34. "La cena"

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—¡Un dragón!— exclamó el rey, al ver al animal —Y tú debes ser su jinete— se dirigió al muchacho a su lado.

—Sí, mi nombre es Naruto, y el de mi compañero, Kurama— se presentó y el monarca asintió con una sonrisa. Después saludó a Sasuke con un gesto de cabeza, pero cuando su mirada se dirigió a Sakura, dejó su puesto entre sus criados y se acercó a ella de inmediato.

—Mis ojos me engañan...— dijo, tomándole una mano —No puede ser que una sirena halla decidido honrarme con su vicita— la chica sonrió ante el halago —Tu belleza es deslumbrante, mi dama ¿Cuál es tu nombre?

—Sakura, soy la embajadora de Los Rebeldes— contestó.

—Tus soldados sin duda gozan de buena suerte al luchar junto a tan encantadora mujer ¿A qué se debe ese color tan extraordinario de tu cabello?— ella miró a Kakashi y el jefe asintió.

—Soy mitad bestia— confesó con la frente en alto y el rey abrió la boca, asombrado.

—Una criatura exótica— exclamó —Sin dudas gozaré de tu compañía— le dijo con una sonrisa y le tendió una mano —Kakashi...— se dirigió al peliblanco —hay mucho para conversar, pero creo que les vendrá bien un baño relajante. Después me encantaría que me acompañasen a cenar— chasqueó los dedos y los sirvientes comenzaron a corretear de un lado a otro, cargando con las pertenencias de los cuatro y luego pidiéndoles que los siguieran —El dragón puede descansar en nuestro jardín— le ofreció el rey a Naruto.

Después de despedirse de su compañero, el jinete siguió a los sirvientes por los largos y decorados pasillos del palacio. Los pisos de mármol estaban tan pulidos que podía ver su reflejo, las paredes adornadas con candelabros dorados y espadas curvas y extrañas. Tapices inmensos cubrían gran parte de los corredores.

Sasuke caminaba a su lado con una expresión indescifrable, ninguno de los lujos lo impresionaba.

—Por aquí, señor— lo llamó un sirviente joven, indicándole la puerta de los apocentos que ocuparía. Vió al elfo alejarse por el pasillo siguiendo a otro.

La habitación era inmensa, decorada exquisitamente. Una gran ventana daba a un enorme balcón redondeado con vista al mar, del techo colgaba un candelabro de cobre rojizo. En lugar de cama, había un enorme cojín en el suelo con una docena de otros más pequeños a su alrededor y de múltiples formas, redondas, cilíndricas, cuadradas. Un cuenco de fruta fresca descansaba a un lado del lecho.

—Su baño estará listo enseguida— habló el sirviente con voz baja —En esos baúles encontrará prendas de ropa que podrá utilizar. El rey a ordenado que lo asista en lo que necesite, solo tiene que llamar. Permaneceré fuera de la habitación— Naruto asintió agradecido.

Sin poder controlarse, salió al balcón a contemplar la vista costera. El pueblo se veía atareado más abajo, uno de los barcos había extendido sus velas y partía con rumbo Este. El muchacho respiró profundamente, dejando que sus pulmones se llenaran de brisa salada. Jamás soñó estar en un lugar como ese, siempre vivió en precarias condiciones, luchando para poner un plato en la mesa, sin embargo estaban las personas afortunadas como el rey Gaara, que habían nacido en noble cuna y jamás padecieron escasez.

Tocaron la puerta y luego entraron dos hombres fuertes con enormes cubetas de madera llenas de agua caliente. Las vaciaron en una bañera de bronce y se marcharon haciendo una reverencia. Naruto se quitó la ropa desgastada del viaje, se metió en el agua y lavó lo mejor que pudo, incluyendo su cabello y uñas. Cada vez que miraba la cicatriz de su brazo, fruncía el ceño, su cuerpo estaría marcado con un estigma por el resto de su vida. Intentó relajarse y por una vez en bastante tiempo, no pensar en sus problemas.

PRESAGIO (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora