📔 Capítulo 70 📔

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Nota

Para que lo que sigue sea más fácil de entender, en los próximos capítulos, los personajes están en el estranjero. Así que:
-> Cuando un personaje no entiende alguna cosa, él no podrá comprender lo que está pasando.
-> Si el personaje entiende, se escribirá y se pondrá una traducción entre paréntesis.
-> Si la mayoría o al menos los personajes más importantes de una escena hablan la misma lengua, todo pasará al español, eso se hará mientras no cree un problema de coherencia mayores en el texto.
Espero esto no les moleste, les dejo con el capítulo...

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No sabía cuánto tiempo había pasado, pero me era imposible dejar de llorar. En algún momento, mi vejiga había explotado, y había hecho del baño. Tenía muchísimo miedo, me sentía fatal y extremadamente solo... me estaba ahogando, y sollozando incontroladamente. No podía hacer más que llamar a papá y a dadá una y otra vez, mientras me quedaba lo más inmóvil posible en el suelo...

    Todo me daba miedo, el ruido, los desconocidos, la idea que alguien me llevara de nuevo... mi dolor físico y mental me paralizaban de tal manera, que solo terminé escondiendo mi cabeza en mis brazos, mientras repetía:
- Dadá, papá... por favor...

    Pensé, en cierto momento, que no me podría pasar nada peor, que nunca más volvería a ver a mis papis, que algún extraño me llevaría, y que dios sabe que me pasaría... Naturalmente me asusté aún más, al sentir varias personas amontonarse a mi alrededor, no levanté la cabeza, ni abrí los ojos. Al menos, no hasta que una de ellas tocó mi hombro para llamar mi atención.

    Aterrado como nunca, levanté muy despacio mi cabeza de su escondite. Al hacerlo, vi como varios hombres y una mujer me miraban severamente. Todos estaban uniformados, con grandes abrigos, botas y armados. Eran de la policía. Realmente no sabía cómo sentirme al respecto, supongo que mejor, pero luego me acordé que no podía comunicarme con ellos... Volví a llorar.

    Ellos pasaron un momento hablando cosas que no entendía del todo. Eso sí, el hombre a mi lado, no se había movido de un centímetro desde que tocó mi espalda. Luego de un rato entre ellos, el intentó hablarme, pero no pude hacer más que mirarlo a los ojos, con los míos llenos de lágrimas. El volvió a hablar, nada... solo lloré, volví a mi posición inicial y lloré esperando a que mis papás me sacaran de allí...
- Papá... dadá... - Realmente no tenia fuerzas para más.

    En un momento el hombre a mi lado pareció entender. Y dijo una frase, que no comprendí, pero era algo sobre mi dadá, lo dijo claramente. Al instante de escuchar esa palabra, le presté toda mi atención. El volvió a repetir la misma cosa, y yo solo asentí, explicando entre lágrimas que había perdido a dadá y a papá. Después de que intercambiaran quién sabe qué entre ellos, el hombre a mi lado se levantó, y me tiró de mi bracito para que yo también lo hiciera. Infelizmente, no lo logré muy bien: al intentar incorporarme, mis piernas fallaron lastimosamente, y me volví al suelo en un abrir y cerrar de ojos... no podía más... en serio no podía...

    Estaba adolorido, sucio, cansado, echaba de menos a mis padres, y ahora estaba tan avergonzado y mi miedo todavía no desaparecía... ya ni ganas de llorar tenía... solo las lágrimas involuntarias lograban salir... En mi gran desesperación, y luego de haber pasado un par de minutos más sentado en el suelo, uno de los hombres del grupo me levantó por las axilas. Después de unos segundos de duda, el mismo me terminó cargando cuál bebé: como lo hacían mis papás... así que no me quedó de otra que aferrarme a aquel extraño, pasado mis piernas y brazos al rededor de el, mientras posaba mi cabeza en su hombro.

    Inmediatamente después de esto, se dirigieron todos a otra parte. Todavía sin salir del aeropuerto... Durante el trayecto, el policía que me cargaba, por una razón que desconocía, tiró un poco de la parte trasera de mi pantalón, dejando rápidamente la prenda en su sitio. Acto seguido, sentí como me acariciaba tranquilamente la espalda, como para calmarme.
    Él hizo aquello durante todo el resto del camino. Y debo de admitir que logró transmitirme algo de paz... Al llegar a lo que parecía una especie de comisaría, con muchos policías y gente aparentemente molesta, me llevaron hasta una sala más remota.

    Allí, el policía que me cargó, el que me tocó la espalda al principio y la chica me dejaron sobre una silla, y me miraron de arriba abajo, charlando entre ellos durante varios minutos. Yo estaba muy nervioso... mis papis ocupaban todos mis pensamientos, y me sentía cansado... el policía, muy amigable que me había cargado hace rato volvió a hacerlo. En esta ocasión porque debí probablemente ocupar su silla. Él me tomó en brazos y se volvió a sentar en el mismo sitio, para luego mirar algo en su ordenador. El hombre era realmente grande, y en su regazo, me sentí pequeño. Eso debió asustarme, pero al contrario me transmitió algo de seguridad...

    En unos pocos minutos, la chica salió y volvió a entrar con un vaso de agua, el cual le dio al policía que me sostenía. Este, me reubicó un poco en su regazo, para que me quedara de lado, y con mucha tranquilidad me hizo acostar ligeramente, antes de poner el vasito en mis labios, y hacer que tomara todo el líquido... Enserio no me explicaba aquel gesto, pero no me quejaría, tenía mucha sed, y me estaban cuidando. 
    De nuevo, el policía revisó mi entrepierna, me daba muchísima vergüenza, me había hecho pipí, y más de una vez... otra vez, quise llorar... el policía volvió a decirle algo a su compañera, que asintió y se fue una vez más...

    Mientras la esperábamos, suponía yo, el hombre se me quedó mirando, con una especie de... ¿ternura? El otro policía, había empezado a ojear unos papeles cerca de nosotros, y de vez en cuando, los dos cambiaban alguna frase... El primero me dejó acostado en sus brazos, y hacía va y vienes rápidos con su pierna debajo de mi para mecerme, mientras que con la otra mano quitaba mi pelito de mis ojos...
    En un momento, la chica volvió con una mochila muy infantil. Al mismo tiempo el hombre se levantó, cuando nos acercamos, me quedé horrorizado al ver que no era más ni menos que una pañalera...

    Sin ningún tipo de discusión posible, los dos policías me llevaron hasta una especie de sofá que había en la sala, acostándome en el. No me lo podía creer, me iban a cambiar frente a 3 extraños... Bueno, el tercer policía realmente estaba más lejos, ¡pero claramente alcanzaría a verlo todo! Sin aviso previo, el hombre intentó quitarme mis pantalones, lo que yo intenté evitar, apartando su mano con las mías... Sin embargo, él las tomó con delicadeza y las guió hasta mi pecho, donde la chica se encargó de mantenerlas, haciendo pequeñas caricias en estas... Entonces el policía pudo proceder, sin importarles mi agitación...

    De espacio, me quitó los pantalones, y lo vi sacar el talco, las toallitas húmedas y un pañal que era prácticamente de mi tamaño (quizás un poco mayor)... Después de tener todo listo, me dejó totalmente desnudo frente a todos ellos, me estaba agobiando un poco, me daba mucha pena... A pesar de ello, ninguno de los demás pareció incómodo: era como si ya estuvieran acostumbrados a aquello... A medida que continuaba su labor, el policía iba haciendo pequeños ruidos tranquilizantes, y pude entender que me hablaba, pero no logré captar esa parte...
- Shushushu  ........ shuu ......

    Al menos, el cambio no duró mucho, supongo que mi malestar era evidente, y que como pudo, lo intentó acortar. Eso si, no me salvé de ninguna parte, el me limpio, me roció talquito, y me puso un pañal algo grande, lo que sin duda no me debió favorecer: ya me veía lo suficientemente pequeño como para necesitar eso...

    Al terminar con aquella parte tan bochornosa, los dos volvieron conmigo en brazos hacia donde estaba el tercer policía, cuando su colega se sentó de nuevo en la misma silla, vino hacia nosotros, dejándome un pequeño dulce. Mientras el policía que me cargaba me ayudaba a desenvolver la piruleta, el que me la dió volvió a sus cosas, guiñandome un ojo, divertido.

    Estaba terminando de disfrutar de mi dulce, cuando de repente vino a mi mente, el recuerdo de aquella pulsera tan molesta, que me había quitado en el avión mientras mis papis no miraban... Sin tardar, la busqué en todos mis bolsillos, bajo las miradas inquisitivas de los tres adultos. ¡La encontré!

    De inmediato la di al policía que me cuidaba. Los tres uniformados se quedaron boquiabiertos, y rápidamente el otro policía colgó el teléfono de su escritorio para llamar al número indicado en el brazalete. Los tres parecían confundidos, pero más contentos.
    El teléfono no tuvo ni el tiempo necesario para sonar dos veces.

- Oui allô...

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