📓 Capítulo 47 📓

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    En la mañana me desperté con una bonita sensación, muy cálida. Mis bebés estaban los dos dormidos sobre mi pecho. Alexander estaba hacía un lado, a medias sobre mi brazo, y entre nosotros, Marquitos dormía plácidamente. 
    Al ver la pequeña escena no pude evitar tomarnos una foto, se veían muy lindos. En esa mañana no me iría a entrenar, de todas formas estaba lloviendo. Además quería, más que nunca, quedarme con mi pequeño: ayer descubrimos que le dan mucho miedo las tormentas.
   
    El bebé estaba tan asustado y agotado, que finalmente accedió a que lo pongamos en pañalitos. Pobrecito, ya había tenido algunos accidentes, pero siempre tenía miedo a que se los pusiéramos. Creo que todavía se preocupa mucho de lo que puedan pensar los demás: dejarse llevar, ser pequeño, tampoco es tan fácil si no lo haces con las personas correctas. Por ello siempre tenemos mucha paciencia con él, para que esté a gusto.
    Hablando de estar a gusto, aunque la noche hubiera sido un poco dura, mi bebito durmió muy tranquilo. Alex hace milagros con los niños, es el mejor padre que alguna vez pudiera haberle dado a mi hijo.

    Poco a poco mi esposo se fue despertando. Al principio estuvo un poco confundido, casualmente solía despertarse solo. Pero luego, una sonrisa tierna ensanchó su hermoso rostro.
- Buenos días. - Todavía sonaba adormilado.
- Buenos días amor. ¿Descansaste bien? - Susurré también. Un pequeño movimiento de cabeza me hizo comprender que sí. Luego se agachó para darle un besito en la coronilla del bebé.
- ¿Crees que va a estar bien? Es decir... habrá tormenta todo el día ...
- No lo sé... lo espero...
- Podríamos llevarlo a hacer algo para que esté entretenido...
- ¿Por qué no?  Bueno a ver si quiere... - Le sonreí en respuesta,
- Mira. - Todavía susurrando le enseñé las fotos que tomé al instante. La felicidad se veía en su mirada.
- Espera. - Delicadamente se giró a buscar su teléfono. - Mira. - Estuvimos un rato enseñándonos las fotos que habíamos hecho en estas dos semanas, mientras el bebé no despertaba.

    De a poco un sonidito de succión se empezó a escuchar. El pequeño tenía todavía su chupete en la boca, y este empezó a moverse suavemente entre sus labios. Luego mi niño abrió sus ojitos para mirar un poco a su alrededor. Estuvimos unos minutos haciéndole mimos para que despertara bien, pero de a poco el niño dejó de sonreír y empezó a revolverse bastante.
- ¿Qué pasa nene? ¿Quieres levantarte? - El niño se detuvo de inmediato, haciendo un "no" con su cabecita, sus mejillas se volvieron rositas.
- Que tierno. - Alex sonrió y dejó otro besito en su pelo. - ¿Creo que alguien usó su pañalito verdad? - Preguntó dándole dos palmaditas en el abultado pañal. El niño estaba muerto de vergüenza. Rápidamente se arrimó más hacia mí para esconder su carita en mi pecho.
- ¿Aww, estás mojadito bebé? - Marquitos estaba rojo como un tomatito, me encantaba eso. El niño solo negó con la cabecita. - ¿No? ¿Seguro? Hum a ver... - Con mi mano libre presioné un poco sobre el pañal en su entrepierna. Menos mal que lo tenía, porque aún dormido hizo bastante pipí.
- Huuum... ñooo... - El pequeño gimoteo un poco, mientras alejaba mi mano.
- Ya nene... ven aquí. - Lo levanté y lo hice sentar sobre mi, con una pierna a cada lado de mi cuerpo, mientras yo lo sostenía por la cintura. Yo todavía estaba acostado, Alexander también, así que se acomodó con su cabeza sobre mi hombro, mientras el niño nos veía a los ojos. O mejor dicho, intentaba no hacerlo. - ¿Eres un niño grande verdad cariño? - El asintió, y eso me encantaba, lo iba a hacer sonrojar un ratito más. De todas formas, me gustaba cuidarlo mucho, aunque se sintiera un poco mayor. - Mírame. - Él me miró. - Siempre hay que decirles la verdad a los papis. ¿de acuerdo? - Él asintió. - Con palabras bébé.
- Shii. - todavía tenía su chupete, estaba muy avergonzado ya...
- ¡Muy bien! Ahora... ¿estás mojadito bebé? - El niño asintió. Delicadamente, le quité el chupete. - ¿Si?
- Si... - Creo que difícilmente podría enrojecer más.
- Escucha nene, hoy te vamos a dejar con los pañales, la tormenta no se termina, y de todas formas nos gustaría que te fueras acostumbrando. - Mi esposo asintió, el bebé ya no sabía a dónde mirar... - Así que el baño está prohibido para ti mi niño ... - Creo que esto le asustó un poco, pero era muy lindo. - Los papás van a comprobar que estés séquito de vez en cuando, pero si quieres nos puedes pedir un cambio ¿vale? - No tuve respuesta, sus ojitos estaban abiertos como platos, hice todo mi posible para no sonreír. - Aún así, si te lo preguntamos hay que responder ¿okey?
- Humhum... - Movió un poco la cabeza como afirmación, mientras miraba hacia otro lado...
- Muy bien cariño. Ahora mírame. - Hizo caso. - Dile a papá que pasó. ¿Qué necesitas bebé?
- Yo... hum.
- ¿Qué pasó bonito? - Acaricié un poco su mejilla. Estaba caliente.
- Un cambio...
- ¿Qué? - Casi no lo escuché.
- Un cambio.
- ¡Si eso es! ¡Muy bien!
- ¡Qué niño tan valiente tengo mi principe! - Alex se levantó para darle un beso más en la mejilla, y quitarle un mechón de pelo de su frente. Yo también me levanté, para proceder al cambio. Mientras mi esposo se fue por las cosas del pequeño yo me quedé dando vueltas por la habitación, también lo iba felicitando, y tranquilizando. De igual forma aproveché para organizar un poco la cama, cambiaría al bebé allí. Luego de pocos minutos Alexander llegó con todo lo necesario.

    Con cuidado volví a acostar a mi niño sobre la cama. Alex también se acostó a su lado, sosteniendo su manita, y acariciando su pelito.
- A ver nene, papá va a quitar tu ropita. - Iba hablando mientras lo hacía. - Muy bien... ya está. Ahora vamos a quitar el pañalito, eso es, un lado, y ahora el otro. ¡Uy! mi niño hizo mucho pipí... - Él estaba muy rojito, y algo intranquilo, así que mi esposo le dió de nuevo el chupetín, y de a poco se fue calmando y centrando en mi voz. - Papá va limpiar muy bien la colita, ¿si mi amor? Para que no se te roce, que no duela ¿verdad? - Tímidamente asintió. - ¡Si, eso es! - respondí con mi mejor sonrisa. El toque frío de las toallitas húmedas lo hicieron encogerse un poco, pero las caricias de dadá y mi voz, rápidamente lo relajaron... - Ya casi cariño... vamos a poner la cremita ¿vale? Vamos a esparcir muuuuy bien, así... y por acá también... y ahora el talco, vamos a poner tantito para que mi niño esté bien seco... así... ¡ya! Cerramos el pañal ¡y listo! - Terminé de cerrar su pañalito y los botones del body, para finalmente tomarlo en brazos. - ¡Qué buen niño! ¡Mi cosita más bella! - Terminé de felicitarlo con un par de nalgaditas más en su traserito, antes de llevarlo a que desayune.

    Al final el bebé no quiso salir a fuera, estaba todavía acostumbrándose con la novedad... Después de su desayuno, mi chiquito estuvo muy tranquilo toda la mañana, dibujando o viendo caricaturas. Lo terminamos de vestir bien, para que no tuviera frío. Aún así le costaba un tanto moverse bien, por el bultito que formaban los pañales en sus pantaloncitos. Pero se veía demasiado adorable de aquella manera. Además se quedó todo el día succionando su chupete. Se veía realmente como un pequeño bebé,

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