🔖 Capítulo 60 🔖

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Mi lindo esposo era realmente un padre increíble, pero también un hombre muy celoso. Y eso para mi era lo más tierno del mundo.

Nuestro niño se lastimó su bracito, así que hubo que llevarlo a la clínica, a que lo revisaran. Como igual no era mi especialidad, le pedí a Mike que lo viera. Grave error. Me debería haber acordado de que tampoco era la persona más pacífica del mundo. Bueno... es que es alguien bastante torpe, y para no arreglar las cosas, guapo.
Por lo cual terminaron chocando un poco con Samy. Este no le quitó la mirada de encima, el pobre hombre... en cierto momento creí que mi colega podría llegar a tener un infarto... Aun así es de resaltar que la actitud de chico malo le queda muy bien a Samuel. Se veía demasiado sexy protegiendo a su cachorro. Su expresión dura contrastaba mucho con el cariño que tenía con el bébé; Eso sí, creo que Mike solo vió lo primero.

En todos casos, terminamos yendo a casa con un pequeño absolutamente exhausto, y un papá muy malhumorado. Sin embargo, en el camino decidí intentar calmar un poco la bestia: De a poco le iba dejando pequeñas caricias, que sabía, le hacían su efecto. Igual él fingía no inmutarse, pero lo conocía demasiado bien. No pude impedir que se me escapara una sonrisa: sabía muy bien cómo hacerle pasar el enojo...

Pero primero lo primero: al llegar, me fui a por el pequeñito, lo quité de su asiento y lo llevé en brazos hasta el salón. Con tranquilidad lo dejé en el sillón, le di su tete y lo advertí para que tuviera mucho cuidado con su bracito. Él casi dormía, así que le propuse que viera un ratito la tele con papá. Para que se quedara entretenido, y su padre también.
Al dirigirme a la cocina para preparar el almuerzo, me topé con Samy. Hora de poner mi plan en marcha. Al cruzarnos, lo detuve con una mano sobre su pecho, para ponerme de puntas y luego dejarle un piquito en su mandíbula. Sabía que eso lo tenía loco.
- Ve con el. - Pedí sonriente, respirando en su cuello. - Mon chéri. - Dejé otro beso allí, y me fui, teniendo cómo única respuesta un gruñido inteligible de su parte.

Para la hora del almuerzo, Marquitos ya casi no podía abrir sus ojitos. Después de intentar darle al menos un poco de nuestra comida, me resigné a que tomara solamente su biberón. En la noche ya lo alimentaría mejor...
Mientras amamantaba al niño, me divertía con las reacciones de mi esposo, que más de una vez estuvo cerca de atragantarse con su comida. Supongo que no era para menos, estuve varios minutos lanzándole pequeñas miradas furtivas, y para la mitad del almuerzo, mi pierna se encontraba ya bastante cerca de sus partes.
- Alexander... - Gruñió. "Si, como si no te gustara", pensé.
- ¿Chéri? - Lo miré directo a los ojos, como si no me enterara de nada.
- Estate quieto. - Miré al niño, tuve que morderme el labio para no sonreír. De todas formas, el pequeño ya se había dormido...
- ¿De que mi amor? - Le acaricié de nuevo por debajo de la mesa. Solo se volvió hacia su plato. Disfrazaba muy mal... - Voy a acostar al niño. Ya vuelvo. - Anuncié después de unos segundos de silencio. El asintió.

Bueno técnicamente iba a acostar al bebé, pero igual no volvería tan pronto. Le tenía algo a mi lindo esposo, que quizás le hacía olvidar los celos.
Sin despertar al principito, lo dejé en su cunita. Teniendo en atención su lesión, para que no se hiciera más daño al despertar. Revisé su pañal, estaba limpio, pero igual se lo cambié para que estuviera más fresco y cómodo. Le di de nuevo el chupete, dejé su conejito a su lado, y prendí el monitor de bebés. Me fui sigilosamente, cerrando la puerta de su habitación.

Rápidamente me dirigí a nuestro propio cuarto. Lo ordené todo, e hice desaparecer los juguetes y los objetos que podían hacernos acordar que Marquitos se pasaba la vida en nuestra habitación. Mi bebé era demasiado inocente, y no me sentía cómodo de hacerlo, mientras Fresa, el cerdito de peluche que tanto amaba mi hijo, me miraba.
Después de varios minutos me fui a duchar, cuidando de ser especialmente demorado, como para que Samy se diera cuenta. Al pasar por el closet, igual tomé una pequeña caja de allí, necesitaría algo de ella. Después de bañarme, me dejé el pelo húmedo, y me vestí únicamente con una camisa blanca y mi ropa interior. Al escuchar la puerta de la habitación, tomé lo que necesitaba de la caja, y escuché el pequeño "clic", que hacían las esposas al cerrarse sobre mis muñecas.

Los cuadernos de MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora