Ya casi llegábamos: dentro de unas pocas horas estaríamos en París. Finalmente, después de haber aplazado nuestras vacaciones, estábamos yendo hacia el aeropuerto. En esta ocasión solo estábamos mi hijo, mi esposo y yo; por su parte, mi suegro tuvo un problema de última hora, así que vendría con nosotros en unos pocos días...
Marquitos estaba muy emocionado, aunque no fue fácil convencerlo de que dejase a Cereza sola en la casa... Sin embargo, después de que el tío Léo prometiera, al menos unas veinte veces, venir a visitarla y jugar con ella todos los días, y luego de algunas lágrimas, el pequeño se tranquilizó. Y para este momento, estaba muy contento y agitado en su asiento.
Mientras yo conducía, Alex continuaba haciendo su inventario, según él, nos habíamos olvidado de algo importantísimo, pero no se acordaba el qué... Según nuestro hijo, no era nada grave, puesto que Félix, Jiji, El Señor Gato y Fresa estaban todos en su maleta. Eso me hizo reír, bueno, y quizás el nerviosismo de mi maridito también... ¡era tan lindo!
Luego de un tiempo, nuestro muñequito empezó a impacientarse, el aeropuerto más cercano todavía estaba un poco lejos de la casa...
- ¿Falta mucho papá? - Preguntó con una gran sonrisa, que realmente no duró mucho...
- No cariño, un ratito más... - Era mentira, pero él no necesitaba saberlo...
- ¿Dadáaaa?
- ¿Si mi vida? - El niño intentó incorporarse un poco, pero la sillita no se lo permitió.
- ¿Puedo jugar en tu móvil? - A veces pasaba: nuestro niño grande no era muy paciente, por ende, durante los viajes en coche, solíamos permitirle el gusto.
- Vale, ten. - Mi esposo le dejó su teléfono. Eso sí, me pareció que la batería no iba a durar mucho...Mis sospechas eran ciertas, al cabo de 20 minutos el móvil se apagó por completo, pero todavía tuvimos unos 10 minutos de tranquilidad, mientras el pequeño nos hablaba de lo que estaba construyendo en su juego...
- Papá, ¿vamos a tardar mucho? - Indagó pocos minutos después.
- Ya casi mi rey... - El niño hizo una mueca, a lo que solo respondí con unas caricias en su piernita. - Si quieres, puedes dormir un ratito. - Aconsejé. El chico no estuvo muy complacido, pero aceptó con un leve gesto de cabeza, acomodándose en su asiento y cerrando sus ojitos. Un par de minutos más tarde volvió a hablar.
- Dadá, ¿me das mi chupete? - Si, incluso el niño grande era incapaz de dormir sin su tete...
- Merde... - Escuché a mi esposo susurrar después de unos segundos de silencio. "Mierda, si..." pensé preocupado... mientras cambiábamos una mirada furtiva. Ahí lo que había olvidado... Bueno... Me tranquilicé un poco, y fingiendo no darle mucha importancia, volví a acariciar su pierna, como quien dice «duerme, todo estará bien». Pero el niño tenía otros planes.
- ¿Dadá? - Dijo más fuerte, pensando que quizás no lo había escuchado. - Mi tete... ¿me lo das? ¿Porfa? - Era lindo y asustador a la vez...
- Hum... Duerme bebé, cuando lleguemos te lo doy... - Ni Alex creía en su propia mentira: supongo que solo intentaba ganar tiempo para buscarle otro chupete cuando llegásemos. Pero Marquitos ya no tenía ningún tipo de barrera con nosotros, y sabía muy bien hacerse escuchar. Rápidamente sus lindos ventanales azules se abrieron como platos. Su carita de sueño desapareció por completo.
- Pero... ¡dadáaaa!
- Ya mi príncipe, ya...
- Mi tete... ¿papá? - No dije nada, en aquel momento esperaba el mar de lágrimas. Mi niño era muy susceptible en lo que tocaba a sus objetos de confort...Efectivamente, el llanto no tardó. Rápidamente tuvimos que explicarle, que quizás, su chupete se había olvidado en la casa, y que ya no se podría ir a por él... Al mismo tiempo, vi como sus ojitos se cristalizaban. Antes de que grandes torrentes de lágrimas silenciosas brotaran de ellos... Realmente, pensaba que haría un berrinche, o que lloraría estrepitosamente. Pero no, solo lloró amargamente, sin hacer ningún ruido. Pequeño manipulador, eso dolía demasiado...
Con mi esposo, nos sentimos realmente culpables, no era nada especial, pero nuestro pequeño niño le daba mucha importancia a esas cosas, y lo sabíamos. Sigilosamente, acordamos estacionarnos en la próxima área de servicio, rezando para que pudiéramos solucionar el problema... Al estacionar, mi esposo corrió inmediatamente hacia la tienda de conveniencia que había allí. Mientras yo me quedé con el chiquitín, que ahora empezaba a ahogarse en su llanto.
- Anda nene, no llores. - Me giré hacia la parte trasera del coche, aprovechando para limpiar las lágrimas de sus cachetitos con las yemas de mis dedos. - Ya pasó cariño, ya está bien, ¿si? - El niño negó con la cabeza, intentando recuperar el aire. - Escucha, realmente lo sentimos ¿si? Solo fue un accidente. Perdona a los papis mi rey... - Sorpresivamente, el chiquitín accedió con su cabecita. Eso me alivió parcialmente. Su llanto también se detenía poquito a poco, mi bebé solo necesitaba algo de atención... - ¡Qué niño más bueno tengo! - No pensé que fuera posible, pero su carita, ya rojita por el lloro se ruborizó aún más. De repente la ventana le debió parecer lo más interesante del mundo.Tampoco continué con mis halagos, puesto que, unos segundos después, vimos como Alexander llegaba al coche, con una sonrisa que anunciaba «lo logré». Esa expresión me dió la vida. Rápidamente, mi maridito abrió la puerta trasera, para ver un niño muy rojito mirarlo con tristeza.
- Ya corazón, perdóname ¿si? - Marquitos volvió a asentir de espacio, mientras su dadá le limpiaba mejor su carita. - ¡Mira principito, mira lo que encontré! - Anunció, dejando el chupetito azul oscuro a un par de centímetros de la boquita de nuestro pequeño. Este se animó al instante. Y su expresión cambió a una linda sonrisa apaciguada. - Por suerte no soy el único mal padre que olvida el chupete de su bebé. - Explicó mi esposo mientras dejaba algunas caricias en la frente del menor. - Hasta tenían para esterilizarlos. Que buen servicio. - Añadió riendo.Por su parte, Marquitos ya se había vuelto a acomodar para echarse una siesta en lo que sobraba de camino. Al verlo, Alex lo cubrió con una mantita esponjosa que siempre teníamos en el coche, y le dejó un pequeño beso en su pelito, antes de volver al asiento del copiloto.
- Nosotros. - Dije, dejando mi mano derecha sobre su muslo.
- ¿El que? - Cuestionó desorientado.
- Es: «nosotros no somos los únicos malos padres». Siempre es «nosotros». - Dije, recibiendo una sonrisa de oreja a oreja, para luego ver como se mordía el labio al mirar por la ventana. Me lo podría comer a besos...Ya más tranquilos, pudimos hacer la hora de camino que nos quedaba. Con una buena música de fondo, y una lección bien aprendida: No olvidar el chupete del niño.
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Nota de la autora:¡SORPRESA! Al final, pensé que les podría gustar un capítulo extra durante el maratón. Además, no puedo esperar la continuación de la historia.
Así que no serán 10 sino 11 capítulos durante el desafío. Se que igual son muchos y quizás no tengáis el tiempo o ganas de seguir. Pero bueno... aprovecharé que yo si las tengo para continuar!Gracias por haber llegado aquí 🙏💛
¡Buenos días, tardes, noches et à bientôt!
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Los cuadernos de Marcos
RandomMarcos, es un chico un poco reservado, que tiene como bienes más preciados sus cuadernos, donde escribe historias, y todo tipo de textos que le representan. Su obra es parte de el, y lo ayuda a superar su soledad, y las dificultades que viene pasand...