41. "El maestro"

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Después de terminar su desayuno, se pusieron en marcha hasta el palacio. Justo debajo de las escaleras esperaba el aran junto a Sakura, que lucía un hermoso vestido verde, con amplio escote hasta los hombros y una cuerda dorada en sus caderas.

—Buen día, espero que hayan descansado— habló Itachi, Naruto lo saludó llevando la mano a su frente.

—Lo hicimos— respondió.

Kurama apareció sobrevolando sus cabezas y luego aterrizó haciendo retumbar el suelo. Todavía se relamía las fauces, quitando la sangre de su presa.

Amlug— saludó Itachi, e hizo una reverencia. A Naruto le sorprendió —Es un verdadero honor— el dragón cerró la boca con un chasquido y luego resopló en la cabeza del rey, despeinando su lacio cabello. Itachi sonrió divertido, pero al notar que todos lo miraban, carraspeó recuperando su pose —Bien, empezemos con tu entrenamiento, amlugben.

—¿Ahora?— preguntó el muchacho.

—El mejor momento es el "cuanto antes"— respondió el rey.

—Está bien, sin duda aprenderé mucho de un gran mago como usted— Itachi sonrió.

—Gracias por tu halago, pero yo no te voy a entrenar.

—¿Entonces quién?— preguntó Sasuke, que estaba a su lado.

—Síganme— pidió el aran.

Se alejaron del centro de la ciudad un par de kilómetros, justo en una pared de roca vieron una cueva con la entrada cubierta por una enredadera espesa de campanillas azules. El rey se volteó y los encaró.

—Están por conocer el mayor secreto del pueblo edhil. Tendré que pedirles su juramento en el idioma antiguo. Nada de lo que verán podrán divulgarlo.

—Hermano...— Sasuke lo miró extrañado.

—Solo lo conocemos yo y un par de elfos antiguos en todo Naûdor— explicó el aran. Naruto asintió y todos hicieron el juramento— Entonces ven, amlugben, conocerás a tu maestro.

Con un hechizo simple, el rey apartó las enredaderas y atravesaron la cueva. La luz los segó cuando llegaron al otro extremo. Ante ellos estaba un risco de piedra, sentado en el borde, un elfo de cabello blanco y largo, fumando una pipa de madera. Se puso de pie cuando ellos se detuvieron. Era increíblemente alto, sus ropas blancas y pulcras. Itachi lo saludo primero y ellos lo imitaron.

—Les presento a Jiraiya amlugben.

¡¿Amlugben?!— dijeron todos a coro. Naruto de inmediato miró su frente. Allí estaba, la taith ithildin.

—¿Cómo es posible? Todos los jinetes estaban muertos— balbuceó el muchacho.

—Jiraiya es el último que queda. Nos pidió no divulgar su existencia, era imprescindible que aguardara al próximo jinete para poder entrenarlo— explicó Itachi. El enorme elfo se detuvo frente a ellos y saludó —Amlugben, el último jinete a llegado a Galadh Mallen, esperamos que lo guíe en su camino.

—¿Un jinete?— preguntó sarcástico. Su voz era grave y ronca —Yo solo veo a un chico desaliñado con una mascota enorme— señaló a Kurama que salía de la cueva.

El dragón lo olfateó y luego volteó la cabeza a la derecha. Naruto sintió su excitación y alegría. Kurama pasó a su lado corriendo y se detuvo frente a una enorme pared blanca.

—¿Eso es...?— preguntó Sakura, con los ojos abiertos de par en par.

La pared se movió y dejó ver la cabeza enorme de un lobo blanco con ojos rojos. El animal se puso de pie, le doblaba la altura a Kurama, que se había sentado sobre sus patas traseras, sumiso. Estiró las alas, su envergadura cubría el risco casi por completo.

—Ella es Gama, mi dragón ¿Cómo te llamas, chico?— preguntó el elfo peliblanco.

—Na... Naruto— respondió el muchacho, aún sin poder creer lo que ocurría —Yo... yo lo ví, usted contactó conmigo cuando peleaba con la hechicera del cabello azul, ¿no es así?— en esa ocasión solo escuchó su voz y vió la espalda de Jiraiya, pero no tenía dudas, era él —El sabio doliente— el jinete veterano asintió —¿Por qué te dicen así?

—El que hace las preguntas soy yo— regañó.

—Eh cumplido con mi misión— habló el aran y todos le prestaron atención —Dejo al jinete en sus manos, todavía hay que ponernos al día en muchos aspectos— miró a Sasuke que no le quitaba los ojos de encima a la enorme dragona. El elfo asintió para después dedicarle una última mirada a Naruto

Jiraiya hizo una reverencia y los tres se marcharon, dejando al muchacho y a Kurama en el risco.

El espacio era amplio, Naruto notó una casita de madera pegada a la roca junto a un fresno. Justo a un costado del árbol, entre sus raíces, circulaba un arrollo cristalino que salía de la montaña de piedra.
Metros abajo del saliente, se podía ver un mar de árboles, enteramente verdes. La brisa era fresca y se respiraba serenidad y quietud.

—¿Entrenaremos ahora?— preguntó.

—Entrenaremos cuando tenga un aspirante a jinete para enseñar, no un vagabundo— Naruto frunció el ceño ante el comentario. Jiraiya lo tomó de la mandíbula y giró su cara a ambos lados —Abre la boca— pidió y el muchacho obedeció —Hum, por lo menos los dientes están sanos. Quítate la camisa.

—¿Para qué?

—Solo has lo que te digo, chiquillo, y dirígete a mi como maestro, también a Gama— él asintió y se despojó de su camisa de lino. Jiraiya lo miró desde lejos y después fijó la vista en la cicatriz de su brazo — Tienes buen físico pero no me gusta eso, te limita al pelear.

—¿Cómo lo sabe?— preguntó sorprendido.

—No hay más que verla. Lamentablemente, no tiene cura— los ojos azules de Naruto se llenaron de angustia.

—Entonces estaré lisiado, no podré vencer a Madara de esta manera. Aunque ahora... estás tú ¿Por qué no lo has derrotado? Sin dudas pareces alguien poderoso— reprochó.

—Lo era, hace mucho, antes de la caída de los jinetes. Solía enseñar a los aspirantes elfos y algún que otro elegido humano. Pero al igual que tú, yo también tengo mi estigma. Una herida que recibí en batalla me dejó incapaz de usar hechizos que requieran gran cantidad de angol. Técnicamente, para el usurpador, tú eres una amenaza más grande que yo— confesó el elfo —Pero aún conservo esto,— señaló su cien —por eso permanecimos escondidos tantos años.

—Entiendo...— Jiraiya frunció el ceño —maestro— añadió Naruto. El elfo se acercó y lo olfateó.

—Necesitas un baño, deberás hacerlo todos los días antes de venir, también quitarte esos pelillos que crecen en tu cara. Hasta que tengas bellos para dejarte una barba desente, si así lo deseas, tendrás que rasurarte.

—Iba a darme un baño, pero en la habitación donde me alojé no había agua— Jiraiya suspiró.

—Seguro viste un agujero en el suelo con una ranura en la pared cercana— el chico asintió —Solo debes recitar un hechizo sencillo y el agua llenará la tina. Ordenaré también que te envíen una navaja y jabón, mucho jabón.

—¿Por qué debo hacer todo eso... maestro?

—Higiene, además, los jinetes no son solo poderosos, Naruto. Todo el mundo te admirará, si obras bien, y estarán pendiente de tí todo el tiempo. Debes lucir lo mejor posible y aprender a utilizar el encanto— hizo un gesto con su mano en el aire.

—Encanto...— repitió el chico.

—Ahora, necesito conocer más de tí. Abre tu mente— pidió.

Naruto quitó las barreras que protegían sus pensamientos y recuerdos. El elfo entró en su cabeza y, examinando cada detalle, recorrió en unos minutos toda la vida del chico.

—Minato murió— murmuró con tristeza.

—Usted lo conoció— afirmó el muchacho.

—Sí, fué mi mejor alumno. Un magnífico jinete de dragón— Naruto sintió que se le congelaba el cuerpo.

PRESAGIO (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora