97. "Madre"

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La lanza que arrojó el príncipe elfo, se clavó en los adoquines, justo a su lado. Sakura la tomó y volvió a mirar arriba. Sasuke le había pedido que matase al dragón. Una completa locura, pero no supo porqué razón, asintió cuando él buscó entendimiento en su semblante.

—A un costado del cuello— escuchó la voz de Hinata, a unos metros —Tienes que clavarla allí.

—¿Lo viste?— preguntó la embajadora, buscando un atisbo de seguridad para cometer tal acto desesperado.

—Cientos de veces— aseguró la princesa, con los labios temblorosos y a punto de llorar.

—¡Bien!— bramó con fuerza y apretó el arma —Si no salgo con vida, dile a Ino que...

—Se lo dirás tú misma— interrumpió Hinata, y ella sonrió.

—¡Kiba, necesito tu ayuda!— gritó, llamando la atención del alfa.

—¿Para qué, carnera?— gruñó este, deshaciéndose del soldado con el que estaba luchando.

—Cazar... Vamos a matar a esa bestia— señaló al dragón negro, con la punta de la lanza.

Corriendo, atravesaron las calles cubiertas de sangre, cenizas y escombros, hasta llegar a la zona que sobrevolaba el dragón. Sakura le señaló al jefe de los carneros el edificio más alto del área, una casa de cuatro pisos, pero que tenía una atalaya de madera lo suficientemente grande. Él rompió la puerta y ambos treparon escaleras arriba hasta llegar al tejado. Allí, divisaron a la bestia más cerca.

—¿Puedes lanzarme?— preguntó, rotando los hombros y dando leves saltitos, intentado ignorar su nerviosismo.

—Claro, pero estás loca si planeas subirte a eso— señaló Kiba.

—Mi vida a sido una maldita locura— contestó y después de que vió al carnero asentir, retrocedió unos metros.

No tuvo que esperar mucho, con la suerte de su lado, el dragón bajó y se acercó lo suficiente.

—¡Ahora!— gritó el alfa y Sakura desató todo el poder que tenía en su interior, logrando rajar las tejas bajo sus pies.

Emprendió una rapidísima carrera hasta las manos juntas de Kiba, quidn, con un rugido poderoso, la impulsó en el aire. Aterrizó en el lomo del dragón, teniendo problemas para sujetarse con una sola mano, y justo cuando logró estabilizarse, la bestia soltó una bocanada de fuego y la atravesó, prendiéndose en llamas con la intención de deshacerse de su polizón. Pero aunque quemó su piel, Sakura se curó casi de inmediato. Entonces comprendió, que si hubiese sido cualquier otra persona, ya estaría muerta en ese punto. Con un gruñido y haciendo uso de su fuerza, trepó por metros de pelaje hasta acercarse al cuello. La criatura empezó a girar y dar volteretas en el aire, dificultándole muchísimo su misión. No se rendiría, era su única oportunidad. Podía demostrar que era digna, que una mestiza valía tanto como cualquier persona.... Aunque, siendo sincera consigo misma, ya no le importaba ser aceptada. Ino sabía quien era, y la amaba así, tal cual. Ella y sus amigos, las personas que había conocido y con las que había luchado, eran suficientes.

Con su cabello rosa brillando con intensidad, y sus cuernos más negros y afilados que nunca, levantó su mano y de un fuerte movimiento, clavó el arma maldita en el cuello del dragón.

⌘⌘⌘

Había recitado el hechizo en el idioma común, solo para centrar su pensamiento. Invadió la mente de Madara con todas sus fuerzas, con la intención de sembrar allí, la raíz del conjuro que se levantó como una ola en su pensamiento. Pero no sería tan sencillo, el tirano tenía fuertes barreras para proteger su cabeza. Apretó los puños y recitó un hechizo de protección que frenó a la mitad su ataque.

Y allí quedó, en una lucha de poder que por momentos avanzaba un poco a su favor, y por otros retrocedía. El sudor corría por su frente ante el enorme esfuerzo mental, y el rey parecía en la misma condición. Pero sus barreras seguían infranqueables, totalmente lisas, sin ningún agujero.

Naruto...— una voz que conocía perfectamente, resonó en lo profundo de su pensamiento, y sollozó. Tantas semanas, tanta angustia... —Sé que puedes hacerlo, porque creo en tí, creemos en tí. Este es tu destino, los dragones te escogieron porque no hay nadie en la tierra de fuego, que iguale tu corazón, tus convicciones de justicia— levemente miró a un lado, y lo vió: su esposo, el príncipe elfo que amaba. Se veía tan delgado, tan adolorido... pero en sus finos labios se dibujó una sonrisa de felicidad, solo para él —Liberanos...

Liberanos— repitió Kurama.

Liberanos— dijeron los dragones.

—¡¡AHHHH!!— rugió, su voz transformada y secundada por bramidos de bestias.

La oleada de energía fué tan grande, que sumergió a Madara completamente. Su defensa mental se rompió como frágil cristal, y el hechizo se cumplió. Naruto, respirando agitado, lo vió retroceder y abrir enorme sus ojos negros. Entonces, un torrente de lágrimas recorrieron sus mejillas. Llevó las manos a sus cienes con desespero y soltó un grito enloquecido, tirando de su cabello negro, totalmente fuera de sí. Todo el sufrimiento que padecieron miles de personas en el pasado y en el presente, y que de una forma directa o indirecta hubiese sido su culpa, lo aplastó. Quedó hecho un ovillo tembloroso en el suelo de mármol. El jinete constató su estado, sumergiéndose en sus atolondrados pensamientos y viendo el torbellino de dolor eterno. Antes de dejarlo, buscó la palabra, y la memorizó.

Se tambaleó al perder de súbito la energía de los dragones y se apoyó en sus rodillas, respirando con dificultad, pero los pasos de Sasuke fueron suficientes para darle fuerzas e incorporarse. Como pudo, corrió a su encuentro y lo estrechó en brazos, arrancándole un gemido adolorido.

—Lo siento...— gruñó con rabia, recordando los castigos a los que había sido sometido, pues él mismo había percibido su tortura.

A Sasuke no le importó, resistió y se abrazó en fuerza a su esposo, enredando los dedos en el cabello rubio de su nuca. Tras acercarse a su oído, el jinete murmuró una palabra que resonó en su ser como un zumbido, apenas distinguible. El hechizo impuesto en su cuerpo desapareció, llevándose con él todo el dolor y devolviéndole el enlace con su angol.

—Esa es...— murmuró.

—Será nuestro secreto— susurró el jinete —Comparte la responsabilidad conmigo, como compartes alianzas.

El príncipe sonrió y juntó sus frentes, lleno de dicha.

—¿Minato...?— escucharon.

Tras reconocer el nombre de su padre, Naruto levantó la vista y a unos metros detrás de su esposo, vió a una mujer pelirroja y de ojos azules que lo observaba con intensidad y dolor, llevando en sus manos un huevo de dragón. Buscó el rostro de Sasuke, y él, entendiendo su pregunta no formulada, asintió levemente y se alejó un poco, dándole espacio.

Con su aliento retenido y un nudo en la garganta, avanzó hasta ella. Eran tan bajita... tan hermosa...

—Minato...— repitió y levantó una mano de delgados dedos hasta su mejilla.

Él la cubrió con la suya y la mojó con sus lágrimas al negar.

—Tu hijo... Naruto.

—¿Mi hijo...?— preguntó, y luego su barbilla tembló cuando empezó a llorar —Mi niño... te esperé tantos años...

—Ya estoy aquí, mamá.

PRESAGIO (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora