74. "Parley"

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—Yo soy Naruto,— contestó la formalidad —él es Kakashi, jefe de Los Rebeldes, el rey de Suna, Gaara, Sasuke y Hen Ithil, príncipes del pueblo elfo, y Sakura, embajadora— presentó a todos sin apartar la vista del recién llegado —Dinos cuáles son tus intenciones ¿Por qué pediste parley justo antes del estallido de la guerra?— Kiba emitió un sonido extraño y gutural con la garganta y apretó los puños.

—He venido como cabeza de mi tribu, a pedir que nos acepten y nos permitan luchar a su lado— dijo con decisión. Naruto abrió los ojos y los suspiros de perplejidad llenaron la tienda.

—Están locos... ¿Qué pretenden estos animales?— se burló Gaara y el hombre gruñó.

—Por favor, majestad— pidió Kakashi al rey de Suna y luego se dirigió a Kiba —No sé cuales sean tus razones para pedir algo así, pero entiende que no es posible.

—¿Por qué? Los carneros somos guerreros fuertes, podemos ayudar en la batalla— dijo él, y un tono de angustia llegó a los oídos de Naruto, que era el más cercano al alfa.

—Lo sabemos en carne propia— espetó Sasuke, apretando aún más el pomo de su espada —¿Cómo puedes atreverte a venir con esa petición, cuando han sido nuestros enemigos por siglos?

—Es cierto, elfo, mi raza vive de la lucha. Hemos matado a muchos de los tuyos y a los humanos a lo largo de los tiempos, pero ustedes también han tomado la vida de muchos de los nuestros— explicó.

—De eso se trata la guerra— escupió el rey Gaara.

—Lo sé, mi padre puso un hacha en mi mano cuando apenas tenía cuatro años. He visto más muertes de las que puedo contar.

—¿Por qué ahora? ¿Por qué traicionarías a Madara, cuando sabes que nos superan en número?— preguntó Naruto, lleno de curiosidad.

—El rey negro (Madara) nos prometió tierras si nos hacíamos sus aliados, pero nos mintió— contestó Kiba —A lo largo de las estaciones, nuestras tribus han sido empujadas a las montañas heladas, donde la comida escasea y nuestras crías mueren de frío. Sé lo que piensan de nosotros...— miró al elfo, que permanecía con el ceño fruncido, y luego a Gaara, con su mueca de desprecio — pero solo luchamos para hacernos un lugar en Naudôr. Nuestras leyendas nos dicen que estamos aquí antes que los humanos, pero no tenemos vienes que por derecho nos corresponden.

—¿Hacerse un lugar en Naudôr, significa matar sin piedad?— gruñó el jinete —Ví con mis propios ojos la masacre de cuerpos que dejaron en Aínsa, solo para tenderme una emboscada ¡¿No me digas que es honorable para un carnero, clavar el cuerpo calcinado de un niño en una estaca de madera?!— la cara de Kiba se contrajo.

—No lo es, entre nosotros también hay hombres sin escrúpulos— justificó —Pero te pregunto, jinete de dragón, ¡¿alguna vez has visto lo que le hacen los humanos a nuestros niños?!— Naruto apretó los dientes, recordando las anécdotas de Sakura sobre su infancia —Cada bando lucha por lo que quiere y cree que sus motivos son los correctos. Incluso al rey negro le parece que es justo en sus ideas— exclamó —Me he tragado mi orgullo de guerrero para venir aquí, con mi manada a cuestas, solo para pedir asilo y que nos permitan de una vez, luchar con el "honor" que creen ustedes el correcto. Solo a cambio de tierras donde cazar y alimentar a mi pueblo, nada más. No queremos títulos inútiles, ni oro— Naruto tragó en seco.

Aún recordaba vívidamente la muerte de Minato, a manos de los hombres bestia. Su pensamiento los tomaba como enemigos, poco más que animales salvajes... ¿Pero, acaso no eran también una raza de Naudôr? Las palabras del alfa pesaban en su conciencia desde que las había pronunciado. Comenzaba a replantearse muchas cosas en las que antes no había cavilado.

Vió a Kiba mirar a Hinata con curiosidad, luego hinchar su pecho y hacer un gesto extraño con su cabeza. Sin dudas diferente a los que él reconocía como comunicación. Suspiró y miró a Kakashi, por alguna razón el peliblanco entendió de inmediato.

—Kiba,— llamó —pensaremos en tu petición y te daremos la respuesta mañana— dijo severo, llamando la atención de Gaara y Sasuke —Hasta entonces, puedes dejar a tu gente en donde están— el carnero gruñó y levantó la cabeza nuevamente, exponiendo su cuello.

—Mañana— repitió. A punto marchar, volteó a ver a Naruto —Eres bienvenido a visitar mi manada, jinete— él solo asintió —Trae a esa mujer...— señaló a la princesa elfa y se marchó, seguido del otro hombre bestia.

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La tarea de cepillar el pelaje de Kurama era extenuante, pero Naruto había aprendido a usarlo como un buen momento para reflexionar sobre sus problemas. El dragón ronroneaba bajo, mientras el jinetes hacía su trabajo justo donde más le gustaba, detrás de sus orejas... Cuando se detuvo, gruñó.

¿Qué sucede?

—¿Qué piensas de lo que pidió Kiba?— preguntó, regresando al cepillado.

¿Me estás pidiendo mi opinión sobre si aceptar o no su petición, o lo que creo sobre todo lo que dijo?

—Las dos cosas...— respondió Naruto, tras un momento.

Pues sobre lo que habló no tengo nada que opinar. Son sus verdades y vivencias, cada raza en Naudôr tiene sus cicatrices, incluso la mía— gruñó —Antes del tratado con los elfos, no éramos más que bestias sedientas de sangre y violencia. Y sobre su petición... creo que tú deberías llegar a la conclusión solo— el jinete resopló.

—No ayudas.

Ya no eres un muchacho, no puedo pensar por tí. Si de algo sirve, imagina lo que habría dicho Jiraiya al respecto, también en como se siente Sakura. No le has preguntado— abrió la boca para bostezar y la cerró con un chasquido —Arrasca mi panza— pidió, poniéndose de lado. Naruto soltó una risita de resignación.

Unas pisadas fuertes lo alertaron y giró, para ver al elfo subir la colina. Su expresión de piedra le decía que no estaba nada contento. Dejó a Kurama y se acercó.

—¿Te estás planteando aceptarlos?— gruñó. Naruto suspiró, entró a la tienda seguido del elfo, se sentó en un banco de madera y Sasuke ocupó el catre frente a él, cuando le indicó que se sentara.

—Dime las razones por las que no debería hacerlo.

—¿Las razones? ¡Son hombres bestia!— espetó.

—Sakura también— contestó y el ernil chasqueó la lengua.

—Ella es diferente, también es mitad edhel. Naruto...— se inclinó hacia adelante —¿Te das cuenta de que puede ser una trampa? Es un momento crítico para todos ¿Por qué aparecer justo ahora y pedir asilo?

—No lo sé, meleth (amor). Escuché lo que Kiba dijo y ninguna de sus palabras me pareció falsa. Había algo en su voz que me inquietó, como si me llamara a hacer algo para ayudarlos.

—Eres demasiado ingenuo— dijo el elfo —¿Acaso se te olvidó todo lo que vivimos para llegar al escondite de Los Rebeldes en Doltaûr? ¿En Aínsa...?

—¡Sasuke!— se puso de pie y cerró lo ojos —Aún puedo escuchar las palabras de mi padre, diciéndome que huyera cuando una lanza atravesó su pecho. La expresión siniestra de sus asesinos...— carraspeó para aliviar un nudo que se había formado en su garganta —Pero en esta tierra sangrienta todos hemos perdido a alguien a manos de otras personas. Incluso tú o yo, despojamos a familias de carneros de sus hombres ¿No recuerdas que también los matamos?

—Suenas como él...— gruñó el príncipe —repites sus palabras. Parece que ya estás convencido de tu decisión.

—Aún no, pero si te soy sincero, por más que busco una razón válida para rechazarlos, no la encuentro. Los edhil también se tragaron su orgullo al pedir una alianza con los dragones ¿Por qué ahora sería diferente?

—¡Ashh...!— Sasuke resopló molesto —Nunca me sentiría seguro peleando al lado de uno de ellos— Naruto suspiró.

—Voy a ir a su campamento al atardecer— decidió, creyendo que le ayudaría a tomar una decisión —Acompáñame...

—Por supuesto,— gruñó —alguien tiene que cubrir tu trasero.

PRESAGIO (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora