52. "Enemigo en Bosque Verde"

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Itachi se acercó de inmediato y limpió su rostro con las manos. El arod parecía dormido, su piel estaba intacta, solamente su cabello había crecido. Sus rizos negros y abundantes, ahora llegaban hasta sus hombros. Las orejas puntiagudas y los ojos rasgados, demostraban su procedencia. Era más alto y ancho que el aran, de magnífica belleza pero con rasgos más toscos que los de este.

El rey elfo lo sostuvo en brazos y lloró, liberando su dolor. Instante después puso la mano en su pecho y no percibió latido alguno. Sin embargo, al entrar en su mente y superar las fuertes barreras que la protegían, notó que su conciencia seguía viva, pero se había encerrado en una burbuja. Suspiró profundamente y se concentró más aún para intentar comunicarse, pero solo escuchó palabras al azahar que eran repetidas una y otra vez.

"El huevo"

"Minato"

"Las Vertebradas"

"Itachi"

"Lo lamento"

Al parecer, cuando realizó el hechizo de teletransportación y este consumió su energía, logró encerrar su escencia dentro de su mente y permanecer vivo temporalmente. No duraría mucho en ese estado, pero era su única esperanza.

Esperó durante meses a que encontraran su cuerpo y notaran su padecer. Itachi llegó justo a tiempo. Aunque Shisui se había estado alimentando de la energía de la tierra, sus órganos fallarían paulatinamente y moriría de verdad.

El aran sabía como liberarlo de su prisión mental, pero necesitaría mucho angol y tiempo para hacerlo, así que decidió llevarlo a otro lugar. Se quitó la capa y cubrió su desnudez, con esfuerzo, subió el cuerpo de Shisui a su hombro y caminó par de kilómetros hasta un pequeño y escondido claro. Preparó un lecho con hojas secas y allí lo acostó.

Nîn meleth (amor mío)— murmuró, acomodando un rizo de su oscuro cabello —Eh sufrido tanto tu perdida, que tenerte aquí ahora, parece solo un sueño absurdo.

Rasgó el bajo de su túnica y mojó la suave tela en un agujero que llenó de agua. Comenzó a limpiar su rostro y pecho, mientras iba contactando con toda la energía que necesitaría para despertarlo.

—¡Pero que sorpresa!— una voz molesta y sarcástica lo sacó de su concentración. Se reprendió a sí mismo por no darse cuenta de su presencia. Cuando buscó el origen de las palabras, vió a un hombre alto, de cabello blanco y graso. Llevaba una túnica negra y una mirada desagradable en su ojos. Sostenía en su mano derecha un arma extraña, parecida a un guadaña, pero de tres filos —Llevo meses intentando cazar a un elfo dentro de este maldito bosque, y ahora tengo dos.

—¡¿Qué hace un Akatsuki dentro de mi reino?!— gritó Itachi furioso, al darse cuenta de quien era en realidad aquel hombre. Reconociéndolo como uno de los esbirros de Madara, pues lo había visto participar en la caída hacía casi cien años atrás, pero nunca tan cerca. Levantándose de inmediato, se colocó entre su enemigo y el cuerpo inerte de Shisui —¡¿Cómo atravesaste la barrera?!

—¿La barrera? Ah... eso— se encogió de hombros el peliblanco —No fué difícil para mí— hizo la cabeza a un lado para observar mejor al arod, y una sonrisa macabra dividió en dos su rostro —¡Pero que gran coincidencia! Justo a él era a quien buscaba— el aran desenvainó su espada y le apuntó.

—No sé como entraste a Bosque Verde, pero no saldrás de aquí con vida— siseó.

