49. "Buenas noticias"

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La vida de su antiguo maestro, se iba aclarando poco a poco. Aunque le quedaban un montón de dudas, podía respirar tranquilo al conocer la verdadera historia de la espada. Minato no era un asesino, sinó un vengador. No podía imaginar el dolor por el que debió pasar, al perder a su compañero dragón a manos de un amigo. Con razón sus ojos siempre tenían ese velo de tristeza.

Kurama se había quedado durmiendo en el risco, al lado de Gama, Naruto sabía que no se encontraba muy bien. La noticia de otro posible huevo, desestabilizó su habitual serenidad.

El camino, que antes había recorrido varias veces en la oscuridad, ahora se veía más claro. Sus ojos podían percibir los detalles a su alrededor, incluso con tan poca luz. Los sonidos de los insectos y animales nocturnos, tampoco escapaban a su audición. Todo era nuevo, hasta mover sus pies. Era difícil acostumbrase a ser un palmo más alto y tener mayor peso de repente. Había sobrepasado a Sasuke en tamaño, y al contrario que el delgado ernil, Naruto se veía realmente fornido.

—¿Qué ocurrió con Hinata?— preguntó de repente y el elfo lo miró.

—También perdió la consciencia, siempre pasa después de la ceremonia. Es exhaustivo para ella, pero está bien.

—Vayamos a verla, Sasuke. Llevo días esperando.

—Naruto...

—¿Qué justificación me vas a poner ahora?— inquirió y se acercó, mirándolo desde arriba.

—No son justificaciones— gruñó —Si la vida fuera tan sencilla, no estuviésemos en guerra.

—Te dije todo lo que soy capaz de hacer por tí— remarcó serio, enderezando su columna —Voy a ir a ver a Hen Ithil y acabar con esto de una buena vez— decidió.

Sasuke, viendo su ojos severos, suspiró y asintió. Solo un segundo después, se vió rodeado por los brazos de Naruto.

—Sí que creciste— rió.

—En todos los aspectos— mencionó y el ernil, comprendiendo, lo empujó, con el rostro completamente rojo.

—Te acompañaré— murmuró y reanudó su andar.

Cuando llegaron a la plaza, todos los presentes dejaron de hacer lo que fuera que estuviesen haciendo, para rodear a Naruto y observar los cambios que habían hecho los dragones en su cuerpo. Se sentía avergonzado al ser el centro de atención. Los elfos incluso estiraban sus manos para tocarlo, de una forma extraña, como intentando asegurarse de que era real.

—¡Naruto!— gritó Sakura, abriéndose paso —Me tenías asus... ¡Wow!— exclamó sorprendida —Menudos músculos. Suertudo Sasuke— murmuró después, logrando sacar una carcajada del jinete y un gruñido de regaño en el elfo.

—Perdona, Sakura, pero vamos a ver a la princesa...

—Oh, es cierto. Voy con ustedes...— dijo seria y solo los siguió.

Se encaminaron en dirección al palacio edhil, a medida que se acercaban más y más, crecía su ansiedad. Naruto subió las largas y empinadas escaleras a toda prisa, pero ni siquiera se agitó su respiración. Antes sus piernas dolían y siempre se quejaba de la cantidad de escalones.

Sasuke le indicó una puerta y tocó. Una voz dulce contestó y los tres entraron a la habitación.

Amlugben— dijo la princesa. Estaba tendida sobre su cama, vestida con un albornoz y cubierta con una sábana blanca.

Sus ojos grises escrutaron sorprendidos los cambios que Naruto mostraba en su cuerpo. Hizo por ponerse de pie, pero él la detuvo con un gesto de su mano y se acercó. Llevó los dedos a la frente y saludó formalmente. Ella sonrió en aceptación, repitiendo la acción y luego mirando a Sasuke por un segundo.

—Te ves un poco diferente a como te recordaba— mencionó la elfa.

—Sigo siendo el mismo— contestó él, con una leve sonrisa.

—Veo que no te sorprende que te conozca.

—Hay muy pocas cosas que me sorprenden ahora. Y ya la había visto antes, en mis sueños— aclaró.

—Eso nos ahorra las molestas presentaciones— rió y desvió la vista hacia la puerta, justo un segundo antes de que tocaran.

Itachi entró, y miró alrededor, observando a cada uno de los presentes.

—Que habitación más animada— señaló y caminó hasta su hermana, para darle un beso en la frente —La ceremonia fué todo un éxito— felicitó, mirando los cambios en Naruto con satisfacción.

—Silencio, aran,— dijo divertida —amlugben estaba por decirme algo importante, ¿no es así?

—Sí— contestó y buscó a Sasuke con la vista. Este mantenía su cabeza baja —Es sobre el compromiso.

—Bien, pues ya conoces a Hen Ithil— mencionó Itachi —Supongo que mandaremos a hacer un vestido de novia...

Aran...

—¿Por qué un vestido?— interrumpió Hinata.

—No te casarás con cualquier ropa— señaló el rey, confundido.

—¿Y quién dijo que yo me iba a casar?— inquirió.

Hen Ithil, tu predicción antes del confinamiento...

—Dije que habría una unión, no que fuera mía— Naruto suspiró con alivio y no pudo contener una sonrisa —Es de Sasuke.

—¡¿Qué?!— exclamó Itachi —Pero si el ernil no tiene pareja formal...— señaló y lo miró —Que yo sepa.

—Yo soy su pareja— habló el jinete, caminó hasta ponerse a su lado y tomó su mano.

—Naruto...— exclamó Sasuke.

—¿Sasuke...?— preguntó el rey, y el ernil asintió después de un momento —¿Y no me habías dicho? ¡Por Ithil!— suspiró.

—Mis deberes como príncipe... Como el aran no puedes tener descendencia...— balbuceó, un poco apenado —No quería poner esa carga en los hombros de mi hermana.

—Puedes estar en paz, ernil— dijo Hinata con dulzura —Ithil me bendecirá con dos hijos. Amlugben y tú, no necesitan esconderse más— cubrió una risita con su mano.

Naruto también sonrió amplio y tiró de Sasuke hasta encerrarlo en sus brazos.

—Ahora sí, eres mío— le susurró al oído.

—Creo que siempre lo fuí— contestó el príncipe, acariciando su nuca y el nacimiento de su cabello rubio.

—Sakura...— llamó Hinata y le extendió una mano a la chica. Ella, un poco cohibida, se acercó y la tomó.

—Es un placer conocerte, Hen Ithil— exclamó.

—Yo añoraba verte, Sakura, desde hace meses. Me alegro que te hayan podido rescatar. Tú también crearás un lazo importante con los edhel— ella la observó confundida, pero Hinata solo sonrió inocente.

—¿Qué quiere decir con eso?— preguntó la embajadora.

—No lo sé— se encogió de hombros y la miró a los ojos. Solo un instante bastó para que su expresión cambiara a una asustada, que inquietó a la pelirrosa —¡Itachi...— jadeó —...Shisui arod, está vivo!

Los ojos negros de rey elfo la miraron fijamente, como buscando alguna explicación. Cuando se percató del significado de sus palabras, se llenaron de lágrimas y entonces, con gesto solemne, se quitó la corona, se acercó a Sasuke y se la dió.

—Hermano...— murmuró el ernil, comprendiendo la intención del aran.

—Cuídalos— dijo y salió a toda prisa.

PRESAGIO (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora