Había sido un día terrible. Entre el papeleo de la mañana, y las interminables reuniones en la tarde, me encontraba exhausto. Y, para no ayudar en nada, estaba lloviendo. La carretera estaba mojada y la visibilidad era casi nula. Me maldije a mí mismo de haberme fiado en la meteorología y haber tomado ese coche...
Me llevó el triple del tiempo para llegar a casa. Cuando puse mis llaves en el cerrojo, ya la noche había caído.
No obstante, al pasar el marco de la puerta una sonrisa tuvo que apoderarse de mí: un adorable pequeño, pasó su cabecita por la entrada de la cocina, antes de venir gateando hacia mí.
Marquitos, ya se había bañado. Vestía una pijamita verde pastel, o al menos, había sido el caso en algún momento. Porque cuando lo vi llegar a mi lado, sus pantaloncitos habían desaparecido, dejando ver el grueso pañal de estrellitas que llevaba.Rápidamente, me pidió que lo cargara, lo que hice sin dudar. Mis energías se renovaron por completo al sentir ese abrazo que tanto necesitaba. Mi bebé era un chico grande en ese momento; pero, para mi, era exactamente igual.
- ¡Hola precioso! - Lo saludé con un sonoro beso en la mejilla, mientras lo acomodaba sobre mi.
- Hola. ¡Te extrañé mucho! - Recibí un abrazo fuerte por parte del chiquito. Era cierto, en la mañana se encontraba dormido cuando yo me fui a trabajar...
- Yo también te extrañé mucho mi rey. ¿Y dadá, dónde está?
- En la cocina.
- ¿Ah sí? - Pregunté haciéndolo rebotar un poco, hasta llegar cerca de mi esposo. Él estaba preparando la cena. En la cocina, habían ojas y lápices de color regados por toda la mesa. - Hola amor. - Cumplimenté a mi esposo, dejándole un casto beso en sus labios.
- Hola chéri. - Sonrió: se veía cansado.
- ¿Todo bien? - Me recosté en la alacena. El asintió.
- Si, claro. ¿Cómo estuvo el trabajo? - Preguntó sin quitar sus ojos de lo que estaba haciendo.Mientras charlábamos un poco, nuestro muñequito inquieto, decidió que no quería escuchar la conversación de los mayores. Pero por la mueca cansada de mi maridito, y la energía que todavía demostraba el pequeño, decidí que ya era hora de tranquilizarse.
Con cariño, lo impedí de bajar de mis brazos. El forcejeó un poco, así que antes de que pudiera emitir un reclamo, le di su chupete. El pequeño no estuvo muy de acuerdo. Pero un par de golpecitos leves sobre el abultado pañal, fueron lo suficiente para que se dejara hacer.Amorosamente, lo recosté sobre mi pecho, de manera a que su mentón reposara sobre mi hombro. Con cariño, empecé a propinar unas palmaditas suaves sobre su espaldita para que se fuera relajando un poco.
Mi esposo pareció agradecido: según él, Marquitos desbordaba de energía en mi ausencia. Eso no me sorprendía, mi maridito era del tipo muy permisivo.
Finalmente, después de quedar charlando unos minutos, dejé a Alexander tranquilo y me dirigí a bañar. Decidí llevarme al pequeño: le daría un descanso a Alex.
Al pasar por la sala, me di cuenta de la cantidad impresionante de juguetes tirados por toda la habitación. Ya era hora de guardar todo aquello.
- ¿Jugaste mucho hoy, he? - Pregunté. El niño asintió. - ¿Y quién se supone que va a ordenar los juguetes, yo? - Volví a cuestionar divertido. Me sorprendí cuando el muy descarado asintió de nuevo. Me hizo reír. - No, no creo. Vamos, ¡a guardar todo! - Anuncié dejándolo en el suelo.
- No, pero papá...
- Sin peros pequeño, pon todo aquí. - Exigí, poniendo la caja de los juguetes en medio del salón.
- Pero si voy a jugar de nuevo. - Lo miré severamente. - Después... es temprano y voy a jugar... - Ni él se lo creía...
- No nene, ya es tarde. Después vamos a ver una peli, ¿te acuerdas? - Asintió.
- Si pero después.
- Después mi lindo niño se va al mundo de los sueños. - Informé. Dejando un par de golpecitos en su trasero, aproximándome de la caja. - Anda, papá te ayuda si quieres. - Pareció dudar. Pero rápidamente empezó a alcanzarme los primeros juguetes, para que los pusiera en la caja.
- Pero es muy pronto. ¿Si guardo todo me puedo quedar más?
- No.
- Pero...
- Si quieres puedes ir a dormir sin postre. O mejor, con el traserito calientito por desobediente... ¿Te apetece?
- ¡No! - Negó enérgicamente.
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Los cuadernos de Marcos
RandomMarcos, es un chico un poco reservado, que tiene como bienes más preciados sus cuadernos, donde escribe historias, y todo tipo de textos que le representan. Su obra es parte de el, y lo ayuda a superar su soledad, y las dificultades que viene pasand...