—¿Acaso crees que me gusta este lugar? Vivir entre matas es cosa de elfos— se mofó —Llegué hasta este fin del mundo, siguiéndolo...—apuntó a Shisui —...pero justo cuando lo tenía en mis manos, el maldito se suicida con un hechizo, con tal de que no tomara el huevo— bostezó. Con un movimiento rápido clavó la vara de la guadaña en la tierra y se apoyó en esta. Itachi lo siguió con la mirada —¿Qué tuve que hacer? Volver a Barad Môr, pero a Madara no le gustó nada que tuviera mis manos vacías. Así que regresé aquí para buscar el cuerpo del elfo— resopló cansado —No sé que métodos usará ese viejo, pero, según él, teníendo su cabeza podía descubrir donde estaban los asentamientos de los come hierbas— dijo, refiriéndose despectivamente al pueblo edhil. El aran lo miró con fiereza, al parecer su enemigo era confiado y parlanchín —Después de más de un maldito mes de camino, el muerto no está. Si volvía sin un elfo, el oscuro me iba a castigar ¡Cuatro meses! ¡Cuatro malditos meses! Es el tiempo que llevo dando vueltas en este endemoniado bosque y no he visto un solo elfo, ni siquiera una cazucha abandonada. Al parecer se esconden muy bien. Pero al fin de cuentas, todo habrá valido la pena, ahora le llevaré dos cabezas a Madara, tal vez me ascienda por encima de Yahiko— dijo emosionado. Itachi soltó una risita.

—Yo que tú, no estuviera tan contento— giró la espada con un ágil ademán y la volvió a apuntar, justo en su cuello.

—¿Me matarás?— preguntó sarcástico.

El aran no respondió, se lanzó al ataque y casi le corta la cabeza, pero el enemigo interceptó el golpe con su arma, haciendo saltar chispas cuando la hoja élfica se deslizó a lo largo. El edhel giró sobre su eje y volvió con una arremetida de golpes rápidos, todos dirigidos a sus puntos vitales, pero el Akatsuki era habilidoso, trataba de mantenerse alejado del filo, dando pasos hacia atrás.

Balanceó la guadaña sobre su cabeza y le lanzó un golpe al aran que hubiese partido su cuerpo a la mitad, si sus reflejos no hubiesen sido lo suficientemente bueno como para saltar. Al aterrizar lo hizo sobre el arma del enemigo, en dos pasos recorrió el largo de esta y le pegó una patada justo en el rostro, que lo alejó varios metros hacia un costado.

—Vaya...— exclamó el peliblanco, frotándose su mandíbula —...no eres malo después de todo— rió.

—¡Lamentarás haber entrado aquí, traidor!— espetó el rey de los elfos.

—Uhh, pero que serio— se puso de pie y sacudió la tierra de su ropa —Debo confesar, que estoy ansioso por ver como me vencerás— tomó su arma y la hizo girar, para luego sujetarla con las dos manos.

Itachi se volvió a lanzar al ataque, pero justo en el momento en que su espada tocó el filo de la guadaña, extendió su consciencia e intentó atacar la mente de su enemigo. El peliblanco no mostró ningún indicio de dolor, al contrario, mantenía una sonrisa socarrona que comenzaba a incomodarlo.

Su mente estaba prácticamente vacía, no habían pensamientos ni sentimientos. Era como estar en medio de un paisaje desolado, cubierto por una bruma gris. No tenía nada a lo que agarrarse para hacerle daño. Sin embargo, muy en el fondo, comenzó a escuchar voces que parecían distintas a las de su enemigo.

—¡Por Ithil! ¡¿Qué demonios eres?!— preguntó al retroceder.

—Eso es secreto— contestó burlón —Aunque yo me pregunto lo mismo ¿Quién eres? ¿Por qué no puedo entrar en tu mente? Sin dudas no eres un elfo común. A Madara le encantará tenerte.

¡Sûl caraes! (Viento de espinas)— recitó enojado. Una fuerte ráfaga de aire hizo crujir los árboles y lanzar una lluvia de proyectiles a su enemigo. Todas dieron en el banco, convirtiendo su cuerpo en un alfiletero. Miró a sus espaldas para ver que Shisui se encontrase bien, cuando volvió a buscar con la vista al Akatsuki, este se estaba quitando las espinas, como si no le hubiesen afectado en lo más mínimo —No es posible....— murmuró.

—Eres bastante molesto, eso dolió— fingió divertido. Enfocó la vista en el arod y a Itachi se le erizó la piel —Si no puedo atacarte directamente... pues entonces...— lanzó su guadaña con el cuerpo de Shisui como diana.

Tû rhaw (transportar)— dijo Itachi, viendo con terror la acción de su enemigo.

Su cuerpo desapareció y reapareció junto al arod, justo a tiempo para servir de escudo. Los tres filos de la guadaña se le clavaron en la espalda. El dolor de la herida, más la perdida súbita de energía por el enorme hechizo que acababa de realizar, le nublaron la vista.

PRESAGIO (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora