64. "Haciendo una espada"

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Cuando Naruto estuvo listo, sintió como la consciencia de la elfa entraba en su cuerpo, con el objetivo de dominarlo. Al inicio fué realmente difícil ceder, tenía el impulso de expulsarla, pero tras varios regaños por su parte, lograron completar el enlace.

Esta comenzó a caminar de un lado a otro, daba pequeños saltos y carreras para adaptarse a la musculatura del jinete. Naruto se sentía como un espectador, reprimía sus ansias de tomar el control, sobre todo cuando la elfa sacó una vara de metal candente de su fragua y le quemó una mano.

Tus brazos son más largos que los míos, tendré que adaptarme— dijo seria. El muchacho podía percibir su concentración.

Con un hechizo sanó su herida y luego prosiguió con lo que hacía. Martillaba la barra de metal sobre el yunque, cuando esta se ponía roja, la volvía a introducir a la fragua y esperaba que volviera a calentarse hasta el punto de tornarse casi blanca. La torció y picó, intentando recrear todos los movimientos que haría, una vez que estuviese forjando la espada. Al final, suspiró profundamente.

Bueno, tendrá que servir— dijo seria.

Utilizando magia, logró que la arena que Naruto había traído, se prensara y formara dos moldes rectángulares, bastante alargados. Le dijo a Kurama que se detuviera cuando este se preparaba para soplar por décima vez. Miró por la pequeña rendija, se colocó un delantal y unos guantes de cuero grueso, para después abrir la parte superior del horno y sacar el recipiente con el metal fundido, utilizando unas largas tenazas. Lo vertió en los moldes y salió del cuerpo del jinete, quien soltó un profundo suspiro al sentir de nuevo su carne.

Tenten entró a la casa para volver con una jarra de vino y varios panecillos de frutos secos. Naruto los tomó agradecido y lanzó uno a su compañero, que lo atrapó con un chasquido de sus fauces.

—Come todo lo que puedas, necesitarás mucha energía. Cuando ese metal se enfríe trabajaremos hasta el amanecer— y ahí se iba su noche con el ernil. Suspiró resignado.

La elfa volvió a adueñarse del cuerpo del jinete, rompió los moldes y tomó una de las dos barras rectángulares que había hecho. La calentó en su fragua hasta que tomó un color blanquecino y comenzó a golpearla con su martillo, alargándola y doblándola sobre sí misma, en medio de las chispas.

Cuando se enfriaba volvía a hacer todo el proceso, repitiéndolo una docena de veces hasta que estuvo satisfecha. Solo entonces, empezó a darle la forma de un diamante bien alargado en un extremo y en el otro lado lo redondeó, haciendo una especie de mango.

Dejó la pieza en un bracero de carbón y tomó la otra barra, repitiendo el proceso, pero esta vez, la fucionó a golpes con un pedazo de acero y le dió forma de una V bien larga. La puso en el bracero para tomar la otra parte nuevamente y calentarla.

Luego empezó la difícil tarea de unir las dos piezas a puro golpe de martillo y fuego. Estas empezaron a tomar la forma de una espada de aspecto brusco y oscuro. El centro era más grueso, pero de un metal más suave para darle flexibilidad, y tenía una hendidura a lo largo de la hoja. Los bordes finos y duros, para lograr un buen filo y resistencia.

La sostenía delante de sus ojos, evaluaba si estaba completamente recta y volvía a calentarla para corregir las imperfecciones. Cuando terminó, la puso al rojo vivo por una última vez y de repente la introdujo en un barril con agua fría, inundando el taller de vapor y logrando un temple perfecto del arma.

Trabajaron sin descanso durante todo el día. Cuando la elfa salió del cuerpo de Naruto, este no pudo evitar caer al suelo, cada articulación y músculo le dolían muchísimo. El agotamiento que experimentaba le hacía respirar con dificultad.

—Hicimos un buen trabajo, muchacho, ve a descansar. La espada ya está prácticamente formada, por lo que podré hacer el resto sin problemas— Naruto asintió agradecido y se dejó caer en el suelo, apoyándoce en Kurama, que dormitaba tranquilo en la oscuridad.

Cuando el calor del Sol le golpeó el rostro, despertó todo rígido y adolorido. Al percatarse del lugar en donde se encontraba, se puso de pie rápidamente y miró alrededor. Tenten estaba sentada en una silla, tomando una taza de algo que parecía té de hierbas. Sonrió el verlo, lo que extrañó al chico.

—Acércate, acabo de terminarla— dijo y tomó un sorbo de su bebida. Naruto caminó hasta la elfa y esta señaló el arma que estaba sobre el yunque, cubierta por una tela blanca. El muchacho la destapó y contuvo la respiración, sus ojos no dejaban de recorrer la magnífica espada que tenía delante —Rara, ¿verdad? Cuando pulía, la hoja comenzó a tornarse de ese color. Creo que tu dragón le transfirió algo de magia al metal, mediante su fuego.

—Nunca había visto una espada roja— balbuceó Naruto.

—Yo tampoco— afirmó y se encogió de hombros.

La hoja solamente medía tres dedos en el extremo más ancho de esta, el veceo //N.A. hendidura en el medio del arma//, llegaba casi hasta la punta. Su color era rojo brillante en los filos, pero se tornaba más oscuro en el centro, casi hasta llegar al negro donde se unía con la cruz.

Pero eso no era todo; Tenten le había hecho una guarda de oro, tallada con arabescos elaborados, característicos del pueblo edhil. El mango cubierto prolijamente por cuero negro, y en el pomo estaba asentado un rubí de gran tamaño.

—Ese es un regalo del pequeño Itachi— dijo ella, al notar que Naruto lo observaba con la boca abierta. Él sonrió al escucharla llamar "pequeño", al rey de los elfos —Vino tarde la otra noche a dejarlo, junto al oro que utilicé. Con lo que sobró te hice estas— extendió la mano y le enseñó a Naruto un par de alianzas. El jinete las tomó y sonrió amplio, se acercó a la elfa con la intención de darle un abrazo de agradecimiento, pero ella usó sus manos como escudo —Ni se te ocurra— advirtió con una sonrisa que él imitó.

Le hannon (Gracias)— dijo Naruto, llevando sus dedos a la frente y haciendo una reverencia.

—Sí, bueno...— ella se rascó la nuca —Adelante, muchacho, prueba tu espada.

Se guardó los anillos dentro de un bolsillo y tomó el arma. Poniendo los dedos justo por debajo de la guarda, comprobó que tenía un balance perfecto. Era ligera y cómoda de sostener, la blandeó en el aire admirando el color de la hoja a la luz del Sol, y después de hacer unos giros, la sostuvo con las dos manos y se la enseñó a Kurama.

Sin duda es magnífica— dijo su compañero —¡Corta algo! Quiero ver— Naruto buscó a su alrededor algún objeto en el que probar el filo, y vió que Tenten había puesto una barra de metal sobre el yunque.

—Creo que... es demasiado, no quisiera mellarla tan rápido— dijo con nerviosismo.

—No seas tonto, es una espada de jinete— rodó los ojos.

Él se acercó, tomó aire y sostuvo el arma sobre su cabeza, la bajó con un rápido moviendo y el metal quedó cortado limpiamente a la mitad. Examinó sorprendido que la hoja estaba intacta y sonrió.

—Ten, guárdala aquí— la herrera le arrojó una vaina de cuero negro con la boquilla de oro tallado, similar a la empuñadura —Antes de irte, debes nombrarla.

Naruto la miró nuevamente, observando cada detalle y buscó un nombre adecuado para la magnífica espada. Sin pensarlo mucho, se decidió por uno.

Sûl naur (Viento de fuego)— uno de los primeros hechizos que le enseñó su padre. Sintió el arma vibrar en sus manos y luego la hoja se encendió con un fuego dorado, absorbiendo ligeramente su energía —¡¿Pero qué...?!— estaba realmente confundido, no había lanzado el hechizo en ningún momento.

—Increíble— se acercó la elfa a mirar —Corta el flujo de angol— pidió. Naruto lo hizo y el fuego se extinguió —Ahora vuelve a nombrarla...— cuando el jinete pronunció su nombre, el fuego volvió a surgir.

—¿Qué ocurre..?— preguntó impresionado.

—Al parecer descubriste el nombre verdadero de tu espada.

PRESAGIO (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora