📓 Capítulo 75 📓

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En la mañana siguiente, desperté, como siempre, el primero. El día anterior había sido un verdadero lío de emociones, y finalmente no pude evitar flaquear frente a mi pequeño ángel. Eso sí, aquella mañana, ya me sentía más tranquilo: sus cuidados y su cariño hacia mi persona, actuaron como un remedio que curaba todos mis males, y me devolvía la energía...

Después de ducharme, y de salir de la habitación que compartía con mi esposo, decidí echar un vistazo al cuarto de mi nene. Mi pobre chiquillo se había dormido en pocos minutos la noche anterior, por ello me sorprendí al ver que ya tenía sus ojitos abiertos cuando entré en la pieza.
Por lo general, en los findes se acostumbraba a dormir hasta tarde en la casa. Era un hábito bastante común en la familia de mi esposo, y que acabamos por adoptar en nuestro propio hogar. Como su dadá, Marquitos era un pequeño perezoso, les encantaba dormir por la mañana.

Con lentitud, me aproximé hacia la camita de mi niño anotando en un rincón de mi mente, que sería bueno comprarle una cuna, o unas barras para su cama. El pequeño casi estaba en el suelo, y eso, que en la noche lo dejé entre una cantidad insana de almohadas y mantas.
- Shushushu... - Al sentarme a su lado, le coloqué de nuevo su chupete, que estaba perdido entre las almohadas, en su boquita. El niño no dijo nada, limitándose a succionar con una pequeña mirada de curiosidad. Esperando a que volviera al país de los sueños, le fui dejando algunas caricias por su pelito. Pero no tuve mucho éxito: el chiquitín parecía incómodo. Rápidamente, me di cuenta del problema.

Con delicadeza, aparté ligeramente la manta que lo cubría, para poder pasar mi mano, llevándola hacia la entrepierna del niño. Eso no le hizo mucha gracia, pero si, mis sospechas eran correctas...
- Shushuuu... ya campeón, papá va a cambiar esta colita. - Afirmé dejando dos golpecitos sobre su entrepierna. Ganándome esa típica mirada retadora que me dedicaba siempre. - Mi niño hizo mucho pipí ¿verdad? - Pregunté mientras lo levantaba, y con él en brazos, me fui a buscar todo lo necesario para un cambio. Antes de acostarlo sobre las sábanas, me acordé que mi pequeño niño no se había aliviado en el día anterior. - ¿Necesitas hacer popo cariño? - Pregunté con dulzura, solo para llevarme una negativa muy floja. - Bueno, ¿si lo necesitas le dices a papá si? - Tomé su silencio como un si, y me dispuse a quitarle su ropita, para hacer un cambio rápido.

Afortunadamente tenía un niño muy bueno, así que mi cometido no tardó más de unos minutos. Minutos que aproveché para hablarle melosamente, esperando a que se durmiera de nuevo. Al terminar mi misión, y con un niño a medias dormido, decidí llevármelo a la planta baja, para darle su biberón antes de acostarlo otra vez. Todavía no eran ni las 7:30h de la mañana, y seguro nadie se despertaría antes de las 11h, así que llenaría la pancita de nuestro muñequito, antes de que se volviera a adormecer.
Al llegar a la planta baja, me encontré con el bisabuelo de mi hijo, que estaba ya en el salón, leyendo un periódico. Al parecer, tampoco le gustaba perder su mañana durmiendo. Sin decir más que unos silenciosos «buenos días», iba a dejar al pequeño en el sillón, mientras preparaba su leche, pero el hombre, me pidió si podía cárgalo un poco. En el día anterior, Alexander no dejó que nadie apartase a su cría de el.

Sin muchos problemas acepté, el mayor era muy cuidadoso en cada gesto que hacía. Marquitos se sorprendió un poco, al ser dejado en los brazos de alguien, que en aquellas alturas era totalmente desconocido para él, pero se resignó. Su abuelo Gustave, lo tomó con cuidado, dejando que el niño recostara su cabecita en su hombro, mientras estaba sentado en el regazo del anciano, con sus piernas hacia a un lado. Con cautela, el mayor le hiba dando pequeñas palmaditas en su espalda, que en aquel momento estaba cubierta por una mantita esponjosita.

Cuando volví a la sala, el señor me devolvió al pequeño, que rápidamente acomodé en mis brazos. Ya me estaba volviendo todo un experto en cambiar pañales y amamantar al niño. Con avidez, mi pobre hijo se apresuró a tomar la tetina de su bibe, succionando con fuerza. Tenía mucha hambre.
- Ya nene, ya... nadie te va a quitar tu comida. - Aseguré mientras apartaba ligeramente el biberón. - Tranquilo precioso...

A mitad del biberón, el niño había cerrado sus hermosos ojitos, y tomaba su leche gustoso. En ese momento, y en completo silencio, bajo Raphaël, que al ver al niño en mis brazos, cambió su rumbo, para sentarse en uno de los sillones del salón. Sigilosamente, para no despertar al pequeño, observó la adorable escena sin decir una palabra.
Al terminar toda su leche, mi hijo ya se había dormido, sin moverlo mucho, dejé un par de golpecitos en su espalda, por arriba de la mantita, para que pudiera eructar. Lo hizo sin muchos problemas, así que le devolví su chupetito, esperando un poco antes de llevarlo a la habitación.
- C'est trop mignon. (Es adorable.) - Dijo Raf en un murmullo.
- Oui. - Respondí, alargando la «i», dedicando una sonrisa de admiración al bebé entre mis brazos. Sin tardar mucho, lo llevé arriba de nuevo.

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