67. "La tormenta"

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Después de seis días de vuelo, Kurama casi había atravesado Naudôr hasta el extremo Sureste, solo deteniéndose en la noche si estaba realmente agotado o hambriento. Sin embargo, en la mañana del séptimo día, Naruto lo hizo descender en la cumbre de una colina que conocía perfectamente. Meses antes había enterrado allí, al hombre que una vez conoció como maestro, y ahora sabía era su padre.

El epitafio que Sasuke transformó en piedra, estaba cubierto por una capa de polvo y las plantas habían comenzado a crecer a su alrededor. Naruto bajó de su montura y el príncipe lo imitó, juntos, se acercaron hasta la tumba y el jinete se agachó para tocar la inscripción.

"Minato", decía con simpleza, sonrió tristemente ante el hecho y luego comenzó a idear un hechizo de transformación.

—Kurama, necesito tu ayuda— dijo con voz ronca, y el dragón se acercó.

Naruto aumento el enlace permanente entre ellos y dejó fluir un torrente de angol, desde su compañero hasta su mano. Bajo las palabras en el idioma antiguo, la piedra se transformó en mármol blanco y apareció una nueva inscripción en ella; "Aquí yace Minato, jinete de dragón, héroe de Naudôr y padre devoto. Tus enseñanzas nos guiarán a la verdadera paz"

Acarició el nuevo epitafio y no pudo retener una lágrima.

—Si tan solo lo hubiese sabido... Yo...— Sasuke lo abrazó y él escondió su rostro llorroso en el hombro de su esposo.

Con voz solemne el ernil comenzó a pronunciar un hechizo, mientras acariciaba el cabello de Naruto. Una barrera mágica que se alimentaría de las plantas cercanas y resguardaría la tumba de cualquier daño externo. El jinete, al escucharlo, acarició su mejilla y lo besó con dulzura.

Le hannon (gracias).

Con una última mirada al lugar, volvieron a remontar vuelo. Dos días después, el viento salado de la costa golpeó sus rostros y vieron una mancha azul e infinita en el horizonte. Naruto decidió acampar en las orilla rocosa, justo sobre un risco que golpeaban las olas furiosas de la temporada. Necesitaban descansar antes de aventurarse a volar sobre el océano, pues no sabían exactamente a que distancia quedaba la isla sagrada de Tolau.

Esa noche, Kurama, después de comer, se acurrucó sobre la fina hierba que crecía en el peñón. El jinete y Sasuke se acostaron junto a él, para resguardarse de la fría brisa marina. Cuando la Luna brillaba en medio de la bóveda nocturna, Naruto despertó y se sentó justo al borde del risco, mirando a la negra inmensidad del mar que parecía tragarse todo lo que se atreviese a cruzarlo. Frotó sus brazos para aliviar el frío y luego sintió una energía familiar emanar desde una de las pequeñas bolsas que había colgado en su cinturón.

Con cuidado, sacó el eldunarí de Gama y lo encerró en sus manos, estaba cálido y latía, como un verdadero corazón convertido en una piedra preciosa.

Naruto...— escuchó en su mente y volteó para ver a Kurama, pero este estaba dormido —Es Jiraiya, estoy hablándote desde la consciencia de Gama— el muchacho miró la piedra y sonrió.

Maestro...— jadeó.

Escúchame, mi cuerpo no permite estar tanto tiempo en contacto contigo, estando a tanta distancia— explicó —Cuando cruces el mar del Este, es importante que recuerdes volar sobre las nubes. Por más cansados que estén, no se acerquen al agua, hay criaturas peligrosas acechando en la profundidades del océano.

Maestro, Kurama es un dragón— dijo, confiando en la capacidad de su compañero.

No seas tonto, muchacho, si me tomé el trabajo de advertirte, es porque lo amerita.

PRESAGIO (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora