33. "Celos"

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¿Cómo podía Sasuke, repudiar a alguien como Sakura? Se preguntaba Naruto, mientras tallaba un hombrecillo de madera con un cuchillo de caza. Aunque la pelirrosa le había aclarado que no había nada entre ellos, y eso lo alegró más de lo que admitiría, las acciones de Sasuke hacia la embajadora lo enojaban mucho. El elfo perdía el tiempo con sus prejuicios tontos.

Resopló cuando lo vió acercarse con dos espadas y le arrojó una que Naruto dejó caer al suelo.

—Toma el arma, vamos a entrenar un poco— dijo serio.

—No tengo ganas— ni siquiera lo miró.

—¿Estás cansado después de tu paseo con Sakura?— siseó. Él resopló una risita para después negar con la cabeza.

—No, fué relajante y agradable— dijo con seguridad —¿Por qué, estás celoso?— tanteó. Quizás después se arrepentiría de llevar las cosas demasiado lejos, pero en ese justo momento, el enojo lo hacía valiente y atrevido.

—¿Celos?— preguntó —¿De tí y de ella? No juegues conmigo, Naruto, no me interesa lo que hagan. Puedes estar con Sakura si se te antoja, no es asunto mío.

—Tal vez lo haga— dijo con desinterés y volvió a su tallado —Ella es sin duda estupenda, hermosa, inteligente, talentosa...

—Una mujer bestia— interrumpió Sasuke y Naruto, enojado, de un tajo le cortó la cabeza al hombrecillo de madera.

—Sí, pero una mujer por sobre todas las cosas y la estás ofendiendo con tu actitud ¡¿Acaso no es suficiente dolor perder a una madre, como para que también la deniegues?!— se puso de pie y lo enfrentó —No tienes idea por lo que ha pasado, no merece ni siquiera que la mires con ese ceño fruncido que parece perpetuo en tu cara.

—Al parecer ahora son muy amigos— gruñó por lo bajo.

—Tú también eres mi amigo, y me da avergüenza que actúes de ese modo.

—¿Qué quieres que haga, Naruto?— preguntó enojado.

Ernil,— llamó en torno burlón —intenta ponerte en sus zapatos. A pesar de su procedencia, Sakura es fiel a nuestra causa ¡Demonios, cuando la encontré estaba a punto de morir, y lo primero que escuché de sus labios fué que no traicionaría a Los Rebeldes!

—No puedes pretender que la acepte tan fácilmente. Lo siento, pero... me cuesta. Las bestias y los edhel hemos sido enemigos incluso antes de que llegasen los humanos a Naudôr.

—Yo comprendo, Sasuke, pero estamos en una era de cambios. Incluso nosotros, luchamos porque los tiempos sean nuevos y llenos de paz. Quizás deberían los elfos hacer lo mismo y cambiar— se puso de pie y colocó una mano en su hombro, pero antes de dejarlo solo, Sasuke colocó la suya encima, impidiéndole retirarla.

—¿Naruto, tú y ella...?— el jinete retuvo la respiración y cerrando los ojos con fuerza, tomó el valor para indagar más.

—¿Por quién te preocupas?— Sasuke soltó su mano y después de un minuto de silencio, se alejó.

—Pensaré en tu consejo— dijo antes de perderse entre las tiendas.

⌘⌘⌘

El elfo esperaba junto a Naruto a que la caravana se pusiese en marcha. Después de su conversación, la tensión entre ellos había crecido hasta el punto de evitar mirarse directamente. Sasuke no le había contestado su pregunta, pero él no pudo evitar sentirse intranquilo al notar su actitud esquiva. Sabía que no se debía a Sakura del todo.

Los murmullos de la caravana fueron sustituidos por el silencio, llamando su atención. Desde el fondo de la fila se acercaba Sakura a caballo. Todos estaban estupefactos, la chica traída su cabello rosa. El elfo miró a Naruto, que la observaba con una enorme sonrisa.

—¡Sakura!— gritó —¡Estás preciosa!— ella tapó su cara, avergonzada pero conteniendo una sonrisa.

—Tiene razón, es bellísima— añadió una mujer y pronto el pasmódico silencio se llenó de murmullos y comentarios favorecedores.

—Naruto... que vergüenza— lo regañó cuando se acercó.

—Solo digo la verdad— le sonrió desde arriba. La embajadora acarició un mechón de su cabello.

—Gracias— dijo sincera y con ojos humedecidos.

Sasuke la observó sin decir nada, y cuando hicieron contacto visual, no le volteó el rostro como otras veces. Le dió un leve asentimiento que la hizo sentir un poco más relajada.

El resto del camino hasta Suna fué tranquilo. El paisaje, antes lleno de árboles, ahora no era más que piedras y arena. El olor del agua salada inundó la nariz del jinete cuando, después de pasar una colina, vió impresionado la basta extención de azúl que llegaba hasta más allá del horizonte.

—¡Es el mar, Kurama!— dijo entusiasmado —Padre me habló de él, pero nunca lo había visto.

—No me llama la atención— dijo el dragón mientras bostezaba. Naruto rió y lo golpeó suavemente a un lado del cuello.

Siguieron la costa con rumbo Este, solo hasta después del mediodía divisaron la capital de Suna, que llevaba el mismo nombre. El castillo estaba enclavado sobre un risco con una preciosa vista al mar. Sus paredes eran de tonos amarillentos y con formas redondeadas, tenía tres altas torres y una gruesa muralla. Lo rodeaban casas pequeñas, hechas de arena y piedras. Más abajo, en la costa, habían varias casuchas de pescadores, un puerto y dos muelles inmensos con barcos de enormes velas rojas.

La caravana se detuvo por orden de Kakashi. Naruto, Sasuke y Sakura, se acercaron a él y lograron divisar una columna de soldados que venía a todo galope sobre la arena. Sus armaduras eran de metal rojizo y llevaban turbantes en la cabeza, en lugar de un yelmo.

El primer jinete, una mujer de aspecto fiero y cabello rubio, galopó hasta quedar frente a ellos. Miró al dragón con estupor y controló a su caballo cuando este comenzó a dar coses, asustado.

—Soy Temari, capitana de la guardia y hermana de su alteza, el rey Gaara— dijo por fin, sin perder de vista al jinete.

—Princesa Temari, es un gusto conocerla. Yo soy Kakashi, jefe de Los Rebeldes, Naruto el último jinete de dragón y Kurama— presentó —Sasuke, principe y representante del pueblo elfo y Sakura, embajadora de los nuestros. Le envié una carta al rey con antelación, anunciando nuestra llegada.

—Sí, su majestad ordenó venir a recibirlos en cuanto aparecieran por el horizonte— habló seria —Tu pueblo puede acampar aquí hasta que el rey ordene otra cosa. Ustedes síganme.

Kakashi dió órdenes a Los Rebeldes para que permanecieran en el lugar, y dejó al mando a un caballero de pelo castaño llamado Yamato, que al parecer había ocupado la posición de capitán. Luego los cuatro siguieron a la guardia del rey de Suna. Subieron por una colina rodeando el pueblo y entraron por una puerta lateral de la muralla.

El castillo era enorme, Naruto nunca había visto una construcción tan espléndida y alta. Estandartes púrpuras hondeaban al viento y las ventanas estaban cubiertas de cristales. Sin duda el rey debía de ser inmensamente rico.

—Esperen aquí— anunció la capitana y dándole las riendas de su caballo a un mozo de cabeza baja, entró al palacio por una enorme puerta de madera tallada con motivos marinos.

Todos desmontaron y los caballos fueron retirados. Aguardaron por más de una hora al Sol, hasta que la puerta volvió a abrirse, salió una procesión de criados vestidos de blanco y luego un muchacho aún mas joven que Naruto. Iba ataviado con un finísimo turbante de color ámbar con una gema enorme en el centro, del mismo color azulado que sus ojos. Su cabello era rojizo y rizado, su piel blanquecina y unas cuantas pecas adornaban sus mejillas. Apenas vestía con un pantalón suelto y blanco, sujeto con una faja ancha a juego con su turbante. Llevaba su pecho expuesto sin ningún pudor y sus pies descalzos.

—Su alteza, el excelentísimo rey Gaara, soberano de Suna— anunció la capitana.

PRESAGIO (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora