9. "La masacre de Aínsa"

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Naruto se colocó la capa gris sobre los hombros y cuando estaban ya a la entrada del pequeño pueblo, se cubrió la cabeza. Kurama se quedó lejos de allí, buscando presas para comer, pero siempre permanecía en contacto con la mente de su jinete.

Entraron por la calle principal caminando y llevando a los caballos por las bridas. No se veía a nadie fuera de sus casas, aunque era temprano para que las personas se recogieran.

—Que extraño, recordaba Aínsa mucho más animada— dijo Minato, observando las viviendas. El final de la calle se encontraba cerrado por una carreta de fardos de heno, y esto al parecer encendió las alarmas del mayor —Tenemos que salir de aquí ¡Rápido!— advirtió.

Giraron a la derecha y quedaron horrorizados; una colina de cuerpos calcinados se alzaba delante de ellos. Naruto tapó su nariz con el brazo, el olor a carne quemada le revolvió el estómago. Observó con terror como en la punta del montón de cuerpos, había clavada una vara con un niño empalado, que no llegaría a los tres años de edad. No pudo aguantar más y vomitó. Minato maldijo entre dientes.

—¡¿Ésto es lo que hace Madara con quiénes no le obedecen?!— gruñó. Tan enojado como estaba, no se percató de la amenaza que tenía a su espalda.

—Madara, no...— una voz gruesa con un acento extraño, lo hizo girar y desenfundar la espada —nosotros los matamos— rió.

Naruto se volteó para ver a unos diez metros, cinco hombres de enorme tamaño con músculos sobrenaturales. Tenían los ojos rasgados y el cabello de extraños colores, yendo del rosa hasta el morado oscuro, con cuernos negros encorvados como toros. Uno sonrió y pudo ver que sus colmillos eran más puntiagudos de lo normal, como los de un lobo. Llevaban el torso desnudo y sus piernas cubiertas por un taparrabo de cuero, y una serie de tatuajes rojos con runas en la piel bronceada. Los caballos, sintiéndose amenazados, comenzaron a relinchar.

—¿Qué son...?— preguntó asustado.

—La peor de las razas, muchacho, hombres bestia— espetó y apuntó su espada al más alto de los cinco —¡Han sobrepasado los límites de su crueldad al matar a estas personas, solo para emboscarnos!— gritó furioso.

—Humanos débiles, basuras, no merecen vivir. Nosotros te llevaremos con Madara, jinete, y nos pagará bien— los cinco rieron.

—Naruto...— llamó Minato —...prepárate para luchar.

El muchacho sacó su espada, su pecho estaba apretado por la rabia. Volvió a mirar la pila de cadáveres y sus dientes crujieron. Los mataría a todos por lo que hicieron, mataría a Madara por ser capaz de contratar a semejantes bestias y llevarlas a una aldea que supuestamente debería proteger. Haría justicia para todos esos muertos. Apretó la empuñadura con las dos manos y puso la hoja afilada en guardia.

Dos de las bestias se lanzaron al ataque, con cada zancada que daban el suelo temblaba por su peso. Minato fué el primero en atacar, interceptó el hacha de uno de ellos y haciendo un giro de muñeca, la lanzó lejos. En un segundo de distracción del enemigo, giró con paso ágil y al volver clavó la espada en su vientre. Cuando la sacó, abrió un enorme tajo y el agresor cayó al suelo, herido de muerte.

Naruto paró el golpe de un garrote con su espada, sus brazos sintieron la fuerza de la bestia y a punto de ceder, giró a un lado haciendo que el enorme hombre avanzara dos pasos por la inercia y lo apuñaló por la espalda. El vello de su cuerpo se erizó al sentir la carne ser cortada por su espada. Era el primer hombre que mataba, y no le gustó la sensación. Lo asqueó aún más.

Minato llamó su atención, al parecer el número de atacantes iba en aumento. Salieron cuatro más de entre las casas al costado de la calle. El mayor se vió rodeado.

PRESAGIO (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora