📔 Capítulo 25 📔

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De nuevo lo hacía: actuar sin pensarlo se había vuelto mi especialidad al parecer. Pero cuando papá dijo que mi nuevo abuelito estaba celoso, mi corazón se sintió muy apretado. El era especial para mi, fue la primera persona en darme un poco de apoyo y en cierta medida cariño, ¡así que no lo podía permitir!

- ¡Abuelo! - Dije casi chillando, con mis brazos en su dirección. En este momento me gustaría tener la típica visión en tercera persona, como en un videojuego, para poder ver mi reacción del exterior. Así podría calcular en qué medida me veía como un crío, para poder patearme mentalmente a conciencia. Pero la vergüenza se me fue al instante: Jaime se volteó hacia mí con una expresión de felicidad inmensa, que ponía en evidencia las arruguitas al costado de sus ojos. Con una hermosa sonrisa vino rápidamente a tomarme en brazos, clavando sus lindos ojos verdes en mi, bajo la mirada sorprendida de papá y dadá.

Aún siendo el mayor de la casa me cargo fácilmente, era asombroso como lo hacían sin ningún tipo de esfuerzo. Cuando estuve seguro en su cadera, con uno de sus brazos bajo mi retaguardia y los míos en su cuello se dispuso finalmente a caminar, diciéndome lo cuánto me amaba al oído.
- Yo también, y... y me alegro mucho de qué... de que seas mi abu. - Le dije con la voz temblorosa. El no dijo nada más a respeto, solo sonrió, por impulso dejé un pequeño beso en su cuello a lo que él correspondió, con otro en mi mejilla. No conocía ese aspecto tan blandito de su personalidad, pero me gustó.
Finalmente, al apartarse un poco del abrazo anunció:
- !Ahora la habitación del bebé! - Parecía muy expectante, y mi reacción no tardó mucho.
- ¡Vaya! - Dije en un murmullo, quedando literalmente con la boca abierta. Si la primera era hermosa esa no era para menos. Como toda la casa, tenía tonos blanquecinos, pero también azules marinos, ¡era mi preferido! La habitación era muy luminosa y grande. Tenía una pared de azul marino también, con algunas decoraciones y estanterías con peluches, libros y un globo de nieve precioso en una de ellas. Había una cuna de madera adorable cerca de esa pared, eso me asustó un poco, en algún momento sería mi cama... Entre la cuna y la enorme ventana, que daba hacía la parte delantera de la casa, había una mecedora de la misma madera que la cuna, y muy esponjosa, se veía muy cómoda. Al otro lado, había una zona de juegos, con un tipi, y peluches adentro y afuera de él, y uno que otro de su mismo tamaño. También había una pequeña biblioteca detrás de una mesita redonda con almohadas a los lados. Un puff gigante por el suelo y una alfombra que parecía muy esponjosa también. Sin contar la enorme caja de juguetes que reposaba junto a la cabaña. Esa habitación me pareció el sueño de cualquier niño. ¡Dios! Ellos no habían escatimado en gastos para su bebé. También me di cuenta de que en esta habitación como en las anteriores, había una puerta extra, me llevaron hacia allí y pude ver el Closet y el baño privados, supongo que en todas las habitaciones habrá lo mismo. Esa parte no me agradó tanto. En el closet había igualmente muchísima ropa, alguna parecía muy infantil, pero lo que más miedo me dio fue el cambiador a mi medida y los pañales...

Aún así no pude pensar mucho en ello, puesto que de inmediato volvimos hacia mi habitación de niño pequeño, todavía en los brazos del abuelo. Yo no podía parar de mirar a todos lados, aún no siendo un bebé, todo aquello me cautivaba, creo que nadie podía quedarse indiferente ...
- Bueno creo que si le gustó. - Rio dadá.
- No está tan mal - Fue el turno de papá, supongo que la primera habitación había sido de su fechoría, ¡pero en realidad las dos me encantaban!
- ¿Quién es el celoso ahora? - Jaime tenía una expresión de triunfo en su rostro, eso me hizo reír demasiado. Ellos parecían llevarse muy bien, me encantaba cada vez más.
- ¿Quieres explorar un poco corazón? - Sip, si lo quería, como de costumbre Alexan...dadá, estaba leyendo mis pensamientos. Pero me quedé muy sorprendido cuando lejos de llevarme en brazos para ver de más cerca cada cosa, me pusieron boca abajo en el suelo. ¿Pero que? Pero...¡Noooo! En aquella posición podría difícilmente levantarme. ¿Qué se suponía que debía de hacer?

Después de unos segundos mirándome, el abuelo se fue a buscar una cajita en la biblioteca y luego a sentarse en el puff. Dadá lo siguió, haciendo lo mismo... Mierda... ¿Y ahora qué? Papá se puso finalmente de cuclillas en el suelo. ¡Gracias! ¿Espera que? Me estaba levantando ligeramente de manera a que me quedara en posición, como de gateo ¡Ni modo!
- Dale, ve con dadá nene. - ¿En serio?
-Ven, ¡ven mi vida! - Dadá me empezó llamando, haciendo un movimiento de abrir y cerrar sus manos, típico para llamar a un bebé. Me sentí tan pequeñito en ese momento. Todos esperaban que lo hiciera, era demasiado vergonzoso y a la vez hesitaba realmente, preguntándome si debía hacerlo. En ese momento solo me quedaba una salida, miré a papá con mi mejor carita de desesperación, pero no pareció conmoverse demasiado. Acto seguido me dio dos palmaditas en la cola para animarme a avanzar y se fue con dadá y el abuelo. Les gustaba demasiado eso. En un futuro tendría que proteger mejor mi retaguardia. Pero sin más remedio, terminé haciéndolo.

En verdad no era tan fácil como parecía, mis brazos no tenían mucho problema en colocarse correctamente pero me costaba un poco poner mis piernas una frente a otras de forma ordenada. Casi me pareció más difícil que caminar, pero no lo pensé mucho, incluso teniendo algo de vergüenza, me pareció graciosa la manera en que me llamaban y me halagaban como a un niño chiquito. Creo que no se daban siquiera cuenta de sus muecas graciosas al hacerlo. Eso me hizo sonreír bastante, y al cabo de pocos minutos pude finalmente llegar con ellos. Papá me tomó en brazos de inmediato, lo que agradezco mucho, puesto que era el más cercano a mi, y que empezaba a sentirme un poco cansado por el esfuerzo. Todos me dieron mimos y halagos, esa escena llenó mi corazón. Nunca había visto a alguien tan contento por algo que viniera de mi. Lo que hice no era la gran cosa realmente, pero aún así parecían... ¿orgullosos? No sé, pero si eso necesitaban para mirarme así de nuevo, lo haría cuantas veces lo quisieran.

Entre mimos y felicitaciones en los brazos de papá, vi de nuevo a la caja que tenía el abuelo en su regazo. No se la quería pedir, sería tal vez de mala educación por mi parte, pero tenía mucha curiosidad. Así que me limité a mirar cada uno de ellos con ojitos de cachorro según yo...
-¿Sois tontos o qué? - Terminó diciendo dadá entre risas, sí claro, dadá... la próxima vez empezaría por él... aunque papá y el abuelo terminaron viéndolo no muy contentos.
- ¡El niño Alexander! - Vociferó el abuelo, dándole un pequeño golpe en el brazo.
- ¡Si pues! Fíjate... - Sonrió - El niño está esperando su regalo...
- ¡O si, por cierto! - Respondió el abuelo ruborizándose ligeramente, entregándome la cajita. Parecía algo nervioso. Al abrirla no sabía realmente qué pensar. Me sonrojé muchísimo, al ver el chupete azul bebé, pero también el segundo objeto: Un hermoso conejito de peluche, que parecía muy suave. Tenía un enorme moño en el cuello, del mismo color del chupete. También tenía unos ojitos pequeños, y unas orejas muy grandes.

Miré a todos lados como pidiendo permiso para tomarlo en brazos, a lo que vi mis papás asentir a la vez. A mi me pareció precioso... es..
- ¡Félix! - Chillé, brincando un poco en los brazos de papá. Ganándome la sonrisa más hermosa que el abuelo podría regalarme, y una que otra lagrimilla de su parte.
- Si mi cielo, es Felix. O eso creo... - se rascó un poco la nuca.
- Ah... Es lindo, aunque lo veía con menos orejas. - Dijo papá confundido y divertido a la vez, acariciando una patita del peluche.
- ¿¿Quién es Felix?? - Dadá si que estaba confundido, mirando a todos lados.
- ¡El conejito más adorable del mundo! - Respondió el abu con naturalidad.
- Luego te explico amor. - Dijo sonriente papá, haciéndole una caricia, al ver el puchero de Alex.
- Bueno... ¿Cómo se dice príncipe? - Me preguntó dadá con un cariño en mi mejilla. - El abuelo lo hizo especialmente para ti. - ¿Espera que?
- ¿Lo hiciste? - Hablé finalmente sorprendido.
- S... si... - Vaya... pero era perfecto. El mejor doctor de la clínica, además de misterioso era todo un experto cosiendo. No lo podía creer, era demasiado bonito. Incluso estoy seguro que se podría fácilmente vender en una juguetería, de tan bien hecho que estaba.
- ¡¡Muchas gracias!! - Lo abracé animadamente, para después volver rápidamente al regazo de papá, para admirar un poco más el personaje principal de mis cuentos, hecho realidad.

No sé cuánto tiempo estuve hipnotizado por el juguete, mientras los "adultos" hablaban, aun en el suelo. Cuando una mano frente a mi cara me arrebató de mis sueños despiertos. Papá tenía el chupete sujeto entre sus dedos...

Los cuadernos de MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora