43. "La sirvienta"

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La belleza de la ciudad élfica la tenía cautivada. Nunca en su agitada vida había respirado con tanta paz. No se sentía así de afortunada desde la vez en que Tsunade la rescató de la miseria. El castillo colgante de los elfos era una maravilla por explorar, aprovechando que Sasuke se había reunido en privado con el aran, y Naruto con el jinete veterano, decidió recorrer cada parte de este. Las vistas de la comunidad edhil en los puentes colgantes, le sacaba suspiros.

La mayoría de los sirvientes la saludaban al pasar, otros, temerosos, se apartaban de su camino pero siempre con discreción. No le molestaba, sin dudas había recibido tratos mucho peores, desde que fué desterrada de la tribu. Se sentó en un banco de madera tallada en uno de los salones abiertos, disfrutando de la brisa y el olor de la primavera eterna, y entonces una elfa de cabellos rubios se acercó al barandal, para mirar hacia abajo con una enorme sonrisa.

—¿No es divina...?— preguntó. Sakura dudó en contestar, no sabía si le hablaba a ella.

Miró alrededor, pero no había nadie más. Entonces la elfa caminó y se sentó a su lado.

—¿Es conmigo?— preguntó apenada.

—¿Con quién más?— rió ella. Sus ojos extrañamente azules para un elfo, le parecieron dulces y alegres.

—Sí, Galadh Mallen es preciosa— contestó al fin, recibiendo otra sonrisa como pago.

I ineth nín Ino iel (Mi nombre es Ino, la doncella)— se presentó —Trabajo aquí en el palacio.

—Oh... eh, im Sakura (soy Sakura)

—Lo sé,— sonrió ella —todos hablan de tí— la pelirrosa frunció un poco el ceño —No te preocupes, solo están curiosos. Eso sí, nadie se atreve a acercarse.

—Puedo imaginar— suspiró —¿Por qué tú sí?— preguntó con curiosidad.

—Porque te ví y me pareciste hermosa— dijo con sinceridad, tomándola por sopresa —El color de tu cabello... es como si llevaras la primavera a cuestas.

Sakura se sonrojó ante el halago, nunca le habían dicho algo como eso. Un poco avergonzada, tomó un mechón de su cabello y comenzó a jugar con él. La elfa se puso de pie y después se inclinó hacia adelante, para igualar su altura.

—¿Quieres ver algo increíble?— le susurró en secreto.

—Sí...— respondió sin pensar y lo siguiente que hizo, fué ser arrastrada por la atolondrada elfa, para recorrer los pasillos y puentes de la construcción.

Subieron hasta lo más alto del palacio edhil. Una escalera vertical les permitió llegar hasta una trampilla que servía de acceso al techo. Sakura giró sobre sí misma, admirando la increíble vista de Galadh Mallen, desde una atalaya con forma redonda.

Las barandas y columnas talladas, estaban cubiertas por enredaderas de flores. Se agarró de ella y observó entusiasmada las copas de los árboles más abajo, cubiertos por los rojizos tonos del Sol al atardecer. Ino se acercó y se apoyó de espaldas, esperando a que su reacción de incredulidad pasara.

—Justo cuando pensé que no podía ser más linda— suspiró la embajadora, de repente fijando su vista en los mechones largos y rubios de la edhel, que se movían con la brisa.

—Será nuestro secreto— rió bajito y se acercó —Esta atalaya es de la princesa.

—¿No se molestara si se entera?— preguntó con semblante preocupado. Lo último que quería era que la Hen Ithil la odiara.

—Por supuesto que no— Ino le quitó importancia con un gesto de su mano —Hinata caun (princesa) es muy buena. Siempre me perdona, a pesar de mis desastres.

—¿Tú trabajas para ella?— indagó la pelirrosa.

—Soy una de sus sirvientas, sí. Un enorme honor.

—¿Y... sabes algo de si aceptó el compromiso con el jinete?

—Pues no— Ino se encogió de hombros —Cuando está confinada nadie puede entrar a sus aposentos, hasta la preparación para la ceremonia del juramento— explicó.

—Entiendo— murmuró ella y luego suspiró. Esperaba que hubiese alguna manera de ayudar a Sasuke y a Naruto con su problema.

En ese instante, el viento movió las copas y una hoja voló hasta caer justo en su cabello. Ambas rieron y la elfa se estiró para quitarla. Estando tan cerca, sus ojos se encontraron y Sakura sintió que los colores le subían al rostro.

—No puedes estar más rosa ahora mismo— señaló la elfa con diversión.

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Cerraba los ojos y seguía viendo letras y más letras del alfabeto elfo. Aún después de hacer varias copias torpes de este, Jiraiya amlugben le había dejado la tarea de entregarle tres más, al día siguiente. Kurama también estaba agotado, Gama lo hizo dar volteretas casi imposibles en el aire durante todo el día, así que Naruto le permitió volver a su plataforma en el adabnel, antes de que él terminara sus lecciones.

Mientras caminaba por el sendero de piedras, guiado por las antorchas sin llamas a los lados, miraba la cubierta café del diario de Minato. Tenía en sus manos todos los secretos de su antiguo maestro y no poder leerlos, sin dudas era frustrante. Fué una gran sorpresa saber que era un jinete, se preguntaba porqué no se lo había dicho ¿Acaso no confiaba en él?

—¿Pero qué hacía un guerrero como Minato, en El Valle de las Hojas?— murmuró —Lejos de Los Rebeldes o incluso, de la ciudad élfica ¿Si eras un jinete, por qué tu espada lleva el nombre de "asesina de dragones"?

Su caminar se detuvo cuando divisó al sirviente elfo al final del sendero. Este le ofreció el saludo acostumbrado y el muchacho asintió.

Amlugben, el aran solicita su presencia. Desea que lo acompañe en la cena de esta noche— pidió.

Naruto suspiró, por mucho que le agradara la idea, estaba agotado y todavía tenía trabajo que hacer. De igual forma, no podía decir no, así que llegó primero a su casa en el árbol, dejó el diario y después siguió al elfo hasta el palacio edhil.

Era una sala sin paredes, ubicada casi arriba de todo, rodeada de columnas e iluminada por luces azuladas y blancas. Una mesa redonda hacía de centro donde ya habían servido los platos, consistentes en ensaladas de verduras y tubérculos, pasteles de frutas y panes de diferentes tipos.

Itachi aran, entró al comedor casi al mismo tiempo que él. No pudo evitar comparar la actitud modesta de los elfos con la ególatra manera en la que el rey Gaara los hizo esperar a todos.

El aran se acercó y Naruto, como era correcto, saludó primero, llevando los dedos a su frente.

—Me alegra que haya decidido acompañarnos. Sé que es un poco desconciderada mi petición, conociendo de antemano que debe estar agotado por las lecciones. Sin embargo hay un asunto de gran importancia que debemos tratar— explicó.

—Para mí es un honor acompañarlo— respondió el muchacho, e Itachi le ofreció esa sonrisa triste que no llegaba nunca a sus ojos.

Le sorprendió ver que todas las sillas eran iguales, ninguna estaba más decorada que las otras y como la mesa era redonda, ningún lugar era distintivo. Sakura y el ernil entraron a la sala y después de saludar al rey, se dirigieron a él.

—¿Cómo fué tu día?— preguntó ella con una sonrisa, pero Naruto no la miró. Estaba observando la reacción de Sasuke al verlo vestido con las ropas élficas que llevaba.

—Maravilloso,— respondió con sinceridad y el príncipe enrojeció ligeramente—y debo suponer, que el tuyo también— añadió, mirando una corona de flores que llevaba en su cabeza.

—Como ya estamos todos, comamos— indicó Itachi y tomó asiento.

La cena transcurrió tranquila bajo los acordes dulces de un arpa que era rasgada por una elfa de cabellos plateados. Todo estaba delicioso, pero Naruto comenzaba a extrañar la carne. Se llenó de pastel de moras y después degustó el exquisito vino de uvas, que estaba dispuesto en una jarra de plata.

PRESAGIO (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora