77. "Noche con las bestias"

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Cuando la oscuridad inundó el campamento de los carneros, la enorme hoguera del centro iluminó el lugar. En otras más pequeñas se asaban varios venados que servirían de alimento para la manada. Kiba había ordenado traer algo de fruta para sus invitados elfos y para Naruto, quien después de su entrenamiento con Jiraiya, no había vuelto a probar la carne.

La cerveza era espumosa y fuerte, muy deliciosa. Despejaba su mente un poco de las preocupaciones y le permitía observar el actuar de aquella raza que hasta hacía un día, eran su peor enemigo. No pudo evitar encontar similitudes con los humanos, sobre todo porque, para su sorpresa, los carneros cuidaban mucho de sus ancianos. Estos eran pocos, pero los integrantes de la manada, principalmente las mujeres, los atendían hasta el punto de servirles los alimentos antes que a cualquiera y cubrirlos con pieles del frío nocturno. Los niños eran al menos cincuenta, los que podían correteaban de un lado a otro con muchísima energía. Gritaban, gruñían a su alrededor, pero cuando Naruto hacía ademán de ponerse de pie y alcanzarlos, salían corriendo a esconderse.

Sasuke había permanecido con su semblante frío en toda la velada, no lo quitaba la vista de encima a su hermana y tampoco se había dignado a hablar con Sakura nuevamente. Naruto pensó que era mejor darle su espacio, no quería insistir demasiado y ocasionar una pelea. Simplemente no era el momento más propicio para tener una conversación. O al menos eso pensaba, pero cuando el alfa de los carneros se agachó al lado del banco donde estaba sentada Hinata y le habló, el elfo gruñó y casi se puso de pie, pero Naruto tomó su brazo y se lo impidió.

—Suéltame...— siseó.

—Sasuke, piensa lo que estás haciendo, no estás siendo razonable— señaló con el ceño fruncido.

—¿Tengo que quedarme de brazos cruzados mientras una bestia pretende a mi hermana?— inquirió.

—Hinata es una adulta, y estoy más que seguro de que sabe como lidiar con él. Recuerda que estamos en una visita, necesitamos evaluar la posibilidad de una tregua con con los ojos abiertos, ernil,— Sasuke apretó los labios ante el nombramiento de su cargo —no nublados por la rabia y el rencor.

—Es fácil para tí decirlo...

—¿Seguro?— preguntó, notando que su esposo se había tornado irracional.

—No sabes lo que se siente, nunca tuviste una familia— señaló.

Naruto apretó la jarra de cerámica que sostenía en la mano. Sasuke estaba tan cerrado, que incluso lo había herido sin darse cuenta. Cuando el elfo reaccionó a su actuar, abrió los ojos con preocupación e intentó tocar su consciencia, pero amlugben no se lo permitió.

—Creo que es mejor que vuelvas al campamento— señaló en tono frío.

—Naruto... yo no pretendía...

—Ya dijiste suficiente. Retírate, ernil, es una orden— dijo en voz baja.

Sasuke se puso de pie y Naruto vió como sus manos se volvieron puños a su costado, luego se fué sin despedirse.

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Una pequeña niña de cabello lila se le acercó por un costado, llamando la atención de Hinata. Ella le sonrió y la pequeña retrocedió un paso y buscó con la vista a la que supuso era su madre. La mujer bestia, que conversaba en un grupo cercano, instó a la pequeña para que no tuviera miedo. La princesa, divertida, se inclinó para tomar un brote de diente de león en el suelo, y con un hechizo hizo crecer la planta hasta que aparecieron dos pequeñas flores de color amarillo. Se las ofreció a la niña y solo entonces, ella tuvo el valor de acercarse.

—¿Cómo hiciste?— preguntó, mirando a la flor.

—Es magia— dijo Hinata, fingiendo un secreto —¿Quieres ver más?— la niña asintió entusiasmada.

Hinata le pidió la flor y con otra oración en el idioma antiguo, se convirtió en una corona de flores. Se la colocó en la cabeza suavemente y sonrió. La pequeña chilló contenta y se fué corriendo a mostrar su regalo a su madre.

Kiba, que hasta el momento conversaba con Sakura y dos de sus hombres de confianza, observó toda la escena con ojos divertidos. Desde que entró al campamento de Los Rebeldes y vió a la elfa, no se la había podido sacar de la cabeza. Maldijo haber perdido en su enfrentamiento, aunque sabía que aún si ganaba, no tendría el valor de tomarla a la fuerza. Ella era diferente, se veía delicada y exquisita.

—¿Puedes limpiarte la baba?— dijo Shikamaru a su lado, su mano derecha.

—Quiero follarme a esa mujer— murmuró con una media sonrisa.

—Claro, pero para eso tendrás que pasa por encima de su hermano y cuñado, que por si no recuerdas, son un príncipe y un jinete de dragón.

En ese justo momento, los ojos grises de Hinata lo observaron con curiosidad.

—Me está tentando, Shikamaru... ¿Qué no ves?— gruñó bajo y sintió a Sakura reírse en tono de burla.

—Solo te miró un momento— dijo la pelirrosa.

—Verán...— dijo el alfa y silbó, llamando la atención de otro grupo de chiquillos. Le dijo algo al oído del mayor, luego todos corrieron hasta la princesa y Kiba vió como enrojeció cuando recibió su mensaje.

—¿Qué le dijiste?— inquirió Sakura y el alfa, luego de encogerse de hombros, se puso y de pie y caminó hasta donde Hinata se encontraba.

Sonrió al notar la mirada asesina de Sasuke en su nuca, pero ni siquiera le prestó atención. Se agachó al lado de la elfa, tan cerca, que pudo sentir el olor a flores en su cabello negro.

—¿Aceptas?— preguntó ronco.

—No tengo intenciones de dormir con alguien que me envía el mensaje con un par de niños. Que desvergonzado...— regañó.

—¿Entonces se lo digo personalmente...?— preguntó ladino.

—Ni siquiera lo conozco ¿Por qué quiere compartir su lecho conmigo?

—Porque desde que la ví, solo he pensado en como se vería mi vara enterrada en esa boca tan carnosa, o preguntándome de que color es su coño— la princesa elfa enmudeció ante el descaro y la vulgaridad con la que él le hablaba, pero no pudo evitar imaginar lo que estaba diciendo y apretó las piernas —Es que ya puedo olerlo...— murmuró, deslizando de manera muy disimulada un dedo por su pantorrilla. Aún sobre la tela del vestido, Hinata sintió que el tacto era demasiado caliente. La estremeció.

Tragó en seco cuando vió a Sasuke incorporarse y luego irse de la reunión. Naruto se había puesto demasiado serio, mirando hacia la hoguera que tenía al frente. Sin dudas su hermano no iba a aprobar algo como eso... Miró a Kiba, quien permanecía con esa sonrisa pícara y los ojos negros clavados en su rostro.

—Me temo que no puedo ceder a sus "galanteos"— dijo, forzando una pose.

—Soy paciente, princesa elfa. No tardarás en caer, el olor de tu excitación te delata.

—No soy cualquier mujer— exclamó molesta.

—Para nada, ninguna me había puesto tan duro— emitió un gruñido cuando se puso de pie, de nuevo haciéndola percatarse de su gran tamaño. En sus pantalones apretados, aún con la gruesa piel, Hen Ithil notó una increíble erección que tornó su rostro rojo como una manzana. Kiba emitió una risa gutural y después la dejó sola.

PRESAGIO (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora