📓 Capítulo 51 📓

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    A nuestro bebé le encantaba la comida japonesa, así que pensamos en darle el gusto. Además tenía una sorpresa más para él, que esperaba, lo hiciese olvidar lo de la mañana. Y por si fuera poco, hoy le tocaban sus inyecciones a mi niño, realmente no era su día.

    Al llegar a casa dejé la comida en la cocina y fui a por mis chicos. Marquitos ya estaba despierto, recibiendo mimos de su dadá. Con cuidado me acerqué a la cama, contornando para quedarme a espaldas de mi pequeñito. Con suavidad dejé un beso en su cabecita, para que no se asustara, y luego empecé un ataque de cosquillas. Pero su reacción no fue la que esperaba: normalmente eso le hacía gracia, siempre le robaba una sonrisa. Pero en esta ocasión, mi niño se aferró aún más a mi esposo, y un llanto inconsolable se hizo escuchar en toda la habitación.

    Alex me vió con una mirada asesina, pero mi sangre no tuvo el suficiente tiempo para helarse: mi primera reacción fue abalanzarme sobre mi niño, en un intento de calmarlo. Rápidamente lo tomé en mis brazos, el bebé no opuso ningún tipo de resistencia
- Shushsushuuu ya nene, perdona... - Mi niño lloraba a moco tendido sobre mi pecho. - Perdona, papá fue muy tonto, ¿verdad? - Intentaba calmarlo lo mejor que podía, no me gustaba ser el causante de sus lágrimas. Aún así, no me esperaba que dijera que sí con un pequeño movimiento de cabeza. Eso me hizo sonreír un poco. - ¿Ah sí? ¿Tú crees? - Lo levanté por las axilas, de manera juguetona, un poco más arriba de mi cabeza, para mirarlo mejor. Luego lo volví a acomodar, con su carita en mi hombro. Esta vez, no le hice más cosquillas, solo pequeños besitos por sus mejillas y su carita. Y aunque lo intentó disimular, la pequeña risita que mi bebé ahogó en mi cuello, me devolvió la vida.
    Alex también se relajó un poco, para finalmente venir con nosotros. Aún así podía imaginar cómo fue duro para él, tener que calmar al bebé más temprano. Lo sabía, me quedaba debiéndole una...
- Vamos mi vida, creo que tu papá tonto nos trajo algo especial para el desayuno, ¿no es así? - "¿Y si le doy una nalgada ahora mismo?" Pensé en mis adentros, al ver la sonrisa burlona que tenía mi pequeño esposo. Aún así le seguí el juego.
- Eso es, ve con dadá mientras lo preparo cariño, a que te cambie. E igual luego te dará tus medicinas el solito puesto que es tan inteligente, ¿no es así?... - Incluso si no le gustaban, mi niñito no les tenía miedo a las inyecciones. Por lo cual sabía que mi frase no le molestaría, mientras lo dijera en tono de burla. Mi esposo por el contrario no lo tomó tan bien.
- Eso vete... te odio... - Refunfuñó mientras tomaba a nuestro hijo en brazos. - Ven corazón, vamos a cambiarte el pañalito ¿si? - Me quedé unos segundos viendo divertido, como se iban alejando los dos, mientras mi esposo hablaba melosamente al niño. Sabía perfectamente que mi pequeño Alexander odiaba darle las inyecciones a nuestro bebé, y aunque tampoco me gustaba, jamás lo dejaría solo en esos momentos. Él también lo sabía.
    Pocos segundos después de que quitaran la habitación, yo hice lo mismo, y me fui a preparar las cosas para el desayuno.

    Alex aprovecho para bañar al chiquito, así que se tardaron un poco. Mi esposo lo vistió cómodamente, con un body azul oscuro y una camiseta con diseño de ballenas, un poco larga pero no lo suficiente para cubrirlo todo, por lo tanto, se podía ver claramente su pañal. Supongo que lo vistió de esa forma por una razón práctica, y también porque aún lloviendo hacía calor. Pero no podía dejar de mirar aquella bolita tan preciosa, que mi maridito cargaba con tanto amor.

    Finalmente intentamos alimentar al bebé de la casa, pero igual no tenía mucha hambre. A pesar de que ya no estaba llorando, se notaba muy decaído. Mi esposo hizo lo imposible para que comiera, yo también lo intenté, y terminamos lográndolo un poco cuando finalmente se quedó en mi regazo. Pero aún así no fue mucho...
- ¿Quieres tu bibe cariño? - Intenté cuando todos terminamos nuestro almuerzo. Él negó con su cabecita. - Pero mira, mi niño, dadá te hará tu lechita, ¡que rico! - Negó de nuevo. Pero no permitiría que ganara esa vez. Realmente necesitaba comer para soportar su tratamiento. Así que, incluso siendo cruel, utilizaría nuestra arma secreta: el chantaje. - Anda mi rey, solo un poco ¿si? - Negó - ¿Por mi? - Hice mi mejor mirada triste. - Papá se va a quedar muy triste si no tomas tu bibi amor. - Marquitos parecía más interesado, pero no había terminado mi show. - Y dadá también, ¿verdad? - Miré a mi esposo para que corroborara, el niño también lo vió. Así que rápidamente hizo un gesto de afirmación. - ¿Lo ves? ¿No quieres que llore dadá verdad? - No era secreto para nadie que mi esposo lloraba con mucha facilidad, por lo tanto el niño se apresuró a aceptar. Bueno, no estaba bien hacerle eso a nuestro bebé, pero puedo vivir con esa culpa, sabiendo que fue para su bien.

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