40. "Tregua"

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Sasuke dejó la estancia sin despedirse, Naruto se quedó un minuto mirando hacia la puerta por la que había salido y solo entonces, siguió al sirviente elfo escaleras abajo. Recorrió un sendero de piedras iluminado por extrañas antorchas sin llamas, parecidas a las que había visto en la guarida de Los Rebeldes, solo que estas eran de color azul y estaban fijadas en el suelo. Después de caminar un rato, se detuvieron frente a un enorme árbol, apartado de los demás. Comenzaron a subir una empinada escalera en espiral hasta la copa. A Naruto le ardieron las piernas por el esfuerzo. Casi cuarenta metros más arriba, entraron por una trampilla a una casa completamente de madera.

Otra vez notó como las paredes y techos no tenían clavos ni junturas. La habitación principal era redonda y amplia, en una esquina tenía una enorme cama cubierta de sábanas blancas, a su lado, una mesa con dos sillas. En el otro extremo un agujero en el suelo, también redondo y sobre este, en la pared cercana, una ranura rectángular. Naruto lo miró con extrañeza, no tenía idea de para que servía.

Subió tres escalones, atravesando un arco hermosamente tallado y admiró la siguiente habitación. Vió un escritorio inmenso lleno de pergaminos en blanco y plumas de ganso dentro de un tintero. En la pared de la derecha un estante con libros y más rollos de papel. En el otro extremo, un enorme ventanal circular que daba a una plataforma de madera, cubierta por las ramas del árbol.

Un temblor sacudió el lugar cuando Kurama aterrizó sobre esta. "Para eso sirve", pensó el muchacho. Sin dudas a los elfos le gustaba la comodidad y lo práctico.

—Si amlugben no desea nada más, me retiro y lo dejo descansar— dijo el elfo, a un lado de la trampilla.

—Espera— pidió Naruto y él hizo una leve reverencia —¿Por qué me trajeron a este lugar? ¿No era mejor quedarme en el palacio?

—Será un honor para mí, responder a sus preguntas. Los jinetes siempre se han alojado en las adabnel (casas del cielo). Están alejadas de lo demás y eso les permite concentrarse en sus estudios— explicó.

—¿Otros jinetes se han alojado aquí?— preguntó Naruto, mirando alrededor sorprendido. El elfo asistió y el muchacho adornó su cara con una enorme sonrisa.

—Sí no es de su agrado, podemos prepararle otra habitación— él negó con entusiasmo —¿Algo más que desee preguntar?

—No, no, gracias.

—Es un verdadero placer— hizo otra reverencia y descendió por la trampilla.

—¡Kurama!— Naruto corrió hasta la plataforma— ¡Otros jinetes y dragones han estado aquí!— dijo emocionado.

Lo escuché— el dragón se acurrucó y colocó el morro en el suelo de madera.

—¿Ocurre algo?

El muchacho pudo percibir un sentimiento de tristeza proveniente de su compañero. Se sentó por un momento a un lado de su cuello y dejó que el silencio llenara el espacio. Entre el follaje titilaban las luciérnagas, la brisa suave las arrastraba con sus hondas. A lo lejos comenzó a escucharse una voz de increíble dulzura, entonaba canciones en el idioma antiguo. El jinete cerró los ojos, disfrutando de la melodía.

No hay más, Naruto, soy el único.

—Lo sé, compañero— dijo con tristeza.

Lo he sabido hace mucho, pero... estando aquí, no puedo dejar de pensar que cuando muera, mi raza desaparecerá de la tierra— el muchacho acarició su pelaje.

—Lo lamento mucho, haría lo que fuera para que los dragones volvieran— Kurama soltó un quejido lastimero y Naruto no tuvo corazón para dejarlo dormir solo.

PRESAGIO (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora