📔 Capítulo 24 📔

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    La mañana de hoy ha sido llena de emociones para mi. Cuando me levanté, sin muchas ganas debo decir, Sam... papá, y... dadá estaban allí. Su presencia me sorprendió un poco, hasta que me acordé de la razón. No me levantaba tan emocionado desde hace rato, pero para mi desesperación hubo que esperar a terminar el desayuno para poder por fin liberarme de aquel lugar. Y sobre todo para ir a casa, con mis nuevos papás. Estaba muy ansioso, pensé que más rápido empezaríamos más fácil sería acostumbrarme; principalmente porque Alex y Samuel no me quitaron la vista de encima desde que me levanté, como si tuvieran miedo a algo.

    Cuando llegó el momento de irnos, Sa... papá me tomó en brazos. En el día de ayer también lo habían hecho, pero no me había afectado tanto. Ellos lo hacían con normalidad y no había nadie cerca. Ahora era distinto: me iban a llevar fuera de la habitación, como si fuera un bebé que no puede caminar solo; Bueno técnicamente casi no puedo pero... igual me sentí avergonzado. Y aún más cuando Dadá me dio una palmada en mi cola, para decirme que siempre harían aquello. De verdad lo hizo de broma pero me afectó mucho, casi lloraba de la vergüenza. No sé porqué estaba así de sensible, y para que nadie lo notara escondí mi rostro en el cuello de papá.

    De inmediato me sentí mejor, era cálido y abrigado. Con los ojos cerrados sentía su respiración algo acelerada y podía oler un poco el mismo aroma que en el día anterior cuando me recostó sobre su pecho. Era demasiado agradable: como una mezcla de perfume con un toque amaderado, del olor típico de la ropa y un rastro de cigarrillo, que en ningún momento era desagradable. Aún así me pregunté a mi mismo si fumaba, no parecía mucho ser su tipo, ademas, tenia una piel demasiado perfecta para ello.

    Cuando me di cuenta, papá ya había salido conmigo en brazos del edificio y estaba por sentarme en el coche. Cuando mi espalda tocó el asiento, se veía muy extraño, ¡estaba en un asiento para bebés! ¡Pero era de mi tamaño! Allí comprendí que todo empezaba y que mi vida cambiaría radicalmente. Solo espero no desilusionarlos.
    Cuando papá me puso el típico cinturón para niños, me sentí muy raro, no era horrible, pero se me hacía muy extraño el artefacto entre mis piernas, que no me permitía cerrarlas muy bien. Al final terminé distrayéndome por el camino con eso, nunca había visto uno de esos de tan cerca. Me dio curiosidad, aún más porque no lograba entender cómo lo había cerrado Sa... papá... Al final no lo logré abrir de todos modos, pero igual me llevé un pequeño regaño de dadá y unas cosquillas que me animaron un poco.
    Al menos hasta que vi el casoplón donde aparcó el coche dadá. ¡Dios! ¡Pero era un verdadero palacio! Era hermosa la casa, y por dentro también, pero no pude evitar pensar donde me fui a parar. ¡¿Acaso eran millonarios?! No lo sé, y de todas formas no se lo preguntaría. Y aún menos cuando vi bajar a Jaime por las escaleras ¡mierda! ¿Pero qué pensaría de mí ahora? No tuve que esperar mucho para saberlo.

- Hola cielo. - Dijo arrodillándose frente mía. ¿Qué le contesto? Pues nada, no pude decir ni una palabra, se lo quedé mirando, simplemente mirando... En ese momento mis mejillas debieron estar más rojas que un tomate maduro, porque me ardía toda la cara. Al notar mi silencio Jaime acercó mis manos a él, para besarlas tiernamente. Yo solo pude mirar. Su opinión significaba mucho para mi, me mortificaba que pudiera pensar algo malo, pero eso no sucedió.
- Dile hola al abuelo cariño - Pidió papá con una caricia en mi mejilla. Pero Jaime respondió rápidamente.
- No te preocupes, es muy tímido, ya se le pasará. - Si que me conocía bien. Más que un doctor, hasta el momento ese señor fue una muy buena compañía y un amigo,  y me alegraba mucho que hiciera parte de mi nueva familia. "Cuando logre hablar de nuevo se lo diré" pensé para mi mismo. - Mira cielo - continuó Jaime - Ahora voy a ser tu abuelito, y quiero que sepas que es un honor y un gusto para mí. ¿Vale? - Solo pude asentir con la cabeza, pero todos parecían satisfechos con la media respuesta. - Ahora, ¿quieres ver tu habitación? Preguntó, mirando a dadá y papá también, para saber si estaban de acuerdo.
- ¡Si buena idea! ¿Vamos a ver si el abuelito hizo bien la tarea príncipe? - Preguntó dadá girándome un poco hacia el. A lo que asentí.
- Y luego el abu tiene un regalito para ti mi tesoro. - Añadió Jamie, de una forma  muy infantil, haciéndome una caricia en el cabello. Eso me hizo sonrojar más si cabe. Me estaban realmente empezando a hablar como a un niño pequeño. Sabía que lo harían cada vez más seguido, y eso me hacía sentir un calorcito en el pecho pero también muchas otras sensaciones, me sentía tan pequeño en este momento.

    Dadá me tomó nuevamente en brazos, y subió las escaleras seguido por papá y el que sería mi nuevo abuelo al parecer.
    Dadá empezó enseñándome los otros cómodos, su propia habitación, y lo que me dijo sería mi habitación de "niño grande". ¡Era demasiado hermosa! Tenía una cama gigante, pero me pareció que igual tenía unos barrotes ajustables a los costados, que en el momento estaban en el suelo. Era blanca con toques de azul y tenía una cantidad impresionante de almohadas, ¡me daban muchísimas ganas de tumbarme en ella! En las paredes había pequeñas estanterías de madera y por toda la habitación había leds personalizables, encendidos en rosa, azul y blanco, eran muy cool. Pero cuando mi cabeza giró hacia el escritorio creí morirme. Había claro una pequeña zona de trabajo con todo lo que pudiera imaginar, pero lo mejor sin duda era el ordenador Gamer con pantalla panorámica y todos los aparatos correspondientes. Bueno, me emocioné muchísimo con todo aquello, ya quería quedarme allí y testearlo, tocarlo todo, pero, ¿de verdad aquello era para mi?... Estaba tan metido en mis pensamientos que apenas me di cuenta cuando papá empezó a palmear mi espalda...

-¿Cariño, te encuentras bien? - Todos me miraban con una mueca de preocupación, ¿pero cuánto tiempo me quedé mirando aquello? Solo pude asentir ruborizado. A lo que sus sonrisas de al rato volvieron.
- Bueno, mi príncipe estaba tan serio que pensé que no le gustaba. Si quieres podemos cambiar lo que sea mi amor, pero dinos ¿si? - Se justificó Ale... dadá poniendo un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
- ¡NOOO!... es hum... no... - los tres me miraron con los ojos abiertos como platos, me daba mucha vergüenza no controlar mis emociones de aquella forma. - Me... me gusta mucho. - Justifiqué escondiendo mi rostro en el cuello de dadá. Ese gesto se me hacía cada vez más familiar. Me sentía bien allí.
- Shushushushuuu... - Dadá empezó a palmear mi espalda haciéndome rebotar muy delicadamente, mientras me arrullaba. - Está bien shuuu... está bien cosita... solo, no grites príncipe. No estabas respirando bien, nos asustaste. - Se justificó besándome la frente. Me sentí un poco mal, los estaba preocupando sin darme cuenta.
- Yo... perdón no quise... es que... es muy linda.
- Si quieres podrás dormir aquí hoy. - Respondió más tranquilo con una sonrisa, sin detener sus mimos.
- ¡Y jugar! - Sonrió papá, ¡casi más animado que yo! Evidentemente asentí con muchas ganas.
  
    Luego de unos segundos miré a Jaime que observaba todo desde la puerta, recostado de brazos cruzados en la pared. Mis papás (qué raro se me hace decirles así ... ), terminaron viéndolo igualmente, parecía molesto con algo.
- ¡Con esa cara vas a asustar al niño! - Carcajeó dulcemente dadá.
- Creo que mejor vamos por tu otra habitación, antes de que se ponga más celoso el abuelo. - Dijo papá saliendo del lugar, palmeando el hombro del mayor. Que hizo una mueca de disgusto muy evidente y graciosa a mi parecer. ¿Estaba celoso? ¿Por qué?
    Una vez más no entiendo porque reaccioné de aquella forma tan infantil, pero mientras nos acercábamos a la salida no pude evitar extender los brazos hacia él, llamándolo para que me cargue.

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