tipo de soldados, se veían bien preparados. Encima de la carreta estaba atada una muchacha de cabello rojo que mantenía una pose erguida, a pesar del lamentable estado en el que se encontraba.
Gracias a su excelente visión nocturna, pudo observar los golpes y heridas en el rostro de la joven. Ella miró a donde se encontraba con unos ojos verdes llenos de rabia, y por un momento, el elfo sintió que podía ver a través de su hechizo. La caravana pasó con rumbo Sur, alejándose de la capital, y solo cuando ya no los escuchaba, deshizo la magia y continúo su camino en busca del nuevo jinete de dragón.
⌘⌘⌘
Las ramas de los arbustos pasaban al lado de su rostro, casi golpeándolo. Sintió el frío de la nieve en sus pies "¿Pies?" Garras. El olor de una liebre de invierno llegó a su nariz y siguió el rastro. Todos los colores eran más vívidos a pesar de la oscura noche, todos los sonidos, más potentes. Extendió sus alas y en un instante el blanco suelo quedó atrás. Sobrevoló las copas desnudas de los abetos siguiendo el rastro. La blanca presa se confundía con la nieve, pero no para él, el gran cazador. Se abalanzó sobre la aturdida criatura y sintió su cráneo crujir entre los colmillos.
Naruto se levantó sobresaltado, ese tipo de sueños se hacían más recurrentes, en ocasiones hasta estando consciente. No comprendía el porqué, pero cuando se despertaba le costaba unos segundos asimilar quién era. Hacía ya casi dos semanas del nacimiento de Kurama. El dragón creció tan rápido, que tuvo que sacarlo de la casa y construirle un refugio de madera en la copa de un árbol, en un claro a casi un kilómetro. Cuando aprendió a volar, le dijo que se mantuviera lo más bajo que pudiese para que nadie lo viera, y el animal así lo hizo. Entendía perfectamente todo lo que le decía.
Era inquietante el vínculo que había formado con la criatura, en ocasiones tenía una necesidad imperiosa de verlo y recorría el camino hasta el claro más de dos veces al día. Gracias a que Kurama era un cazador nato, no tuvo que preocuparse por alimentarlo e incluso en ocasiones, él le traía conejos y cervatillos como regalo. Naruto le mentía a Sarutobi sobre la procedencia de las presas, y el viejo más que feliz, no hacía demasiadas preguntas.
Terminó de cortar leña casi al mediodía, no podía esperar más para ver a su dragón. Sin tomar alimento salió corriendo hasta el escondite, lo vió trepado en la rama de un árbol grande, batiendo sus alas. La madera crujía y la nieve caía por el movimiento, pues Kurama ya tenía el tamaño de un caballo pequeño. De un salto, aterrizó delante de Naruto y el muchacho lo estrechó en un abrazo.
—¿Me extrañaste, amigo?— preguntó feliz, mientras le rascaba el peludo cuello —Tenía muchas ganas de verte.
Naruto observó debajo del árbol y vió los restos de la liebre con la que había soñado. Una vez más, otra coincidencia. La única explicación que podía darle era que la mente de Kurama y la suya, se unían durante el sueño.
—Naruto— escuchó, y temeroso giró para ver el camino por el que había venido. Nadie —Soy yo— miró al dragón con los ojos abiertos como platos y un nudo en el pecho —Naruto.
—¿Estás... estás hablando? ¿Kurama?— le tembló la voz y cayó sentado. El dragón bajó el morro y lo observó con unos ojos rojos y brillantes.
—Escuchas mis pensamientos y yo escucho los tuyos. Soy tu dragón, tú eres mi jinete, estamos conectados en mente y espíritu— La voz resonó en su cabeza y extendió una mano que Kurama alcanzó a medio camino con el hocico.
—¿Cómo? ¿Cuándo... cuándo aprendiste a hablar?— preguntó el muchacho apresurado, aún sin poderlo creer.
—Aprendí las palabras de tu mente, pero solo hoy fuí capaz de utilizarlas— respondió, su voz era grave y cálida de cierta manera —También has conectado conmigo, visto y oído lo mismo que yo.
—¡Sí, es cierto!— se puso de pie —¡Por todos los cielos, estás hablando!— gritó y Kurama agitó las alas, su envergadura era más del doble del largo de su cuerpo. Naruto entonces se quedó quieto y con semblante serio —¿Por qué yo?— el dragón entendió de inmediato y se sentó sobre sus patas traseras.
—No lo sé, llevaba muchos años en ese huevo. Solo recuerdo el pasar del tiempo, nada más, después una urgencia de romperlo. Cuando te ví, supe que eras tú, mi compañero— ladeó la cabeza —¿No me deseas como tal?
—¿Bromeas? Me siento tan afortunado, y a la misma vez... temo por tí y por mí— Kurama sintió la preocupación en la mente del joven y volvió a agitar las alas. Pero de repente, y bajo la vista confundida del chico, su instinto de supervivencia lo inquietó y el pelo del lomo se le erizó por completo.
—¡Sube!— gruñó
—¿Qué quieres decir? ¿Que suba a dónde?— preguntó Naruto, golpeado por la inquietud de su compañero, como si compartiera dicho instinto.
—A mi lomo, Naruto ¡Sube ya!

ESTÁS LEYENDO
PRESAGIO (Terminada)
FanfictionEn el principio de los tiempos, cuando no habían ni siquiera personas en esta tierra, los dragones vivían y cazaban con absoluta paz. Criaturas magníficas e increíblemente mágicas, caminaron y volaron por los mismos parajes que nosotros habitamos ah...