📓 Capítulo 22 📓

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    ¡No podría estar más feliz y más nervioso que en este preciso momento!

     Mi bebé, nuestro bebé dijo que sí. Después de una noche y mañana llenas de emociones me sentía en las nubes.
     Al ver a mi pequeño Alexander en aquel estado, después de que se haya ido corriendo como loco, me inquieté muchísimo. Sobre todo cuando comprendí que él ya conocía a nuestro niño.

    Después de que se haya escabullido, corrí tras él, pero claro que no lo alcancé, sólo logré ver el número en el que se paraba el ascensor. Corrí la planta indicada, pero no conocía para nada esa parte de la clínica... y tampoco debía estar allí. Por unos momentos, al ver la mirada de pánico en esos lindos ojos verdes no pude evitarlo, mi instinto protector me hacía moverme solo, sin darme cuenta de que irrumpía sin permiso en su lugar de trabajo. Al percatarme de ello me puse hacia un lado, muchas personas andaban apresuradas de un lado a otro, no debía estorbarles. Mientras tenía esa reflexión pude ver de dónde venía tanto pánico. Un equipo llevaba en una camilla a alguien, todo pasó muy rápido, pero pude distinguir a Jaime corriendo junto a algunas personas, Alexander se encontraba de rodillas encima de la persona a quien hacía un masaje cardiaco. El no me vio: estaba demasiado centrado y sus ojos se empezaban a cristalizar. Cuando entendí la razón, mi corazón falló una fracción de segundo. Era Marcos, lo vi claramente. Estaba medio inconsciente y su pecho se movía rápidamente. Me quedé en shock, no podía hacer nada por ninguno de los dos, más que esperar a que mi hermosa pareja sea valiente por nosotros.

    Esperé algún tiempo, tal vez más de hora y media, sentado en el mismo lugar, esperando a que pase alguien. Al cabo de un tiempo vi a mi suegro, estaba solo así que lo alcancé rápidamente. Debí sorprenderle, pero finalmente me dijo preocupado que fuera a ver a su hijo. Los dos sabíamos que era muy sensible, y de lo que me dijo, uno de sus amigos terminaba de tener una crisis bastante pesada. "Si, un amigo" pensé sarcásticamente, pero no dije nada y fui donde me indicó. Como lo esperaba, mi peque estaba destrozado, con la cabeza entre sus manos mirando al suelo. Me dirigí a él, sabía que necesitaba consuelo. Lo acaricié un rato y dejé que me contara todo lo sucedido. Claro que no le dije que los había visto. Eso lo haría más tarde, para recordarle que definitivamente, era mi héroe.
     Después de varias horas, donde calculamos todos los pros y los contras, terminamos acordando que si, ese sería nuestro niño, si lo aceptaba evidentemente.

    Al final uimos a verlo, ninguno de los dos quería que se despertara solo. Alex me contó todo lo que debí saber y me explicó su estado para que no lo viera si no me sentía capaz. Pero eso no iba a suceder, para mi, ya era mi bebé.
    Al despertar eso se me hizo todavía más claro. El niño estaba muy sorprendido de verme allí, pero se acostumbró rápidamente. Sin contar un pequeño berrinche, en parte justificado, para ir a hacer del baño, la mañana pasó tranquila. Lo tuve en mi regazo todo el tiempo y no podría estar más feliz por ello. Incluso se durmió en mis brazos. Bueno, es cierto que lloró un poco pero estaba muy débil, se podía entender. Igual me pregunto si no le di un poquito de miedo en cierto momento... Pero eso me salió de la mente cuando se aferró a mi como un niño pequeño, o cuando escondió su carita en mi pecho. ¡Ay que mono era!

   Finalmente, pudimos hablar con él, y pasando los detalles, estuvo un poco inseguro pero terminó asintiendo, e incluso escogió nuestros apodos. ¡Me llamó papá joder! Si no fuera porque Alex me hubiera matado de inmediato, ¡lo hubiera cargado y apapachado por horas!
    Pero allí estábamos, había dicho que si. Y aún si le prometimos ir de espacio, era nuestro turno de cuidarlo. Sin embargo, si algo pude notar de la bolita esa en los brazos de mi marido, es que aún siendo tímido era igual de testarudo. Así que cuando nos recordó sus ganas de ir al baño no pude evitar pensar que vendría un nuevo berrinche. Y a juzgar por su expresión, Alex estaba seguro de lo mismo.

-Mira nene, te acuerdas de lo que dijo Dadá ¿cierto? - Cuestioné, no iba a ser fácil pero tendría que ser firme. Además me hacía mucha ilusión llamar así a mi pequeño novio. La ilusión se me fue de inmediato cuando un pequeño puchero empezó formándose en la boquita del niño. - Oye, no, no pongas esa carita ¿si? Iremos de a poco, pero en este momento es por tu salud cariño.
- Incluso siendo un chico grande, no tendrás fuerzas para ir y volver solito - Añadió Alex, medio en su rol de doctor, medio en el de padre.
- ¡Pero lo haré solo! - Alex me miró, haciéndome entender que de momento no tendríamos mejor. Así que cedimos.

    Una vez en el baño, creo que no se esperaba a que fuéramos los dos con él, pero en el momento ninguno nos queríamos separar del bebé de la casa, insistió para que miráramos a otro lado, sin aceptar cualquier tipo de ayuda.
La escena en ese momento era demasiado graciosa. Marcos no se había percatado de que frente a donde mirábamos había un espejo, y que podíamos ver todo lo que hacía. Mi marido y yo nos cambiábamos pequeñas miradas divertidas, mientras él daba algunos consejos al niño. Cuando la pequeña escena terminó lo cargamos de nuevo hacia su cama.

     La tarde también fue tranquila, mi bebé se sentía mejor que en la mañana, y con algunos arrullos y mimos terminó dormido una vez más. Yo simplemente no podía quitar la vista de aquella cosita hermosa durmiendo, con su boquita un poco abierta, echo bolita, mirando hacia mí, con su sien recostada en mi mano sobre la almohada. Mientras yo me deleitaba con la botina escena, Alex terminó encargándose de lo más difícil. Hablar con su padre. Si bien tenía un suegro genial, a veces podía ser muy duro. De una cosa estaba seguro, si Jaime lo regañaba por mi presencia en el lugar, yo no podría tener mi pequeña venganza por el apodo de la mañana. ¡Y tenía una muy buena, lista para emplear!
    Mientras sonreía como tonto, pensando el lo afortunado que era en ese preciso instante, mi esposo y su padre entran en la habitación, por la mirada llena de alegria de los dos suponi que no hubo regaños, "así mejor" pensé.
    Mi suegro me miró, poniendo una mano en mi hombro, y luego girándose hacia la criaturita sobre la camilla, como felicitándonos por el niño. Tenía entendido que sería un abuelo muy consentidor y protector, pero fatal, sería el único, así que haríamos el esfuerzo.
    Nos pasamos el resto del tiempo hablando, y cuando se despertó Marcos le dimos finalmente la buena noticia, si pasaba bien la noche, ¡podría ir a casa en la mañana siguiente! Mi nene estaba muy deseoso de ello pero igual un poco nervioso, todavía no entendía muy bien todo. Después de su comida, todos se fueron de la habitación. Yo me quedaría con él esta noche, puesto que Alex se la había pasado desde el viernes en el hospital y ya era lunes. Necesitaba descansar para lo que vendría. Y mi suegro se fue, garantizando que para mañana tendría los papeles de nuestro hijo y una "licencia de paternidad" para Alex, como dijo en modo de broma. Así que solo quedaba esperar, ¡mañana sería un día maravilloso!

Los cuadernos de MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora