Finalmente llegó el día, después de tanto pensarlo, hoy entraría a esa maldita oficina. O eso esperaba. Todos los fines de semana pasaba lo mismo; Cuando tenía permiso de salir, iba a la editora. Se quedaba mirando las terribles puertas de vidrio.
Para él, eran como una muralla infranqueable, custodiada por dos dragones inmensos, que no eran ni más ni menos que el personal de seguridad. Estos dragones a seguro estaban bajo las órdenes de la Bruja, así le llamaba Marcos, a la recepcionista, desde el día en que se le quedó mirando disgustada, y terminó pidiéndole, nada amablemente, que no molestara "a los que sí venían a trabajar". Desde ese día, el pequeño chico no se atrevió más a aproximarse del edificio, y siempre se quedaba del otro lado de la calle.
Pero hoy, se atrevió a entrar, las murallas se le abrieron, y los dragones solo se quedaron mirándolo (que imaginación tenía él).En realidad, solo entró porque para su desesperación empezó a llover, y con miedo a que el agua destruyera sus amados cuadernos, simplemente entró. Y por una coincidencia del destino, ese día, no era la Bruja que se encontraba detrás de la recepción, pero sí una señorita pelirroja, muy amable, que ya había oído hablar de él, y de inmediato le incitó para que fuera con su superior.
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Los cuadernos de Marcos
RandomMarcos, es un chico un poco reservado, que tiene como bienes más preciados sus cuadernos, donde escribe historias, y todo tipo de textos que le representan. Su obra es parte de el, y lo ayuda a superar su soledad, y las dificultades que viene pasand...