10. "Muerte y eternidad"

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Naruto bajó la cabeza y apretó los puños en la montura, hasta que sus nudillos se volvieron blancos. Sin decir palabras, salió de la aldea con el elfo siguiéndolo de cerca. Kurama lo guió hasta una cueva  que había visto a poco más de dos kilómetros de allí, acostó a Minato sobre una frazada de lana y encendió una hoguera. Limpió sus heridas como pudo y se sentó, mirando el rostro pálido del mayor.

Un sentimiento extraño lo sobrecogió, y no pudo cerrar un ojo a pesar del gasto de energía sufrido en la batalla. Miró a la entrada de la cueva, allí estaba el elfo, de pie, con la mano en la empuñadura de su arma, pero las circunstancias no le permitieron mantener el asombro de ver por primera vez a una criatura como él. Sintió una mano tocar su brazo y se giró para ver a Minato, con los ojos abiertos.

—Maestro...— murmuró entre lágrimas. El mayor le sonrió.

—Vino— pidió con voz ronca y Naruto le alcanzó la bota. Minato se mojó los labios y tosió —Luchaste... bien— Naruto le dió una tímida sonrisa.

—Dí que mejorarás— rogó. Minato negó con la cabeza.

—He vivido demasiados años ya, supongo que me ha llegado la hora. Solo desearía... haber tenido un poco más de tiempo... para ayudarte con tu difícil empresa— Naruto apretó los labios y se limpió las lágrimas con la manga —Llámalo, necesito hablar con él— dijo, refiriéndose al elfo.

⌘⌘⌘

Hacía ya par de semanas que seguía el rastro del jinete con rumbo Suroeste. Después de pasar Volterra, le fué fácil seguir las huellas, pues la nieve había dejado de taparlas. Dando grandes zancadas, corrió casi todo el camino hasta Aínsa, sabía que si planeaban cruzar el desierto, se detendrían en la frontera para obtener provisiones.

También conocía, gracias al raro hombre pelirrojo, que los estaban persiguiendo. No le sería difícil a Madara adivinar sus planes, puesto que solo podían ir a un sitio; las montañas Doltaûr. En algún lugar de la cordillera se escondían Los Rebeldes, quienes estarían más que contentos de recibirlos. Justo antes de llegar al pueblo fronterizo, divisó una enorme espiral de llamas en el horizonte. El fuego dorado, sin duda era a causa de un hechizo. Apresuró su paso y al llegar, los vió rodeados de hombres bestia.

Esas endemoniadas criaturas sacaban los peor de él. Los mató sin compasión, dirigiéndose rápido al acompañante moribundo del jinete para ver si podía ser salvado. Quedó sorprendido, conocía a esa persona, pero lo hacía muerto hacía más de quince años ¿Cómo era posible que nadie supiese nada de él hasta entonces? El mayor lo miró haciendo una mueca de dolor, justo antes de que Sasuke hablara, sintió que conectaba con su mente.

Sasuke ernil (príncipe), llegas en el momento justo. El muchacho no sabe quien soy... Es mejor que se mantenga así. Parece que llegó mi hora— dijo.

Puedo intentar curar tus heridas, pero no puedo decir que dará resultado. Huelo el veneno en tí.

Lo sé, arde como ascuas en mis venas— se quejó Minato —Ayúdalo a levantarse... él...— el mayor perdió la consciencia.

Ahora se encontraba en la entrada de la cueva. El jinete le había parecido poco civilizado y arisco, aunque reconoció que el momento no fué el más indicado para presentaciones. Escuchó los pasos del muchacho resonar en el piso rocoso y pasó a su lado sin mirarlo.

—Mi maestro quiere verte— le dijo con voz ronca y continuó su andar —Soy Naruto, por cierto.

—Ya conozco tu nombre, amlugben (jinete de dragón)— contestó el elfo y se internó en la cueva.

Minato observaba el techo de piedra sobre su cabeza cuando él se agachó a su lado.

Ernil, jamás pensé volver a verte— dijo.

PRESAGIO (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora