Sus manos temblaban mientras se despojaba rápidamente de sus ropas de gala, para sustituirlas por una túnica más sencilla de color vino, unas calzas negras, botas de viaje y una capa verde oscuro sobre sus hombros. Por último, colocó un cinturón con la vaina de una magnífica espada élfica, de exquisita manufactura, digna de un rey y herencia de sus antecesores. Sabía que sus hermanos cuidarían del pueblo edhil, también estaba el jinete con ellos, así que no temía por su seguridad.
Con los ojos humedecidos y el pecho apretado de la angustia, salió de Galadh Mallen en plena madrugada, evitando cualquier encuentro indeseado. Atravesó la barrera mágica que protegía a la capital, dejando las luces y el ambiente festivo detrás. Ahora se extendía delante de él, un bosque de árboles enormes y oscuros, cubiertos por la bruma nocturna. Pero conocía Bosque Verde como la palma de su mano. Él y Shisui lo habían recorrido largo tiempo, antes de ordenarse como aran.
—Tol roch (Ven, caballo)— pronunció con voz ronca.
Esperó bajo la luz de la enorme Luna, mil pensamientos cruzaban su mente ¿Cómo era posible que estuviese vivo? Pero Hen Ithil nunca se equivocaba en sus predicciones. Preguntándose en qué estado se encontraría, derramó lágrimas de dolor.
Shisui había decidido convertirse en embajador, para proteger el huevo y los intereses del pueblo elfo, separándose de él ¿Pero qué eran unos cuantos años en la larga vida de un ser de luz de Luna? Solo un parpadeo. Llevaban más de dos siglos juntos, se juraron amor eterno la noche que se amaron bajo la luz protectora de Ithil. Se entregaron el uno al otro en cuerpo y alma por toda la eternidad.
Cuando Itachi recibió la noticia de que estaba muerto, una parte de él murió con Shisui y su escencia se ensombreció. Ya no pudo entonar las glîr myrn (canciones nocturnas), porque su tristeza no dejaba a su angol fluir puro, y las plantas se marchitaban con su voz. Lo más difícil de soportar, era mantaner su pose de monarca delante de su pueblo ¿Qué pensarían de un rey débil, que lloraba en su almohada cada noche?
Reprimir sus sentimientos y guardarlos para sí, había sido demasiado duro, incluso para él.
Un corcel blanco de patas fuertes y peludas, atravesó la neblina y se le acercó. Los rochan eran caballos salvajes que habitaban Bosque Verde, no se acercaban a nadie sin un hechizo de invocación. Los elfos tenían restringido el uso de estas maravillosas criaturas, pero la ocasión ameritaba ser rápido. Aunque podía correr hasta Imloth Îdh (Valle del Descanso), las dos semanas que duraba el viaje, no soportaría la espera.
Se subió a la blanca grupa con un ágil salto y sujetándose de la crin, tocó suavemente los costados del animal con sus talones, este relichó y comenzó a galopar entre los árboles altos, haciendo crujir las hojas secas del suelo.El cuerpo de Shisui arod, fué encontrado en los límites del bosque, justo en donde se llevaron a Sakura. Ella afirmó que lo vió desfallecer después de realizar un conjuro para teletransportar el huevo de Kurama, hasta Minato. Pero al parecer la perennidad de los edhil, lo ayudó a soportar un hechizo tan grande. Sin embargo, los exploradores que hallaron su cuerpo, pensaron que estaba muerto y como era tradición, lo sepultaron bajo un manto de flores en Imloth Îdh, en su camino de regreso a Galadh Mallen.
Nunca, en los casi seis meses que llevaba muerto, se atrevió a visitar su tumba. Pero allí era hacia donde se dirigía.
⌘⌘⌘
Aunque ya eran libres de profesar su amor, Naruto apenas había podido ver a Sasuke. Hacía seis días que Itachi había dejado Galadh Mallen y las obligaciones del reino tenían al príncipe muy ocupado, sobre todo después de la culminación del Daragar. También Jiraiya se encargaba de ocupar la mayor parte de su tiempo. Endureció sus entrenamientos y sobre todo sus lecciones de escritura y lectura. Ambos estaban más que ansiosos por descubrir lo que decía el diario de Minato, así que Naruto no se quejó de sus intensivas clases.
Aún agotado, entró al adabnel con una sonrisa en su rostro, fué directo a la plataforma donde Kurama descansaba y le acarició detrás de la oreja. El dragón respondió con un sonido similar a un ronroneo y se relamió el morro, quitando los restos de su última presa. Después de darse un corto baño y cenar lo que había dejado para él, el sirviente elfo, se volvió a sentar en su escritorio con el diario de Minato.
La última semana había aprendido bastante del alfabeto tengwar, pero no quería abrirlo hasta poder comprender complemente lo que estaba escrito. Esa noche se había decidido a leer aunque fuesen las primeras páginas y en la tranquildad de la estancia, alumbrada por una luz azulada, abrió la cubierta de cuero y se concentró en la lectura:
Volver a éste lugar, es como enterrar un puñal en una herida que no ha sanado, pero encontrar la forma de acabar con la tiranía de Madara, hace que me trague el dolor y disfrace mi rabia. Utilicé un hechizo para ocultar mis orejas puntiagudas y la marca de mi frente. Son detalles simplemente, pero marcan lo que soy en realidad y el que alguien lo descubra, podría romper el delgado hilo entre la vida y la muerte, la victoria o la derrota.
Entré en la fortaleza como parte de los sirvientes, hacer trabajos forzados en los almacenes y establos, mantiene mi mente ocupada y cuerda, sobre todo cuerda. Desde que perdí a Kurama, siento que mi pensamiento se fuga y temo caer en la demencia. Después de todo, fueron más de ciento cincuenta años sin romper nuestro contacto mental, ahora la soledad que siento es inexplicable.
(...)
Llevo tres meses aquí, y hoy al fin logré llegar hasta el gran salón, escondido en la oscuridad de la noche. Mi mandíbula cayó abierta al verlos sobre un cojín mullido y enorme, justo al lado del trono del usurpador. Los rumores no eran ciertos, Madara no posee uno, sinó dos huevos de dragón, uno rojo y el otro púrpura, su superficie reflejaba las titilantes llamas de las antorchas, haciéndola parecer líquida.
Esa es nuestra única esperanza, tengo que hacerme de ellos y salir de aquí, antes de que prendan y Madara tenga dos jinetes de dragón en su fila de magos desarmados.
⌘⌘⌘
Exactamente una semana después de su partida de la capital, el aran llegó al Valle del Descanso. Era temprano en la mañana y los rayos del Sol aún no atravesaban el follaje. Bajó del caballo y dándole una palmada en su grupa, lo dejó alejarse e internarse nuevamente en el bosque.
Ante él se abría una explanada verde, con númerosos montículos y flores pequeñas sobre estos. No tenían epitafios, ni marcas que los distinguiera uno de otros. Los elfos creían que después de la muerte, su angol volvía a ser parte de la tierra y el contenedor o cuerpo, ya no era importante, así que sepultaban a sus muertos lejos de las ciudades para evitar la tristeza de visitar la tumba de un cascarón vacío.
—Trenar nin sûl i imlad, bach bad Shisui arod (Dime, viento del valle, dónde está Shisui el noble)— invocó una brisa, que arrastrando hojas secas, le indicó el camino a seguir hasta la tumba de su amado.
A paso lento siguió el sendero y justo al borde del valle, se detuvo delante de uno de los montículos. Cayó de rodillas en la tierra, con la angustia oprimiéndole el pecho. Tal vez Hen Ithil se había equivocado después de todo. Puso las manos sobre este y agarró un puñado de hierba, conteniendo un grito de rabia.
—¡¿Cómo puedes estar vivo?! Llevas demasiado tiempo...— sus palabras fueron interrumpidas cuando se dió cuenta de que una conciencia muy lejana y abstracta, tocaba débilmente la suya.
No eran los animales, ni alguna planta. Cuando cerró los ojos y se concentró en buscar de donde provenía dicha energía, cayó sentado sobre la hierba, mirando la tumba. Con desespero se puso de pie y buscando las palabras adecuadas, recitó un hechizo largo y complejo, que rompió las barreras mágicas que se colocaban sobre las sepulturas. De la tierra emergió el cuerpo desnudo de Shisui, cubierto de lodo.

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PRESAGIO (Terminada)
FanfictionEn el principio de los tiempos, cuando no habían ni siquiera personas en esta tierra, los dragones vivían y cazaban con absoluta paz. Criaturas magníficas e increíblemente mágicas, caminaron y volaron por los mismos parajes que nosotros habitamos ah...