📓 Capítulo 82 📓

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Nuestra boda, bueno, nuestra segunda boda, estaba siendo todo un éxito. La mayoría de personas que comparecieron eran de la familia, también amigos y algunos socios. Pero el ambiente era relajado y divertido. Para la hora del almuerzo, ya cada uno había encontrado un pequeño grupo de discusión al cual unirse, y mi esposo y yo íbamos pasando entre ellos para cumplimentar a la gente.

¿El único problema? La presencia poco grata, a mi parecer, de Mike, el doctorcillo este que disque cuidó a mi bebé cuando el pequeño se lastimó su bracito. Más bien, era un grano en el culo ese idiota, y estoy seguro que mi hijo lo sabe igualmente.
Eso sí, por Alexander, me olvidé de mis ganas de correrlo a patadas, y me limité a sonreír, y darle un apretón de manos que seguro no olvidaría tan pronto. "Mira imbécil, es mío", pensé, para mis adentros. De todas formas, solo estaba allí porque Alex y su papá habían invitado a más de la mitad del personal de la clínica. Lo entendía, yo había hecho lo mismo, y dudo que Alex estuviera conforme con la presencia de Valentín, el chico más problemático que conocí nunca...

De todas formas, terminamos nuestro recorrido por la sala sin más malas sorpresas. Inmediatamente después se anunció que el almuerzo estaba por servirse, y cada uno se fue a su respectivo asiento. Alexander y yo teníamos una mesa solo para nosotros, así que pudimos disfrutar de una agradable comida.

Bueno... En realidad nuestra privacidad no duró mucho: pocos minutos después de que se sirviera el plato fuerte, un hermoso niño se nos acercó un poco cohibido.
- Hola. - Me lo comería a besos. Mi pobre niño tenía sus mejillas sonrojadas, mientras jugaba con sus deditos parado junto a mi. Se veía tan lindo con su trajecito. Pero para mí, no era más que un infante, uno muy mimado.
- Hola nene, ¿todo bien? - Pregunté, atrayéndolo hacia mí, con una mano en su espalda. Alex solo nos miraba con preocupación, pero Marquitos asintió rápidamente.
- Humhum... - Se veía un poco incómodo.
- ¿Qué pasa cariño? - Pregunté muy cerca de su rostro. - ¿Necesitas un cambio? - El niño se apresuró a negar con la cabeza. Sus mejillas ardían, era demasiado adorable.
- Yo... - Miró al suelo. - Los extraño... - Mi corazón se detuvo, creí que iba a desarrollar diabetes por tanta ternura.
- Aww cosita. - Mi esposo respondió con una conmovida sonrisa. - Los papás están aquí príncipe, no nos vamos a ningún lado ¿vale? - El pequeño asintió levemente, la mirada todavía clavada en el suelo.
- Yo... - No continuó, solo vi cómo miraba de reojo a la mesa de mi suegro, donde también estaban los abuelos, Charles y Anne.
- ¿No quieres volver con los abuelitos cariño? - Pregunté ya medio abrazado a él. Mis esperanzas de que volviera con los mayores eran casi nulas, y creo que mi maridito tampoco estaría en contra de que el pequeño se quedara con nosotros. Y como era de esperarse, el niño negó. - ¿No? No pasa nada, ven. - Lo tomé en brazos para sentarlo sobre mi regazo, de manera que su espalda tocara mi pecho. Él pareció sorprenderse. - ¿Te quedas con los papás si? - Muy avergonzado, mi niño asintió finalmente. Decenas de personas miraban nuestra interacción.

Al tenerlo sobre mis piernas, aproveché para revisar su pañal, tirando un poco de la parte delantera de sus pantaloncitos, abriendo el body con una sola mano y mucha agilidad. A veces mi niño no se daba cuenta, o le daba pena decir que estaba mojadito. Pero en esa ocasión si estaba seco.
- Papáaaaa. - Me reclamó discretamente. No me preocupé demasiado, como teníamos la mesa delante de nosotros, y las demás estaban lejos, nadie que no fuera mi esposo se dio cuenta de la pequeña maniobra. Rápidamente volví a cerrar el body entre sus piernas, para luego dejarlo tranquilo.
- Shushushu... - Le dejé algunas caricias sobre su pancita, y un beso en su coronilla. Alex dejó una pequeña caricia en sus mejillas con una risa silenciosa. - ¿Tienes hambre? - Cambie de tema. Marquitos negó. - Si si, hay que comer. Mira, dadá también va a comer todo lo de su plato. - Mi esposo hizo un movimiento positivo con su cabeza. - Anda mi rey, abre la boquita. - Pedí, acercándo algunas verduras con mi propio tenedor a sus labios.

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