- Shuuu, shuuu, hijito mío... - Mi niño lloraba desconsoladamente sobre el hombro de su padre. Samuel tuvo que castigarlo con algunas nalgadas, y aún que fuera lo correcto, sabía que le dolía tanto o más que al menor. Sobre todo en aquel momento.
Sin embargo, Marquitos debía comprender que su comportamiento tenía consecuencias. Por lo cual, tendríamos de nuevo esta charla que tanto me disgustaba.
- Hey bébé, mira. - El pequeño miró hacia mí, con su carita aún medio escondida en el cuello de mi esposo. - Di a dadá, ¿por qué te castigó papá? - El niño se volvió a esconder en su refugio, con lágrimas todavía en sus ojitos. No me gustaba hacer aquello, pero era necesario. - No bebé, mira a dadá, quiero que me digas que pasó. - Le tomé su mentón para que me viera a los ojos.
- Hum... - Una nalgadita suave por parte de mi esposo terminó estrellándose en su traserito. Un pequeño recordatorio.
- Con palabras corazón. - Pedí amablemente.
- Perdón.
- ¿Por qué? - Insiti, el niño no tenía muchas ganas de cooperar, probablemente tenía sueñito. Siempre se quedaba bastante gruñón cuando necesitaba una siesta.
- Porque no se debe gritar. - A veces podía tener un niño bastante terco...
- ¿A si? ¿Y qué más bebé? - No le seguiría el juego, pero si le dejaría una última oportunidad. - Yo creo que no me estás diciendo todo...
- Le dije una palabrota a papá... - Lo miré severamente, esperando el resto. - Y no hice caso...
- No, no lo hiciste. - Mi niño intentaba por todos los medios esconderse de nuevo, pero era una charla necesaria. - Dadá te dijo que no podías hacer algo, y no hiciste caso. Y tampoco cuando papá te advirtió. ¿Eso estuvo bien? - El bebé se quedó en silencio. - ¿Marquitos, estuvo bien?
- No...
- No, ¿y tu berrinche estuvo bien?
- No... Perdón.
- No, ¿entonces que?
- Pero es que... que... - Esperamos a que hablara, a ver que excusas tenía. Me costaba ser el que lo forzara de esta manera, pero no permitiría que mi niño se convirtiera en un pequeño irreverente... - Yo quería compartir y... - Fruncí el ceño... - Y tu no quieres y me da penaaaa. - Un pequeño lloriqueo brotó de los labios de nuestro pequeño, Samuel y yo nos miramos medio confundidos.
- ¿Pero compartir el que corazón? - Intenté ser un poco más dulce, pero firme. - No había nada que compartir, y no fue por eso que te castigaron.
- Pe...pero... yo quería de tu vaso, como papaaa. El siempre me daaaa. - El niño lloraba, frotando su carita en la camisa de mi esposo, que estaba tan confundido como yo. Me sentí un poco mal de hacerlo llorar por algo tan mínimo.
- Pero corazón, ven aquí. - Lo llamé haciendo un pequeño gesto de abrir y cerrar mis manos. Al contrario de lo que esperaba, el bebito no dudó un segundo en venir. - Es obvio que no te iba a dar de eso mi principe. Es cerveza, es alcohol, y te haría daño en tu pancita ¿vale? - Le expliqué mientras acariciaba su pelito. El niño me miró con interés. - Si los papás dicen que no es para ti, es porque alguna razón tienen mi vida. Ahora ya te castigaron y te portaste bien, así que ya no necesitamos hablarlo más ¿verdad? - El niño asintió. - Bueno... la próxima que quieras algo nos dices, y lo hablamos. Acuérdate que las reglas también dicen que hay que hablar con nosotros cuando no te guste algo ¿he? - Marcos asintió de nuevo, y nos quedamos unos segundos en silencio, mientras le dejaba algunos mimos en su cabellera rubia.- No me gusta que me dejes solo. - Me sorprendió. Lo aparté un poco de mi cuerpo para verlo mejor.
- ¿De que bebé?
- No... no me gusta que me... me dejes... - Se veía un poco triste. - No me prestas atención, solo estoy con papá siempre, porque tú no estás. No me gusta. - Me rompió el corazón. ¿Por eso estaba tan aferrado a mí en aquel día? Me sentí un idiota...
- ¡Oh cosita! Yo... perdóname. Dadá... Estuvo mal. Es que... - Miré à Samy. Igual tendríamos que hablarle. Aún así él me dedicó una mirada de preocupación. Los dos estábamos asustados de la reacción que tendría el pequeño. - Necesitamos decirte algo. - El chiquitín solo me miró triste, pero con interés.
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Los cuadernos de Marcos
RandomMarcos, es un chico un poco reservado, que tiene como bienes más preciados sus cuadernos, donde escribe historias, y todo tipo de textos que le representan. Su obra es parte de el, y lo ayuda a superar su soledad, y las dificultades que viene pasand...