Marcos estaba demasiado nervioso, parecía tener muchísimo miedo, lo que no me extrañó: es un niño, y los niños suelen tener miedo a esas cosas ¿no? Finalmente antes que el monstruo ese continuase torturando a mi bebé, rodeé la cama y me senté a su lado. Ya tenía alguna experiencia con esto, así que le tomé el brazo que debían inyectar, y lo masajeé un poco. Mi bebé me miró muy confundido, con sus ojitos abiertos como platos; Eran tan lindos, de un color azul tan profundo... terminé dedicándole una sonrisa, y me la correspondió, casi me muero de la alegría, pero no me lo podía permitir, así que hice una pequeña seña a la mujer que nos miraba, y ella procedió.
En la primera inyección los ojos de mi niño se cerraron fuertemente, pero se quedó tranquilo. Por mi parte, nunca deteni mi masaje. Me dolía mucho verlo así, pero más me dolió después, con la tercera dosis. Para ese momento Marcos ya lloraba en silencio, con sus ojitos cerrados mordiéndose el labio. Claramente hubiera podido llorar a mares, pero se lo impedía a sí mismo: Era todo un hombrecito grande mi bebé.
Al final sin ningún tipo de empatía la mujer le dio la medicina que faltaba, pero le insistí para que la pudiera tomar cuando se calme. Así que me dio todo lo necesario y simplemente se fue.
En ese momento quedamos completamente solos los dos, mi bebé continuó en su posición un momento sin darse cuenta de que tenía sus manitas cerradas fuertemente en la mía, mientras que con la otra le acariciaba el moretón que le habían dejado las agujas.- ¿Todo bien? - Le pregunté, cuando me di cuenta del gesto de incomodidad que hizo, con sus ojos todavía cerrados. A lo que finalmente los abrió. Estaban ligeramente cristalizados por las lágrimas.
- S si...- susurró- perdón, por... por molestar- dijo casi llorando de nuevo.
- Por nada cariño - dije acariciando un poco más fuerte su brazo, dedicándole una sonrisa más. Normalmente no lo hago, no sonrío mucho a los demás, la mayor parte de la gente cree que soy estricto y sin corazón. Y sinceramente me gusta eso, pero no con él. Desde que lo conozco es la segunda excepción que hago, pero valdrá la pena, ¡estoy seguro! Con este pensamiento me levanté, bajo su mirada de interrogación, y me fui a la cocina por un vaso con agua. - Hay que tomar tu medicamento ¿si? - le dije acercándome. Pero no pareció muy de acuerdo.
- Hum... ya, ya lo haré luego ¿si? - respondió no muy seguro. ¿Acaso estaba pidiendo mi autorización? ¡Qué ternurita!
- No, lo lamento, pero tiene que ser ahora - dije calmado pero muy seguro. A lo que el me miró sin ganas. Así que le di las cápsulas en su mano, y cuando las tomó, le acerqué el vaso de agua a su boquita, asegurándome que no derramara nada, como si fuera un niño chiquito.
-Yo... puedo solo - dijo al terminar, pero realmente me pareció muy cansado. Así que no le hice mucho caso...
-¿Necesitas algo más? - pregunté casual. A lo que el solo movió su cabecita a los lados, como diciendo "no". Me hubiera gustado quedarme allí, hacerle miles de preguntas, asegurarme de que comiera y descansara. Pero sería demasiado para un solo día. Además tampoco podía tomar esa clase de decisión solo. Así que me dispuse a salir:
- Me voy entonces, que descanses. - Dije bajo el marco de la puerta, logrando escuchar un muy lejano "gracias", de parte de mi bebe.
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Los cuadernos de Marcos
RandomMarcos, es un chico un poco reservado, que tiene como bienes más preciados sus cuadernos, donde escribe historias, y todo tipo de textos que le representan. Su obra es parte de el, y lo ayuda a superar su soledad, y las dificultades que viene pasand...